Análisis
El hambre infantil: la cara más cruel de las crisis
Más de un millón de chicos se van a dormir sin cenar, según Unicef. ¿Puede sorprender esta dramática estadística? ¿Mueve algunas conciencias en los ámbitos de poder? ¿Hay alguien que asuma su cuota de responsabilidad frente a la decadencia?
No es una crisis. Son varias a lo largo de muchos años. Y sus consecuencias, múltiples, se esparcen por el recurrente tobogán en el que la Argentina deambula. Una de ellas es, quizás, la peor: cada noche, más de un millón de chicos se van a dormir sin cenar. Así surge de la octava encuesta a hogares con niños, niñas y adolescentes publicada por Unicef Argentina.
La pendiente continúa. En comparación a años anteriores, el número de chicos que saltean comidas por la situación económica se incrementó. El documento anterior, difundido en junio, señalaba que había un millón de menores de 18 años que no realizaban alguna comida a lo largo del día: esa cantidad, según indica el informe que acompaña ahora una nueva campaña de Unicef, pasó a ser de un millón y medio. Si además se incluye a los adultos que viven en esos hogares, la cifra alcanza los 4,5 millones de personas.
¿Puede sorprender esta dramática estadística? ¿Mueve algunas conciencias en los ámbitos de poder donde se toman decisiones trascendentes para la vida de los argentinos? ¿Hay alguien que asuma su cuota de responsabilidad frente a la decadencia, que empatice con cientos de miles de hogares que viven en estas condiciones? La retórica de las preguntas podría extenderse. La falta de respuestas también, quizás.
“Que los chicos y chicas se salteen una comida es la estrategia última que deben asumir los hogares, luego de haberse endeudado, haber restringido otros consumos básicos como salud, transporte, educación, haber restringido el consumo de alimentos de las personas adultas del hogar y haber modificado la variedad de las dietas”, explicó Carolina Aulicino, oficial de Políticas Públicas de Unicef. “Se reduce el consumo de alimentos centrales para la nutrición de niñas y niños, como carne, verduras, frutas y lácteos, y aumentan aquellos más baratos y menos nutritivos como fideos, harina y pan. Pensemos que diez millones de chicas y chicos comieron menos carne respecto del año pasado”, agregó.
Hace pocos días, esta columna dedicó espacio al tema de la infantilización de la pobreza. Se señaló en esa ocasión que “el drama de millones de argentinos que no alcanzan a cubrir sus gastos mensuales se agrava de modo considerable cuando la pobreza se sumerge en condiciones de mera supervivencia. Y adquiere la condición de tragedia en el mismo instante en que millones de chicos quedan desamparados. No solo tienen problemas para alimentarse como corresponde, sino que no pueden acceder a servicios de salud o educación y se vulneran todas las leyes y convenciones que los protegen”. Más de siete millones de menores de edad que viven en este país viven en hogares pobres. Y buena parte de ellos, de acuerdo al relevamiento de Unicef, comen salteado: un dato por demás doloroso.
En este contexto, el organismo que depende de las Naciones Unidas anunció la difusión de una campaña publicitaria que procurará alertar sobre el problema. De acuerdo a lo que se conoció, en uno de los spots Una madre acuesta a su hijo y el chico le pregunta “¿Por qué hoy nos vamos a dormir sin cenar?”, a lo que ella le responde inventando un cuento en el que la heladera también tiene que ir a descansar. Cuando los refrigeradores “descansan”, la crisis se hace presente en su cara más cruel.
“El hambre no tiene final feliz”, se titula la campaña.