Claudio “Papi” Clemente
“En el mundo del metal no hay nada escrito pero sí muchos códigos”
Tuvo la rockería más famosa de nuestra ciudad, en la galería Bucco. Hoy radicado en Carlos Paz, sigue relacionado con el mundillo del metal. Gran amigo de Ricardo Iorio se dio el lujo de traer a Hermética a San Francisco y recorrer el país siguiendo a las bandas.
Por Stefanía Musso | LVSJ
Con una melena más larga y canosa pero con la sonrisa de siempre. Detrás de ese look metalero, con botas gruesas de cuero y campera a tono, hay un personaje que San Francisco extraña por sus calles. Se trata de Claudio “Papi” Clemente, el hombre de 53 años que se adueñó de la Galería Bucco con su rockería Hangar y que durante décadas fue todo un suceso.
Ese espacio, muchas veces mal visto y con los prejuicios de muchos, se convirtió en parte de la historia y la vida cultural de los metaleros y roqueros por muchos años hasta que cerró sus puertas.
Radicado en Villa Carlos Paz con un negocio igual al que tenía en nuestra ciudad, regresó para acompañar a Ricardo Iorio en su show del pasado 8 de julio con quien comparte una amistad pero también la pasión por el avistaje de aves, sí, las aves.
“El metal tiene códigos”, dijo Papi a POSTA y eso se traduce en los muchos amigos que atesora porque es querido en San Francisco y la región por romper con los tabúes además de ser de los primeros que organizó recitales como la primera llegada de Hermética.
¿Hace cuánto que no venías a San Francisco?
La última vez que vine fue hace un mes. Tengo a mi papá, mi hermana y sobrina en la ciudad y muchos amigos.
Actualmente vivís en Carlos Paz…
En diciembre se van a cumplir tres años. Siempre tuve rockería en Carlos Paz pero era mucho más chica, la atendía otra persona y subsistió sola porque me la pasaba viajando. Ahora, a este negocio lo atiendo yo y es mucho más grande.
¿Por qué elegiste esa ciudad serrana?
Porque siempre me gustó mucho la ciudad y además, hace trece años que estoy en pareja con Carolina (Pesci) aunque no vivimos juntos. El negocio y la vida hicieron que me quedara a vivir allá.
¿Cómo te sentís allá?
Muy bien. El cambio fue completamente personal porque hace tres años que no tomo nada de alcohol. Hubo cambios en la vida y eso me hace sentir bien. Carolina fue una pieza fundamental para ser lo que soy hoy.
¿Nada de alcohol?
Nada. Lo hice porque mi hijo estaba haciendo cosas que no me gustaban y entendí que era porque yo estaba cometiendo esos errores. Entonces, decidí frenar con eso.
¿Se extraña San Francisco?
En San Francisco tuve rockería por veinte años, toda una vida comercial, pero más que eso era un espacio cultural. Ahí conocí a toda mi gente. Era un lugar social.
Ese negocio fue un emblema de la ciudad, de la galería Bucco.
Primero, fue Hangar 18, después Hangar y ahora es As de Espadas, pero en Carlos Paz.
En décadas anteriores, la rockería era un lugar mal visto; muchos padres no querían que sus hijos ni se asomaran por ahí.
Sí, pasó… y tenían razón (risas).
¿San Francisco es una ciudad más rockera que Carlos Paz?
Sí, seguro. La gente de nuestra ciudad asiste a los recitales. Estuvo Iorio y vinieron de todas las localidades. Si hacés el mismo show en Villa Carlos Paz, seguro que asisten entre 200 y 300 personas, nada más. Eso es porque también “La Villa” está muy cerca de Córdoba Capital donde se hacen los recitales y queda relegada. Hay muchas bandas, pero no responden a los recitales. Yo vendo bien porque es una ciudad turística.
Más allá de la rockería física, no hay recital en el país en que un sanfrancisqueño no te haya encontrado vendiendo tus remeras.
