Educación
Estudiantes de UTN desarrollaron un satélite no orbital lanzado sobre un cohete
Como parte del trabajo final de la cátedra Informática II, tres estudiantes de Ingeniería Electrónica desarrollaron un satélite no orbital lanzado sobre un cohete propulsado por agua a presión, para realizar diversas mediciones climáticas.
El camino de la formación en Ingeniería presenta constantes desafíos, que hay que enfrentar con conocimientos y creatividad, como también ocurre en el ejercicio profesional. Y fue eso lo que pusieron en práctica tres estudiantes de Ingeniería Electrónica de UTN San Francisco, que construyeron un pequeño satélite no orbital, que es lanzado sobre un cohete propulsado por agua a presión, para realizar diversas mediciones climáticas, como la presión atmosférica o la humedad, a más de 60 metros de altura.
Todo se originó en la cátedra Informática II, a cargo del Dr. Javier Redolfi y el Ing. Fernando Daniele. Allí les propusieron a los estudiantes que apliquen los conocimientos aprendidos durante el año en un proyecto final y ellos no dudaron: “Vamos a construir un cohete”, destacaron Lucas Nahuel Figueroa, Vicente Baldo, y Sebastián Rausch.
“Como proyecto final de la materia teníamos que presentar un trabajo que nosotros quisiéramos hacer, a libre elección. Si bien había algunos requisitos, nos dieron mucha libertad para elegir qué hacer. Así que nosotros, viendo por un lado los lanzamientos que hace Space X, y por otro las competencias de Cansat, que son microsatélites que tienen sensores, decidimos avanzar con este proyecto, que utiliza sensores en su interior, que transmiten vía wifi a un servidor, y a su vez, enviamos toda esa información a una página web que nosotros creamos”, explicaron los estudiantes.
Después, Lucas añadió: “Nos basamos en competencias que se hacen en otros lugares, donde participan cohetes de agua que tienen el mismo funcionamiento, es decir, es una opción más fácil y económica, ya que utiliza agua y aire a presión, tiene un sistema que va en una base, tiene un corcho que entra a presión y se ajusta con una tuerca y eso regula la presión que sale. Cuando supera la presión interna de la botella, sale el corcho y por acción y reacción el agua sale para atrás y lo impulsa al cohete para arriba”.
“En las primeras pruebas llegamos a unos 80 metros, pero con 60 metros ya logramos el despliegue correcto del paracaídas, el funcionamiento correcto de los sensores y mantenemos la comunicación del wifi”, dijo Sebastián.
“Podemos controlar, por ejemplo, el inicio de la toma de datos de los sensores, reiniciarlo, controlar el motor que despliega el paracaídas, la temperatura interna, la temperatura ambiente, la presión atmosférica, y contamos además con un acelerómetro, un giroscopio, y una foto resistencia para medir la cantidad de luz”, explicó Vicente.
Un dato importante es que con este proyecto, los tres estudiantes aprobaron con una nota de 9,25. “La presentación fue perfecta. Los profesores se engancharon con el proyecto, ya que fue la primera vez que alguien hizo esta propuesta, aunque lo importante no era tanto el cohete sino la parte electrónica, que funcione bien, y eso lo logramos, así que estamos muy felices”, dijo Sebastián.
Y agregó: “Antes de presentarlo se nos ocurrió otra idea, porque tuvimos un tema con el procesado de los datos a tiempo real, y la apertura del paracaídas, entonces utilizamos un sensor inductivo, que funciona con la gravedad, se baja ese sensor y activa directamente el mecanismo del paracaídas sin ningún tipo de espera, lo que es primordial porque son cuatro o seis segundos los que está en el aire y todo tiene que funcionar correctamente”.
También hay que destacar que, a las complicaciones propias que implica ejecutar un proyecto de estas características, hay que sumarle el hecho de que los tres viven en localidades diferentes: Lucas es de San Francisco, Vicente de Freyre, y Sebastián, de Brinkmann. A pesar de eso, pudieron coordinar para encontrarse, sumar conocimientos y habilidades, y desarrollar el satélite y el cohete.
En relación con la posibilidad de seguir avanzando en el estudio y desarrollo de proyectos de esta temática, Lucas expresó: “A mí me emocionó mucho el tema del lanzamiento, me gustaría seguir trabajando este tema porque se puede ampliar de muchas maneras, para que llegue a mayor altitud o tenga mayor velocidad, o mayor aceleración, todo eso puede variar, llegando inclusive a alturas de 300 o 400 metros, con materiales más livianos. A este proyecto lo hicimos con materiales que teníamos, y lo más accesible son las botellas de PET, pero podríamos cambiar esos materiales por fibra de vidrio y llegar a mayor altitud”.
Por su parte Sebastián comentó: “Yo soy técnico electromecánico de la IPETyM de Brinkmann, pero no me imaginaba que podía hacer este tipo de experiencias. Me gustó mucho porque aprendí de lo que es la física que tienen los cohetes, y de todo lo que se puede llegar a hacer en cuestiones de sensores, microcontroladores y todo lo que se puede aprender”.
“Hay muchísimas aplicaciones donde uno puede utilizar lo aprendido en electrónica, son muchas ramas que se pueden abarcar, donde se pueden hacer más automáticos los procedimientos, pero me gusta mucho la electrónica por todo lo que abarca, puede ser cualquier cosa”, señaló.
Y Vicente remarcó: “No sabía la relación que podían tener la mecánica con la electrónica, eso me sorprendió. Hasta ahora en la carrera uno ve mucha teoría, pero ya con este tipo de experiencias no veo la hora de seguir avanzando para hacer otras cosas y aplicar lo que vamos aprendiendo”.