Historias
Gratos recuerdos de pequeñas aventuras en la década de los ´40
Alceo Santecchia fue un niño que pudo terminar la educación primaria en una época en que no todos podían hacerlo. Su familia se mudó, pero él volvió a su Frontera natal donde luego fue el último jefe de la estación ferroviaria.
Por Arturo A. Bienedell | LVSJ
En 2004, entrevisté para el Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco y la Región a Alceo Ángel Santecchia, último jefe de la estación de trenes de Frontera, quien relató vivencias de su infancia.
Hijo de Albino Santecchia y Dominga Ormello, su padre, italiano, fue uno de los promotores en noviembre de 1932 de la Cooperativa de Quinteros Ltda. San Francisco, que procuraba el aumento de producción local de verduras y frutas y la defensa de los productores.
Alceo fue un destacado vecino de Frontera que a los últimos años de su vida los dedicó a memorar su pasado ferroviario y a divertir y educar a los niños con títeres de su manufactura en escuelas cercanas. De su extenso testimonio rescatamos un momento de su infancia, de su vida escolar entre Estación Frontera y San Francisco, donde concurrió a la “escuela terminal” Presidente Hipólito Yrigoyen.
Alrededor de 1940, su padre, ya alejado de la actividad quintera, regenteaba un almacén de ramos generales y hospedaje en un edifico que se ubicaba en una esquina al oeste de los talleres y la estación del Ferrocarril Central del Estado en Frontera, donde daba servicio “a muchos ferroviarios que trabajaban en los talleres y preferían comer en nuestro comedor”, recordó.
Ese hospedaje tenía también habitaciones donde pernoctaban quienes se vinculaban por el ferrocarril. Allí, Alceo ayudaba en los menesteres más livianos. “Nunca me tocó trabajar siendo chico”, dijo en su relato.
Al aludir a su concurrencia a la escuela recordó: “En Estación Frontera fui hasta quinto grado y después pasé a la Presidente Hipólito Yrigoyen, donde concurríamos todos los que podíamos terminar la primaria. Los varones íbamos a la mañana y las chicas a la tarde”.
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“Para ir a San Francisco viajábamos en el ‘tren obrero’, el Obrerito, como le decían, que salía a las 7.30 de la mañana y volvíamos a mediodía. Una anécdota es que íbamos dos varones desde Frontera, un chico de apellido delgado y yo. El ‘obrero’ salía desde Frontera y llegaba hasta la estación en el centro de San Francisco y siempre llegábamos tarde a la escuela porque debíamos ir desde la estación que estaba donde ahora está el Centro Cívico, hasta la escuela Yrigoyen, así que después empezamos a largarnos del tren cuando pasaba por calle Primero de Mayo porque ahí iba más despacio y la escuela nos quedaba a dos cuadras. Un día nos vio una maestra y nos llamaron a la Dirección y nos preguntaron porqué nos largábamos del tren. Les explicamos que, si no hacíamos eso, llegábamos tarde, entonces nos permitieron llegar unos minutos luego. Así que después nos largábamos del vagón lo mismo en ese lugar, jugábamos un rato a las bolitas e íbamos más tarde a la escuela”.
La directora era Marina Fava de Esteban y en Frontera, a la que más recuerdo era una directora que se llamaba Rosa Ciperovich, una rusa hermosa que vivía en San Francisco. Todas las maestras venían desde San Francisco, no había ninguna en Frontera.
Poco después de esto, cuando terminó la primaria su padre vendió todo y fueron a Matheu, en Buenos Aires, de donde era originaria su madre Dominga Ormello. Pero, como escribió Armando Tejada Gómez, “uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida” y así fue que Alceo Santecchia regresó a Frontera después de cumplir los 22 años, tras dos años de servicio militar en la Marina y empezó, ya adulto, su vida ferroviaria.