Sociedad
Gonzalo Velázquez, un joven viviendo sus sueños
"Afortunadamente, somos de la generación que está despertando, y los trabajos tradicionales no nos apasionan", asegura el sanfrancisqueño que trabajaba como ingeniero electrónico y le iba muy bien, pero no era feliz, vendió todo y se subió a un avión. Aunque lo suyo fueron las ganas de conocer el mundo, no escapa al prejuicio del profesional "lavacopas". Plasmó su experiencia personal en un libro y se convirtió en guía para muchos que deciden emigrar.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
"Estudiar una carrera, conseguir un buen trabajo, escalar posiciones, adquirir más y más responsabilidades, endeudarse para comprar una casa, tener un auto, dedicarle casi todo el tiempo de nuestra vida a la rutina para poder darse el lujo de escaparnos de ella quince días al año. Intenté seguir esa receta, pero algo no funcionaba, y es que simplemente no era feliz". Gonzalo Martín Velásquez (29) creció en una familia de clase media en San Francisco, sin lujos pero sin carencias. A los 24 años se recibió de ingeniero electrónico en la UTN y a los 25 decidió no trabajar más de su profesión, dejó todo y se fue en busca de una aventura al otro lado del mundo.
El bloc donde escribió sus anécdotas de viajero se convirtió en un libro, "Vendo todo, me voy a la mierda" (Editorial Brujas), que lleva más de 1.500 copias vendidas y oficia de guía para muchos jóvenes que se van del país o tienen expectativa de emigrar por la falta de oportunidades, aunque este no haya sido el motivo de la partida de Gonzalo.
Hoy, radicado en Sídney, Australia, el joven está de visita en la ciudad y durante su estadía dialogó con LA VOZ DE SAN JUSTO.
Viajar, trabajar y escribir un libro
Gonzalo se graduó en la universidad en 2017 pero antes, en 2015, ganó una beca para estudiar y vivir durante seis meses en Alemania, viaje que le abrió la cabeza y lo inspiró. "Nunca había salido de la ciudad por más de una semana, solo conocía una mínima fracción del mundo, lo que me rodeaba. Regresé de Europa y me di cuenta que necesitaba seguir haciendo experiencias y viajar. Trabajé durante un año y medio en una automotriz en Córdoba, pero un día dije 'me cansé, me voy', me compré un pasaje y migré a Filipinas".
Había logrado todo lo que cualquier chico de su edad podría desear: un título universitario, un buen trabajo que le permitía mantenerse solo y ahorrar para algún día poder comprar una casa o un auto, pero sentía que realmente ese no era su anhelo, que no estaba viviendo sus sueños. "Yo quería explorar otras cosas, mochilear, hablar otros idiomas, conocer nuevas culturas, tener una historia interesante que contar", confiesa.
"Cuando me fui, ni siquiera sabía qué era Filipinas. Buscando en Internet accedí a un programa de voluntariado para enseñar español allí". Es que no contaba con demasiados ahorros como para hacer un viaje largo sin trabajar.
Admite que"también podría haber sido África o cualquier otro lugar, yo quería viajar a toda costa". Finalmente, el destino fue Davao, una ciudad de la isla filipina de Mindanao.
Gonzalo actualmente está radicado en Australia.
"Siempre escribí, pero la idea del libro sugirió cuando llegué a Filipinas y empecé a recibir muchos mensajes de personas que me preguntaban y me alentaban a que siguiera con mis relatos. Después de casi un año de textos, decidí juntarlos a todos y armar un libro", recuerda.
"Yo quería cumplir el sueño de escribir un libro en el cual contar mi experiencia, y terminó convirtiéndose en una guía para muchos que pasan por la misma búsqueda que yo. Nunca imaginé tanta repercusión", afirma todavía asombrado.
"Muchísima gente me escribe para consultarme por trámites de la visa y otras cuestiones. Soy como un gurú (risas). Y si yo puedo darles ese empujoncito cuando no se animan, bienvenido sea".
"Vendo todo, me voy a la mierda", fue literal. "Lo que pude lo vendí y aquello de lo que no podía desprenderme, lo dejé en la casa de mis padres en San Francisco. Lo dejé todo, me arriesgué. Agarré mi mochila y partí. Gasté mis ahorros en un pasaje de ida, no tenía dinero para volver, me fui a vivir a una isla, a un país del que no conocía absolutamente nada, no tenía fecha de regreso y aunque me haya movido miles de kilómetros, el viaje más importante fue hacia adentro", dice sobre esas ganas imparables de descubrir el mundo y seguir conociéndose a él mismo.