Ahora estoy más tranquilo, pero sigo vendiendo donde haya un show. Viajar siempre fue un berretín mío. No solo voy a los recitales, también a los motoencuentros. Hace poco estuve en Concordia con La Renga y traje cosas a San Francisco. Cuando abrí el negocio en Carlos Paz, me sentí súper atado porque pasé de viajar todos los fines de semana a un encuentro de rock a quedarme atendiendo un local.
Y seguro extrañarás que te saluden en cada recital.
Eso es lo bueno, lo lindo de todo esto. No solo acá sino en toda la zona. Tengo muchos amigos en Rafaela, Súnchales, Santa Fe y Córdoba Capital. Eso me lo dio el trabajo y lo recitales que organizábamos pegando afiches en los pueblos. Pegábamos un panfleto y la gente se acercaba a hablarnos. Cuando hacíamos un show acá, también lo llevábamos a otros lados. En el mundo del metal no hay nada escrito pero sí muchos códigos.
Dijiste que tu regreso fue para ver a Iorio y todos sabemos que son grandes amigos ¿Cómo lo conociste?
Lo conocí hace años caminando en la Galería Bond Street en la Capital Federal. Le pregunté si era él y cuando le dije que era de San Francisco, Ricardo me contestó que tenía una tía viviendo en la ciudad y que quería tocar en San Francisco. Volví de Buenos Aires, hablé con los muchachos de Britania del encuentro que tuve y empezamos a mover los hilos para traer a Hermética a la ciudad. Nunca se había hecho un recital de heavy grande, excepto por Reef pero nada de metal.
Por ese entonces nadie quería alquilarnos los clubes o los salones. No me voy a olvidar que ese día, a media hora del comienzo del show, empezó a llover y se inundó la ciudad. La gente vino igual y fue una locura. Ahí nació todo. Después de Hermética, fue Almafuerte. A las bandas las seguíamos a todos lados.
¿Iorio mantiene vivo al metal?
Él es el principal referente, pero hay muchas bandas de metal, el tema es que son pocas las que triunfan.
Pero con toda la movida nueva, del trap, el hip hop y el reggaetón parece que el rock quedó postergado.
El rock está dormido porque la movida nueva ocupa lugares. Los chicos hoy están en otra. Vas a un recital y ves siempre las mismas caras. No hay un recambio, excepto los hijos de los de siempre. Eso pasa en el metal, porque otros estilos tienen más seguidores como es el caso de La Renga.
El metal es una forma de vida y tiene muchos códigos, es difícil de explicar. Parece que todo es heavy pero no es tan así. En otros tiempos podríamos haber sido más complicados, pero ya nos actualizamos.
¿Te sentiste discriminado alguna vez en San Francisco?
Pasó que no me dejaron entrar en algún lugar por el aspecto y respondíamos de una manera sin tanto amor y paz.
¿El tatuaje también complicó un poco el panorama?
Siempre tuvimos problema con la policía porque venía gente a tatuarse que no querían que estuvieran en la ciudad. Después terminamos siendo todos amigos porque iba por la calle y la misma policía me saludaba.
Y vos siempre aceptaste a todos por igual…
Siempre el que vino a mí fui amable, por eso será que la gente que me conoce me tiene afecto. Muchos pensaban que era malo por el aspecto, pero también soy pariente, soy ahijado y voy a lugares que no son del palo y muchos se sorprenden.
¿Te quedó algo pendiente de hacer en la ciudad?
Siempre hay cosas por hacer. Tal vez nunca hubiera cerrado la rockería y luché por tenerla pero llegó un momento que no cumplía con mis expectativas.
De la locura del metal a la paz de la naturaleza
“Papi” Clemente encuentra su equilibro en la pesca y el avistaje de pájaros. “Ir a pescar me da paz, es una pasión. En una época me la pasaba más pescando que trabajando. Es más, me iba una semana y dejaba el negocio a cualquier persona. Mi abuelo y mi padre eran pescadores de Laguna Piava y eso continuó conmigo”.
“Conozco mucho de pájaros. Con Ricardo Iorio tenemos charlas sobre pájaros, podemos pasar horas hablando de eso. Si viajo y voy para el lado de Corrientes, me detengo en la ruta para observar las aves. Es otra pasión”.