Análisis
Humedad, lluvias, mosquitos, yuyales
La responsabilidad de los vecinos en el cuidado de los lotes baldíos es innegable. Como también lo es la del municipio para desmalezar algunos lugares en la ciudad que lucen descuidados.
San Francisco y la región vivieron en las últimas semanas una ola de calor húmedo que será recordada por haber elevado la canícula a niveles casi insoportables para el ser humano. El mundo habló de los 62° de sensación térmica que se padecieron días atrás en Río de Janeiro, Brasil. Los 57° que registró la Estación Climatológica de la UTN días atrás no están muy lejos de esa marca y también marcaron un escenario difícil para la vida.
La humedad relativa ambiente se ha mantenido muy elevada durante semanas. La pesadez del ambiente ha sido una realidad durante largas jornadas en las que resultaba casi imposible trasladarse y se hacía complicado hasta respirar. El tiempo determinó que algunas lluvias se sumaran a las que se registraron durante la temporada veraniega, con los beneficios que conllevan para la producción agropecuaria, pero con las complicaciones que siempre traen en los ámbitos urbanos de nuestra ciudad y la región.
Como consecuencia directa de la humedad y las lluvias, los mosquitos proliferan. Encuentran el clima ideal para reproducirse y se lanzan, voraces, a picar a cualquier incauto que no acierte a colocarse repelente. Las molestias que siempre causan estos insectos han trocado este año en una preocupación mayúscula. Es que una de las especies de mosquitos está generando estragos en la salud pública. El dengue ya tiene características de epidemia en todo el país. También en San Francisco. Todos los voceros del sistema sanitario así lo certifican. Casi que no haría falta que lo hagan porque en cada familia se vive con inquietud y hasta con desasosiego la aparición de algún caso que, en determinadas circunstancias, puede derivar en complicaciones muy graves.
Al mismo tiempo, las condiciones ideales para que el mosquito se reproduzca con enorme velocidad cuentan con un par de aliados visibles en vastos sectores de la ciudad. Por un lado, la existencia de piletones de distintos tamaños en los que queda estancada el agua en la vía pública, así como la falta de mantenimiento de algunos natatorios o sitios en los que se acumula el líquido. A esta altura es llamativo que no se tome conciencia de la gravedad de la situación. Por el otro, el yuyal ha ganado espacios privados y públicos. Su altura, en algunos sitios, es más que considerable, lo que genera una situación negativa en materia de higiene urbana y un potencial riesgo para la salud de las personas. Porque, sumándose a los mosquitos, alimañas y roedores se instalan en esos sitios descuidados. Para peor, se potencia esta negativa incidencia con la mala costumbre de arrojar allí todo tipo de desperdicios, generando minibasurales tan fétidos como dañinos a la estética y la salud.
La responsabilidad de los vecinos en el cuidado de los lotes baldíos es innegable. Como también lo es la del municipio para desmalezar algunos lugares en la ciudad que lucen descuidados. Es posible que la tarea se dificulte por las condiciones del tiempo y por el área importante que debe cubrirse. Sin embargo, algunos yuyales han alcanzado tal magnitud que se hace necesaria la intervención. Por ejemplo, las banquinas de algunos accesos o el malezal que cubre las márgenes de algunos canales a cielo abierto, los cuales se extienden incluso hasta el borde de determinadas calles y avenidas.
Si bien no podemos evitar que la humedad y las lluvias sean cosa frecuente en esta época del año, la epidemia de dengue es motivo más que suficiente como para que en toda la ciudad se tome nota de que algunas circunstancias favorecedoras de la difusión de la enfermedad pueden ser atacadas de plano.