La banda que no existe pero suena en todo el mundo
Una banda de música, única en su género y en todos los géneros. Portada de medios internacionales. Merecedora de distinciones muy importantes. Tiene más de 150 discos publicados en el mundo. Pero en Argentina, su país, apenas si se editó uno cuya caja, al abrirla, está vacía. ¿Genios?, ¿fraudes?, ¿ejemplos de inclusión? ¿Existen aquí o en otro planeta?
Por Manuel Montali | LVSJ
"Reynols no existe", habría dicho alguna vez Miguel Tomasín.
Se afirma que tienen más de cien discos dando vueltas por el mundo. Pero usted mismo puede ir a su disquería favorita a hacer la prueba. Quizá primero descubra que ya no quedan disquerías. Pero, si tiene suerte, lo que comprobará es que los vendedores no tienen en catálogo, o en mente, a una banda nacional llamada Reynols.
No obstante, si insiste, podrá encontrar en Internet cientos de artículos, entrevistas, videos e incluso algún que otro álbum en formato digital. Y ahí quizá caiga en la tentación de creer que sí, que Reynols existe, que es cierto que hay (o hubo) una banda liderada por un poli instrumentista, aunque fundamentalmente baterista, y cantante, llamado Miguel Tomasín, cuya particularidad es tener Síndrome de Down. Una banda que completan Roberto Conlazo y Alan Courtis, siendo exintegrante Christian Dergarabedian, y sumándose cada tanto Patricio, hermano de Roberto.
La historia que encontrará es que Tomasín, fanático de los tambores desde los 3 años -a partir de un kit que le regaló su abuela-, apareció un día de 1993 por la Escuela para la Formación Integral de Músicos, en la que trabajaban los Conlazo y Courtis. Que su presentación fue: "Soy Miguel, un gran baterista famoso", y que la banda surgió casi al instante. Que tomaron el nombre por un experimento, que es la forma en la que siempre han funcionado, haciendo que un chihuahua pisara un control remoto de TV. Lo primero que vieron fue el rostro de un actor estadounidense, de allí "Burt Reynolds Ensamble", pero luego por cuestiones legales y la dificultad del frontman para pronunciar la "d" (que definió como una "l" embarazada), mutó en Reynols.
Porque mutar, transformarse, es la otra gran característica que siempre se ha atribuido a esta banda que no existe, y a su música. Como el famoso aforismo de "No es posible bañarse dos veces en el mismo río", ninguna canción de ellos puede repetirse: suena una vez y para siempre. El mismo término de "canción" es puesto en disputa: con ellos no queda esquema en pie, incluyendo esta misma lógica darle unidad a las melodías.
Las grabaciones son intentos desesperados para demostrar su existencia. Las reseñas contabilizan hasta 150 discos entre América, Europa y Asia. Pero el único editado en Argentina, "Gordura vegetal hidrogenada", sería un box que, al abrirlo, está vacío, luego de haberse "evaporado" 15 segundos antes. Los tildaron de estafadores. Su respuesta habría sido dar un recital exclusivo para una audiencia tolerante: tocaron en un parque porteño ante las plantas e insectos, hasta que los desalojó la policía por dar "mala imagen" a los turistas. Ese disco, hoy, aparece en plataformas virtuales: figura con lista de canciones (a ninguna se le habilita el play) y se puede enviar como regalo (¡hasta 250 euros!) a gente que, por supuesto, esté familiarizada con el concepto de música desmaterializada.
Reynols sí parece funcionar como una clase de patafísica: la excepción es la regla. La excepción es lo ordinario. Otro álbum se dice que es mitad en CD, mitad en cassette. O que tienen una sinfonía con el piar de 10.000 pollos (que en Lituania remixaron para bailar en una discoteca), así como otra obra en donde solo se escucha la reproducción de cassettes vírgenes, y otra con los cacerolazos del 2001 ("The sound of the argentinian cooking pot revolution").
El de "estafadores" es apenas uno de sus muchos calificativos. Probablemente sea la banda inexistente con mayor cantidad de intentos de definición en el mundo. Rock progresivo, psicodélico, techno, noise, space, dub, folk, avant-garde, krautrock, heavy, drone, post fluxus, free jazz, experimental... En la marea oscilante entre la ofensa y la emoción, les han dicho desde "aprovechadores" hasta "ejemplos de inclusión". Un periodista los llamó "terroristas sonoros argentinos", y quizá fue el que más se acercó a su verdad de romper todos los moldes y a la negación propia como ruptura máxima. Porque no estar es estar en todos lados. Miguel habría dicho que el Síndrome de Down sí existe, pero es un club de fans.
Así, los supuestos Reynols (que desde 2004 además habían anunciado su separación/mudanza al universo Minecxio) recibieron el 2021 Henry Viscardi Achievement Award, una de las mayores distinciones internacionales a la inclusión. También fueron la primera y única agrupación argentina en ser portada de la revista inglesa "The Wire". Y se dice que tocaron (sin Miguel, o con Miguel proyectado) hasta en la Torre Eiffel y la Nasa, luego de sus antiquísimas y supuestas primeras apariciones en un programa de TV argentino, "La salud de nuestros hijos", de Mario Socolinksy.
Un documental llamado "Buscando a Reynols", de Néstor Frenkel, en 2004, se propuso nada menos que la ambiciosa meta de hallar la verdad y definir de una vez y para siempre a este río de sonidos en el que nadie, ni Miguel, puede mojar los pies dos veces. Sus compañeros, alguna vez, habrían dicho que solo Tomasín tiene estas cosas en claro, porque es el único que no se las plantea: sabe lo que hace sin saberlo ni proponérselo. Como buena corriente de agua, se hace en y sobre la marcha.
Y en estos días han surgido noticias de que Reynols está tocando de nuevo, incluso en vivo, ante audiencias que pueden dar cuenta de que sí existen, ellos y Miguel.
En el final de la novela "Crímenes imperceptibles", de Guillermo Martínez, aparece un mago al que le falta una mano (René Lavand). "La magia no existe", dice, mientras hace justamente eso: magia. "Reynols no existe", habría dicho Miguel Tomasín, mientras hacía, justamente, a Reynols.