Personalidad de San Francisco
Jorge Joaquín Gregorio Martínez: abogado, periodista, padre y abuelo
Falleció el pasado 14 de junio en la ciudad de Córdoba y dejó una huella imborrable en el periodismo.
El pasado 14 de junio falleció Jorge Joaquín Gregorio Martínez, notorio habitante del país.
Fue hijo de Joaquín Gregorio Martínez (primer abogado nacido en San Francisco) y Elilia Paolasso. Nieto de don Damián Martínez de Mendívil, primer impresor de este diario y luego su propietario. Enfrentó el don y el desafío de la vida con una enorme entereza y así logró sobreponerse a los obstáculos que se le presentaron. Nunca renegó de ellos. Jamás aceptó prebendas para obtener sus objetivos. Solo confió en su inteligencia, su tenacidad y en la Virgen de Lourdes.
Estudió y egresó del Colegio Nacional (que había fundado su padre) como bachiller, no sin antes haber eludido una posible expulsión del sistema por defender sus convicciones democráticas.
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Siguió la senda del derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, donde egresó como abogado luego de que viera la luz su venerada "Revolución Libertadora".
Se incorporó al célebre Estudio Martínez, junto a su padre y su hermano, Buby. Desde allí ejerció la profesión con entereza, pasión y estudio. Fue un litigante implacable y distinto para el fuero, lo cual lo llevó a cosechar simpatías y antipatías. Todos respetaron su carácter frontal.
Como abogado tuvo el honor de ser por muchos años el consultor del Centro Comercial, Industrial y de la Propiedad, abogado del Banco de la Nación Argentina, Asesor Letrado de la Municipalidad, entre muchos otros clientes e instituciones que confiaron en su profesionalidad.
Tuvo también una importante vocación empresarial y periodística, que nació cuando su tío Carlos Martínez le ofreció hacerse cargo de la Dirección de La Voz de San Justo. Con prudencia, prefirió crear un Consejo con dos miembros de las otras familias propietarias.
En esa tarea sacó adelante a la empresa. La hizo rentable. La modernizó. Al extremo de llevarla a la digitalización de las tareas, en un rasgo de avanzada poco común para el interior del país. Instaló al diario en el centro del periodismo nacional, al punto de habérsele propuesto en dos oportunidades ser el Presidente de ADEPA (Asociación de Empresas Periodísticas Argentinas). Eligió quedarse en la Comisión de Libertad de Prensa. Finalmente resignó su liderazgo cuanto sintió que había dejado de contar con el apoyo de sus socios.
La actividad empresarial no lo privó de lo periodístico. Publicó innumerables artículos de opinión, en donde siempre dejó en evidencia una inteligencia especial, una ironía fina y una exposición descarnada de temas, cuestiones y conflictos que pocos se animaban a reflejar. Esta actividad le valió reconocimientos locales, provinciales, nacionales y del exterior. La leyenda cuenta que uno de sus artículos publicados en La Nación está presente, en un cuadro, en el despacho del Jefe de Redacción de dicho medio.
Fue más allá de los medios gráficos en su desempeño empresarial cuando tuvo la visión para asociarse y, especialmente, exponer su prestigio personal-profesional-empresario para la creación de "Cablevisión". Ese emprendimiento no hubiera sido posible sin la garantía de compromiso que imponía su participación. Los ciudadanos de San Francisco nunca habían podido ver televisión de manera razonable. Dependían de las condiciones climáticas, antenas altísimas de por medio, para poder captar las señales de Córdoba, Santa Fe y Rosario. La idea inicial era una antena comunitaria, que los avances tecnológicos convirtieron en televisión satelital. Un aporte fenomenal para el pueblo, que también trajo resistencias y resentimientos. Fue una de las primeras y más exitosas empresas de televisión por cable del interior del país.
Tuvo una notable y distinguida participación en lo deportivo. Se acercó a la actividad golfística desde muy joven, cuando se practicaba en San Francisco en un predio muy limitado y sin ninguna facilidad, en el ámbito del Jockey Club. Del campo de golf de 9 hoyos que había desarrollado Oscar Boero solo quedaban 3 en 1964. Lideró entonces el pequeño grupo de entusiastas que reformuló el proyecto para volver a contar con 9 hoyos e incluso le agregaron el riego y la debida inscripción como club afiliado a la Asociación Argentina de Golf. Ese fue el germen que, después de muchos años y distintas gestiones, llevó a lo que hoy es el Club de Golf del Jockey Club.
Párrafo aparte merece la referencia a su pasión por los viajes. Nada improvisado. Siempre con previo estudio y agotando todos los detalles y secretos de cada lugar que recorrió, descubrió y ayudó a conocer a otros con sus relatos y crónicas tan entretenidas. En muchas ocasiones los compartió con sus hijos y nietos mayores, como con la familia de su hermana-ahijada, Marily.
La brevísima síntesis de sus méritos y logros mundanos precedentes deben dar paso a su mayor obra: cuando los mensajes de la salud le advirtieron que venían los tiempos del descanso y el retiro, se instaló en la ciudad de Córdoba para poder disfrutar del golf, la naturaleza y, especialmente, la familia.
Familia en donde tuvo su lugar esencial Luchy (la Luchy), su amada esposa y compañera de toda la vida. Artífice de esa creación y, particularmente, embajadora y ministra de relaciones sociales. Ella siempre estuvo ahí: para apoyarlo, para elevarlo y para amalgamar todo.
Se convirtió, para gozo de la familia, en "el Coco", que disfrutaba de sus nietos, como ellos lo hacían de él y de todas sus historias, reales o noveladas, pero siempre entretenidas y repletas de enseñanzas. Fueron los años de su descanso, después de tanta lucha y pasión, los de su disfrute y de la posibilidad para que nietos -luego también bisnietos- pudieran aprovechar de su sabiduría. Para abrevar, como alguna vez le escuchamos decir de Don Joaquín: de la leche de los viejos.
Ejemplo de lucha y generosidad.