Si bien Filipinas lo acogió con los brazos abiertos y le aseguraba trabajo por un año, a la mitad de ese tiempo decidió poner punto final a esa experiencia a la que reconoce como una de las más movilizadoras de su vida, pese a que en el último tiempo se había vuelto algo rutinaria.
Lejos de querer regresar a la Argentina, Gonzalo tomó nuevamente a un avión, esta vez, rumbo a Australia, donde ya lleva viviendo tres años y experimentó todo tipo de empleos: lavacopas, albañil, chef y hasta trabajó como paseador de perros y con delfines en un santuario.
"Aunque me haya movido miles de kilómetros, el viaje más importante fue hacia adentro", confiesa Gonzalo.
Migración calificada
Las distintas oleadas de partidas de argentinos al exterior tienen un denominador común: se trata de una migración calificada. Aunque emigrar para Gonzalo tuvo un sentido más espiritual y de crecimiento personal y no profesional, su historia no escapa al prejuicio del "ingeniero lavacopas", o a la definición de fuga de cerebros.
"La gente tiene esa percepción: 'van a lavar copas a Europa u a otra parte'. De hecho, mi papá cuando me ve lavado platos me dice: 'pero vos sos ingeniero'. Pasa, sí, pero la verdad es que yo no era feliz trabajando de lo mío. Me fui, tuve trabajos que requerían poca responsabilidad, finalizaba mi horario laboral y me iba a la playa. No quería vivir estresado, con el trabajo pendiente todo el tiempo en la cabeza", comenta.
Para él, "lo válido es perseguir la propia felicidad y no el título que la sociedad dice que tenés que alcanzar".
"El estudio te abre un montón de puertas, pero viajar es una buena opción para salir de esa burbuja de comodidad y probar cosas y posibilidades nuevas, da herramientas para conocerse a uno mismo y no tener miedo a emprender. Te das cuenta que podés hacer lo que sea".
"Toda la gente que conocí en Australia está haciendo trabajos de inmigrante, poco calificados, que tal vez jamás los hubieras hecho, pero te das cuenta que te gusta", añade Gonzalo. Y declara que en aquel viaje revelador a Alemania entendió que "la vida no tenía que ser lo que me habían enseñado durante tanto tiempo, que quizás viajar no tenía que ser una forma de relajarse de las obligaciones diarias; que quizás viajar era también una forma de vivir. Allí aprendí mucho, muchísimo sobre la vida, sobre las personas y sobre mí mismo".
"Afortunadamente, somos de la generación que está despertando, y los trabajos tradicionales no nos apasionan, no soñamos con pasarnos once horas en una oficina o en una fábrica para llegar a casa, dormir y volver al trabajo. Tal vez no sepamos aun lo que queremos, pero definitivamente sabemos lo que no queremos".
"La economía argentina empeoró en los últimos años, de hecho, regresé y no entiendo nada de los precios. Y aunque no fue mi caso, veo que mucha gente se va por ese motivo -continúa el joven-. Estando de viaje me di cuenta de lo que realmente me gustaba, me descubrí. Estudié ingeniería, pero tenía un abanico de posibilidades en cuanto a otras carreras universitarias. Viajando conocí otras cosas, como el buceo, que me voló la cabeza y en un futuro me veo trabajando de eso".
Volver a casa
¿Emigrar significa abandonar tu país, tu patria? Gonzalo tiene su mirada al respecto: "Para mí, hay dos grupos de personas, las que se van y empiezan a decir que la Argentina es una mierda y que no volverán nunca más, y aquellas que como yo, a pesar de estar lejos, siempre nos interesamos por lo que pasa en nuestro país, nunca nos desconectamos. Eventualmente, en algún momento me gustaría regresar y radicarme en mi Córdoba querida".
"Muchos dirán que es inseguro, que no es el primer mundo, capaz la ciudad es un poco sucia, pero desde que llegué a San Francisco, caminaba y no se me borraba la sonrisa, estoy feliz de estar acá".
"Irse es difícil, perdés tu comodidad, salís de la zona de confort; te alejás de tus amigos, de tu familia, por ahí te sentís un poco solo, o no entendés el idioma o no conectás con la cultura, cuesta hacer amistades, los vínculos son más superficiales, es como que nunca vas a abrazar a un australiano, por decirlo de alguna manera. Por otro lado, se valoran otras cosas: la tranquilidad económica, trabajando de lavaplatos podés ahorrar, comprarte un auto; también, la seguridad y la tranquilidad de saber que vas caminando a la noche con los auriculares puestos y no te va a pasar nada. Es un balance que hay que hacer".
Después de Australia, donde quiere quedarse un tiempo más para "seguir ahorrando dinero porque se gana muy bien", Gonzalo proyecta mudarse a Centroamérica para "explorar el mundo del buceo y estar más cerca de casa".