Sociedad
La canonización del fundador de los Misioneros de la Consolata y su impacto en nuestra comunidad
El Papa Francisco proclamará santo a José Allamano y la noticia repercute en San Francisco que, durante mucho tiempo, fue sede nacional de la congregación que fundó el futuro santo.
Provenientes del Piamonte italiano, llegaron a la ciudad en 1952. Con esfuerzo y apelando a la colaboración de la grey católica sanfrancisqueña, levantaron el templo ubicado en la avenida Caseros y lo dedicaron a la Virgen de la Consolata. La iglesia fue convertida en parroquia de la diócesis en 1963. Los sacerdotes que llegaron a la ciudad también promovieron la creación de un seminario y fundaron un colegio secundario.
Por muchos años, San Francisco fue la sede nacional de los Misioneros de la Consolata, hasta que se trasladó en 2002 a la ciudad de Buenos Aires. La congregación dejó la parroquia, pero mantiene su presencia en el Instituto Pablo VI, ubicado en la misma manzana. El legado de estos misioneros sigue siendo valorado por nuestra comunidad. Los nombres de los padres Bosco, Viola, Borgogno, Núñez, Ricci, Guerra y Auletta, entre otros, dejaron su impronta entre nosotros y son recordados por muchos vecinos de la ciudad.
La evocación de la tarea pastoral y educativa de los Misioneros de la Consolata en nuestra ciudad es la referencia primera que acerca a la comunidad de San Francisco con una congregación religiosa que, por estos días, vive un acontecimiento singular. En efecto, el Papa Francisco autorizó el pasado jueves 23 de mayo la publicación del decreto que lleva a la canonización del Beato José Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata. El Pontífice aprobó un milagro atribuido a la intercesión del Beato José Allamano, con lo cual podrá ser canonizado junto al joven Carlo Acutis y un grupo de franciscanos martirizados en Siria.
La cercanía afectiva que históricamente ha tenido la ciudad con los sacerdotes seguidores de las enseñanzas de Allamano que desarrollaron aquí su labor pastoral, convierte en también cercana la noticia de la canonización próxima del fundador de esa congregación. Y seguramente tendrá fuerte impacto en las distintas comunidades cristianas, especialmente en la parroquia de La Consolata y el Instituto Pablo VI.
Quién fue Allamano
En el sitio web de los misioneros de la Consolata se relata que José Allamano nació el 21 de enero de 1851 en Castelnuovo d’Asti (hoy Castelnuovo Don Bosco), en el norte de Italia a escasos 30 kilómetros de Torino. “Educado en las virtudes cristianas por su madre, hermana de san José Cafasso, y por San Juan Bosco (fundador de los salesianos), de quien fue alumno durante cuatro años, respondió a su vocación sacerdotal con firmeza y determinación”.
Se ordenó sacerdote el 20 de septiembre de 1873. Fue durante siete años formador y director espiritual en el seminario mayor de la diócesis de Turín. En 1880 fue nombrado rector del santuario de la Consolata, cargo que desempeñó durante 46 años, hasta su muerte. Apasionado por la tarea misionera de la Iglesia, en 1901 fundó el Instituto de los Misioneros y en 1910 el de las Misioneras de la Consolata. Murió el 16 de febrero de 1926 en Turín, cerca del santuario de la Consolata. Fue beatificado por el Papa San Juan Pablo II el 7 de octubre de 1990. Su fiesta litúrgica se celebra el 16 de febrero.
La congregación que lleva el nombre de la Virgen de la Consolata tiene hoy presencia en 28 países del mundo, en donde aproximadamente 1.600 misioneros desarrollan su labor. El continente africano ha sido, desde los inicios, el territorio central de su actividad. Llegaron primero a Kenia y luego se esparcieron sus obras por Tanzania, Etiopia, República Democrática del Congo, Costa de Marfil, Mozambique, Uganda, Sudáfrica, Guinea Bissau, Djibuti y Angola. En el continente europeo, después de Italia, fueron también hacia Inglaterra, España, Polonia y Portugal. Su tarea misionera también se desarrolla en Asia (Corea del Sur, Mongolia y Taiwán). En América están presentes en Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Ecuador, Venezuela, Brasil, Bolivia y, por cierto, la Argentina. En nuestro país, además de su histórica presencia en San Francisco, están a cargo de obras religiosas en las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Salta y Jujuy.
El milagro
El milagro aprobado por el Papa Francisco, que determinó la decisión de convertir en santo al beato Allamano, ocurrió en la Amazonia, más precisamente en cercanías de Roraima, al norte de Brasil, casi en la frontera con Venezuela y Guyana. Los misioneros llegaron allí en 1948 e hicieron opción por los pueblos originarios de la región. En especial por la tribu Yanomani, en cuyo territorio los misioneros tienen presencia efectiva desde hace casi 60 años.
Se relata que el 7 de febrero de 1996, primer día de la novena al Beato José Allamano, Sorino Yanomani, de 40 años, fue atacado por un jaguar en el interior de la selva. Recibió heridas que son consideradas mortales en ocasiones similares: parte de su cerebro quedó al descubierto y sus posibilidades de sobrevivir eran muy escasas. Sus primeros cuidados sanitarios se llevaron a cabo en la misión de Catrimani, y tuvo que esperar ocho horas hasta ser trasladado en avión al hospital de Boa Vista, donde fue operado y entró en cuidados intensivos. Ante esta situación, un grupo de misioneras y misioneros de la Consolata, invocando al Beato José Allamano y realizando la novena, colocaron una reliquia suya junto a la cama de Sorino y junto a su esposa, en el hospital. Así, contrariamente a muchos diagnósticos médicos, Sorino se despertó diez días después de la operación sin problemas neurológicos. El 4 de marzo salió del hospital y el 8 de mayo regresó a Catrimani completamente curado, reanudando su vida normal en el Territorio Indígena Yanomami.
La advocación de la Consolata
Según la tradición, San Eusebio, el primer obispo que se conoce de la región del Piamonte italiano, fue exiliado a Palestina por el emperador Constancio en el año 354. Al regresar trajo de regalo a su amigo San Máximo de Turin una imagen de la Virgen María, cuya autoría se le atribuye a San Lucas. El cuadro de la Virgen desapareció debido a la destrucción de la capilla donde había sido depositado, a causa de las invasiones de los pueblos nórdicos.
Alrededor del año 1104, un hombre ciego llamado Jean Ravais, oriundo de Briançon (Francia), afirmó haber recibido un mensaje de parte de la Virgen indicándole el lugar donde se encontraba el cuadro, que debía ser rescatado, prometiéndole devolverle la vista. El lugar indicado por la era la torre de una Iglesia, en la ciudad de Turín. El ciego después de enfrentar numerosas dificultades emprendió el viaje.
El 20 de junio de dicho año, en presencia del obispo, sus sacerdotes y el pueblo, comenzaron las excavaciones y la imagen perdida apareció debajo de las ruinas. El mismo obispo la sacó entre los escombros y la expuso a la vista de todo el pueblo allí congregado, mientras exclamó: “¡Ruega por nosotros, Virgen Consoladora!” y la gente respondió: “Intercede por tu pueblo”. Según la tradición, en ese momento, el ciego Jean Ravais recobró la vista.