Exigencia sanmartiniana
Los argentinos recordamos hoy al más grande prócer de nuestra historia. Llegó al bronce superando sus debilidades y errores. Lo hizo a partir de su honradez a toda prueba y su entusiasmo por la libertad de su pueblo. Convencido DE que la unidad nacional en las grandes causas es el único camino posible.
Se cumplen hoy 173 años del paso a la inmortalidad del general José de San Martín. En otros tiempos, la conmemoración daría paso a una serie de actos conmemorativos de la figura del Padre de la Patria que aglutinaban a buena parte de la población en derredor del bronce que perpetúa su memoria en las plazas centrales de cada localidad. Hoy, con el feriado trasladado, se harán lo mismo los homenajes, pero -como ha venido ocurriendo desde aquella decisión- no alcanzarán el brillo ni la relevancia que la figura del Libertador merece.
En este contexto, adquieren nuevos sentidos las palabras pronunciadas en 1877 por el entonces presidente Nicolás Avellaneda al anunciar la intención de su gobierno de repatriar los restos de San Martín que descansaban en Francia. Dijo al respecto: "Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir." Por lo expresado en el párrafo anterior, estos conceptos están más vigentes que nunca, porque no solo será necesario devolver a la conmemoración la importancia que tiene, sino también porque preparar el porvenir en la difícil encrucijada actual de la Argentina exige volver a las fuentes de la nacionalidad, reforzar las tradiciones y apoyarse sobre la memoria de quienes, nadie como San Martín, lucharon para que amaneciera la libertad en esta tierra.
Avellaneda impulsó el retorno de los restos del prócer, no solo porque el Libertador merecía descansar en la tierra que amó, sino también porque entendió que había que buscar prendas de unidad en un país cuya vida política e institucional estuvo marcada por divisiones y enconos desde el comienzo. Tanto, que el propio San Martín se había negado a volver a la Patria debido a estos conflictos que sacudieron nuestra historia y tensan hasta el límite la realidad de hoy.
San Martín es, por antonomasia, la figura que genera consensos a partir de los que puede ensayarse el ejercicio de buscar criterios comunes para resolver los graves problemas de hoy. Su ejemplo invita a superar la grieta y comenzar a construir una nueva Argentina que termine con décadas de deterioro económico, social, político y cultural. Vivió en un tiempo en el que todo estaba por edificar. Y, sin embargo, puso manos a la obra, expuso el pellejo y convocó a la acción emancipadora aun en medio de sospechas, desconfianzas y traiciones a las que hizo frente porque su único interés fue "la felicidad de la Patria", como expresó en una carta que le envió en 1819, desde Mendoza, al caudillo santafesino Estanislao López.
Ahogados, entre otras cosas, por el desconcierto y la incertidumbre, por diferencias que se asumen como irreconciliables, por bolsones de pobreza que agravian la dignidad humana, por la corrupción y la debacle educativa, los argentinos recordamos hoy al más grande prócer de nuestra historia. Llegó al bronce superando sus debilidades y errores. Lo hizo a partir de su honradez a toda prueba y su entusiasmo por la libertad de su pueblo. Convencido, además, de que la unidad nacional en las grandes causas es el único camino posible.
Es ésta la exigencia sanmartiniana que nos conmina hoy y siempre. Nos exhorta a hacer "un esfuerzo de patriotismo", a deponer "resentimientos particulares" y a concluir "nuestra obra con honor", porque "para los hombres de coraje se han hecho las empresas".