La escuela de la cuarentena eterna
La escuela José Hernández no tiene un mañana. Su aislamiento fue obligado luego del éxodo en Colonia Malbertina donde hoy no se registran oficialmente habitantes. Los yuyos preceden a las viejas casas y el colegio, adentro solo quedan páginas amarillas, bancos vacíos y soledad extrema.
Por Ivana Acosta
Colonia Malbertina, año 2020. Un lugar donde bien podría retratarse un paisaje del lejano oeste con plantas rodadoras. La imagen es desoladora, campos abandonados llevando la llanura al máximo, casas que se convirtieron en taperas y cada día que pasa se llenan de más misterio.
Uno de esos edificios que quedaron a la deriva es el que albergó alguna vez a muchos niños, donde las paredes retumbaban por sus risas y respuestas a las docentes. La escuela José Hernández le daba vida al lugar pero un día empezó a llegar agua y nunca terminó de irse porque las consecuencias llegaron.
Uno a uno se fueron de la zona los trabajadores, las casas en los campos quedaron aisladas y el último bastión en rendirse fue esta institución a la que con mucho dolor los docentes dejaron después de reubicar a los estudiantes. El día que cerraron las puertas supieron que era la última vez.
Los yuyos crecen en donde un día hubo una escuela. No hay ventanas, ni puertas, no existen ni las aberturas. Adentro la imagen es sorprendente, si se pensara en la desolación esa podría ser una excelente - y triste - descripción gráfica.
La escuela José Hernández, de Colonia Malbertina (a 10 kilómetros de San Francisco), vio alterado su funcionamiento desde 2015. Primero llegó el cierre temporario y luego el definitivo. Los chicos se fueron yendo como lo hicieron también sus padres, dejaron todo atrás sin querer mirar en lo que Malbertina se había convertido.
Durante años los pobladores y trabajadores agrícolas pidieron que se realicen canales y obras que permitieran al pequeño poblado no ser golpeado por el agua desde distintos lugares pero cuando llegaron no había más remedio. El éxodo había comenzado y pese a que al inicio fue parcial se transformó en definitivo.
Cerró dado que los accesos estaban en pésimo estado, tenían huellas físicas irreparables y aunque hoy se pueda difícilmente transitar cuando las respuestas a los pedidos llegaron ya no había gente a quien beneficiara.
La escuela siempre había sufrido problemas con las lluvias porque el agua que llegaba desde el centro y oeste del departamento San Justo llegaba hasta este pequeño poblado y entonces todo se transformó en un espejismo.
La escuela rural habría cumplido 100 años en 2018, aunque el edificio data de más de 130 años. El mismo fue donado por un grupo de franceses donde anteriormente funcionaba una iglesia adventista.
A pesar de las lluvias y los problemas en cada aniversario hasta 2015 la emoción no hacía presagiar que los años estaban contados para el inicio de una cuarentena eterna.
¿Qué hay ahí actualmente? Restos. Libros cuyas páginas se mueven lentamente cuando al lugar lo atraviesa desde todos lados el viento. Bancos caídos sin nadie que los use rodeados de caños rotos, rajados. El libro que ya no se usó, el pupitre que cayó, la puerta y ventana que desapareció, la risa que se esfumó y la cuarentena que nunca terminó.