Análisis
La Argentina antiutópica
El caso Morena es un ejemplo de cómo se viven millones de argentinos, casi abandonados a su suerte y no se arregla solo con cancelar los cierres de campaña.
Quienes observan con intención crítica la realidad que vivimos se preguntaban el miércoles pasado cuáles eran las causas del impacto y la conmoción nacional que produjo el tremendo asesinato de una niña de 11 años, cuando se aprestaba a ingresar a su escuela. Un par de delincuentes segó su existencia en un asalto tan brutal como desgarrador.
Las respuestas a aquella pregunta pueden ser muy variadas. El cristal del punto de vista vuelve opacas algunas interpretaciones. El permanente estado de sospecha que la grieta ha generado entre nosotros hace el resto. De todos modos, en general, con mayor o menor énfasis, todas las miradas parecen coincidir en que este doloroso episodio es un símbolo perfecto para resumir la tremenda sensación de que el desbarranco de la Argentina es pronunciado.
La inseguridad campea. No solo en el Conurbano bonaerense donde ocurrió esta tragedia. Las políticas en la materia, si es que existen, no brindan respuestas. Las fuerzas de seguridad son impotentes frente al accionar de la delincuencia. En algunos casos, se sospecha cooptación. La escuela como insignia de civilización y promotora de movilidad social no puede cumplir con su misión. Porque también ha sido cooptada en algunos estamentos. Y porque la vulnerabilidad extrema de vastos sectores de la población impide visualizarla como alternativa de superación y progreso. El miedo, el temor, el malestar terminaron enraizándose en este océano de incertidumbres.
Domingo Faustino Sarmiento, en su monumental obra “Facundo”, asocia el miedo al espacio vacío. “El mal que aqueja a la Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes y se le insinúa en las entrañas”, escribió. En esa época, eran tan vastas las extensiones de tierra inhabitadas y tan comentadas las posibles asechanzas que generaba desasosiego el solo pensar que debían atravesarse. Pero la Argentina mal urbanizada de hoy revirtió esa visión.
Así lo sostiene Carlos Pagni en su libro “El Nudo: por qué el Conurbano bonaerense modela la política argentina”, en el que desglosa las características sobresalientes de ese conglomerado en el que se concentra casi el 40% de la población del país. Recordando aquellas afirmaciones del prócer, afirma el autor que “la fuente de miedo ya no es el vacío. Es la hiperdensidad. No es el desierto. Es la megalópolis. Vivir en ella conlleva la carga de temer. Y cuanto más ajustada es esa vida, mayor es el temor. La villa es un lugar peligroso, antes que nada, para el villero. Sarmiento soñó con derrotar el miedo a través de la urbanización, que asociaba con la civilización. El conurbano es la inversión de ese proyecto. Una antiutopía”.
La filosofía sostiene que las antiutopías suelen expresar la crisis de la esperanza histórica, germen de las incertezas y la incredulidad. Una crisis que tiene en el miedo a un condicionante permanente. Es un signo habitualmente presente no solo en el paisaje urbano donde ocurrió la trágica muerte de esta niña. Es un ejemplo de cómo se viven millones de argentinos, casi abandonados a su suerte. Es un reflejo del fracaso y la resignación posterior, ante la imposibilidad de terminar con las penurias y la ineficacia manifiesta de quienes afirman que tienen la receta para revertir la situación.
La Argentina antiutópica no se arregla solo con cancelar los cierres de campaña.