Elecciones 2023
El tono y los modos de la campaña electoral
La ciudadanía asiste a una nueva versión adolescente de la campaña electoral, plagada de generalizaciones vagas y repetitivas.
Ya está en marcha la campaña proselitista con miras a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (Paso) del próximo 13 de agosto. En los medios electrónicos, la publicidad satura los espacios cumpliendo con las disposiciones legales vigentes en la materia. Y en prácticamente todos los ámbitos de la comunicación, la discusión política va in crescendo. En especial cuando los candidatos con mayores posibilidades, de acuerdo a los sondeos, lanzan sus dardos contra quienes son sus contrincantes.
En efecto, durante los primeros días de la campaña se han producido escarceos poco edificantes entre dirigentes que aspiran a la presidencia de la Nación. No solo entre postulantes de fuerzas antagónicas, sino también entre los que dirimen la compulsa interna de una agrupación o coalición política. Los intentos de diferenciación, de toma de postura frente a problemáticas de la realidad, aunque sin propuestas claras para resolverlas y de descalificación del adversario dominan la escena.
En especial, cobró notoriedad esta última faceta. El ministro de Economía y candidato a presidente del oficialismo eligió “condenar” el pasado de quien considera su principal rival, en un intento evidente por polarizar la elección entre dos personalidades y no entre dos corrientes de ideas. La respuesta de la precandidata de Juntos por el Cambio se expresó en términos similares de descalificación. Vale recordar que ninguno de los dos personajes ha demostrado coherencia permanente en sus trayectorias políticas. Más bien, la mirada objetiva permite observar que los vaivenes ideológicos y conductuales han sido la norma en sus carreras políticas.
Con ello, el notorio deterioro del debate político en el país se mantiene en zonas escabrosas y alejadas de las necesidades e intereses del electorado. Y todo indica que las cosas seguirán de este modo en las semanas que vienen. Chicanas, operaciones, carpetazos y hasta insultos quizás dominen la escena de una campaña electoral tan chata como irrelevante a la hora de proponer salidas al atolladero en el que se encuentra la Argentina. A falta de ideas, buenos son los insultos. A falta de soluciones, mejores son las promesas que, se sabe, se esfumarán a poco de andar. A todo esto, se suman spots de campaña novelescos, irreales, carentes de sentido común en muchos casos. Así también, denuncias de manejos turbios de dinero de supuestos aportantes y hasta de un “mercado” de candidaturas que se pagan.
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Hace ya varios años, más precisamente en 2009, el entonces obispo de Rafaela, monseñor José María Franzini había expresado su preocupación por el tono de la campaña electoral de ese año. El extinto prelado que luego de su paso por la vecina ciudad santafesina fue designado arzobispo de Mendoza, dijo que los mensajes proselitistas eran el “signo de una inmadurez cívica patética. Montar una campaña sobre la descalificación es de una pobreza cívica notable. Creo que, en esto, desgraciadamente, el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”.
Aquellas expresiones cobran nuevamente vigencia ante la escalada del discurso agresivo, a todas luces inadmisible y revelador de una falta de criterio alarmante. Algo inaceptable cuando se están por cumplir 40 años de democracia y se supone que la madurez cívica debería haberse logrado. Sin embargo, la ciudadanía asiste a una nueva versión adolescente de la campaña electoral, plagada de generalizaciones vagas y repetitivas, que despiertan poco interés y, lamentablemente, acrecientan la confusión.
Resta esperar que se reflexione en torno a lo que los argentinos esperan de su dirigencia política. Y que los tropezones evidentes de estos primeros días den paso a otra manera de procurar la captación de prosélitos. La esperanza es lo último que se pierde.