Análisis
Infantilización de la pobreza
De la pobreza no se sale con recetas mágicas. Los subsidios junto a otros factores sociales negativos conforman un coctel dañino. Quizás el más grave que se pueda enrostrar a la decadencia de la Argentina.
La pobreza llegó al 54,9% y la indigencia al 20,3% de la población en el primer trimestre, según estimaciones del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina en base a datos extraídos de la Encuesta Permanente de Hogares publicados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).
En efecto, en el último informe, que abarca el período abril-mayo, el Observatorio se había acercado a la tasa de pobreza (55,5%) pero sus cálculos respecto a la indigencia se ubicaron un tanto por debajo (18,5%). Con los datos oficiales del Indec, y por aglomerado urbano, las estimaciones de la UCA ubican a la región de Gran Resistencia, Chaco, como la más pobre del país con una tasa del 79,5%. La indigencia alcanza al 38,6% de la población. Le sigue Formosa con un 72% de pobres y Santiago del Estero- La Banda con casi 30% de indigentes. Pero la mayoría de las regiones tienen niveles de pobreza por encima del 50% y del 15%, en el caso de la indigencia.
Más dramático todavía resultan los porcentajes de pobreza infantil: 7 de cada 10 niños viven en un hogar pobre, mientras que 3 de cada 10 lo hacen en un hogar indigente, es decir, con ingresos que no cubren el valor de una Canasta Básica Alimentaria. Este nivel récord se transforma en una afrenta a la conciencia y exige respuestas desde todos los sectores. No es digno de una sociedad que tiene entre sus valores originales el respeto a la dignidad de las personas y la búsqueda del bien común.
El drama de millones de argentinos que no alcanzan a cubrir sus gastos mensuales se agrava de modo considerable cuando la pobreza se sumerge en condiciones de mera supervivencia. Y adquiere la condición de tragedia en el mismo instante en que millones de chicos quedan desamparados. No solo tienen problemas para alimentarse como corresponde, sino que no pueden acceder a servicios de salud o educación y se vulneran todas las leyes y convenciones que los protegen.
Vale recordar que tiene rango constitucional la Convención de los Derechos del Niño y que numerosas leyes nacionales como la 26.061 (Ley de Protección Integral de los Derechos de los Niños) y provinciales como la N° 9944 de promoción y protección integral de esos derechos en la provincia de Córdoba, son taxativas respecto de la obligación de amparar a los menores de edad en todos los aspectos de su existencia. Esta última norma establece que “las políticas públicas de los organismos del Estado deben garantizar, con absoluta prioridad, el ejercicio de los derechos de las niñas, niños y adolescentes. La prioridad absoluta implica preferencia en la protección y auxilio en cualquier circunstancia, la exigibilidad de la protección jurídica cuando sus derechos colisionen con los intereses de los adultos o de las personas jurídicas -privadas o públicas, la atención, formulación y ejecución de las políticas públicas, y la atención en los servicios esenciales”.
La protección de los menores de edad no tiene ideología. La hipocresía del anterior gobierno nacional fue evidente: mientras hablaba de ampliación de derechos, sus errores garrafales en materia de política socioeconómica y el clientelismo extorsivo determinaron no solo el crecimiento de los niveles de pobreza, sino también la destrucción de la esperanza. Por lo mismo, las iniciales actitudes desaprensivas de las actuales autoridades tampoco ayudan a modificar el triste y doloroso panorama.
De la pobreza no se sale con recetas mágicas o sencillas. La realidad lo demuestra. Los subsidios y otros dispositivos implementados no han tenido el resultado prometido. Porque las familias pobres han continuado viviendo en esa condición. Es más, se han profundizado las carencias. Y los menores de edad no pueden adquirir, en ese contexto, las herramientas para dejar de recrear las mismas realidades que sus padres. Mala calidad educativa, escaso acceso a la salud, inseguridad y alimentación inadecuada, entre otros factores sociales negativos, conforman un coctel dañino. Quizás el más grave que se pueda enrostrar a la decadencia de la Argentina.