Historia
El “Tampierazo”: a medio siglo del conflicto que derivó en un día trágico
Se cumplen 50 años de aquella huelga y protesta obrera en San Francisco que trascendió a todo el país.
Inaugurada en 1969 por el “Cordobazo”, las manifestaciones violentas se repetían en distintas ciudades como un signo de época. Legítimas reivindicaciones populares terminaban en desórdenes y enfrentamientos con la policía. San Francisco fue escenario de una de ellas: el “Cordobacito”, el “Sanfranciscazo”, el “Tampierazo”, distintas maneras de llamar a los hechos que acaecieron el 30 de julio de 1973, durante una huelga general decretada por la Regional San Francisco de la CGT en apoyo a las demandas del cobro de salarios atrasados por parte del personal de la fábrica de fideos Tampieri.
El país vivía la época de los “azos”, afirma el sociólogo Lucas Aimar en su trabajo titulado Conflicto, identidad y sentido: el caso del “Tampierazo” en San Francisco, publicado en 2010 por la revista de estudios avanzados Astrolabio de la Unidad Ejecutora del Conicet y la Universidad Nacional de Córdoba. Una época en la que “era una constante el apoyo de las estructuras sindicales y la participación de los trabajadores en luchas que no siempre tenían que ver con reivindicaciones estrictamente laborales”.
Aimar describe tres procesos que “cobraron visibilidad” a partir de la protesta de los empleados de Tampieri. Por un lado, la situación económico – agrícola de la región que derivaron en un “conjunto de problemas vinculados a la situación financiera y productiva de la firma Tampieri, que se agudizan hacia finales de la década de 1960 y principios de 1970”, a lo que se suma “la caída de la producción triguera debido a las intensas sequías registradas entre 1968 y 1971”, lo que constituyó “un importante freno para las actividades comerciales e industriales vinculadas a este cereal”.
En segundo término, cita a la apertura democrática que se produjo a principios de 1973, donde se produjo el “florecimiento de las movilizaciones de masas y el ejercicio de diversas formas de protesta como modo de peticionar a las nuevas autoridades. La toma de lugares públicos y establecimientos fabriles como forma de canalizar demandas insatisfechas, pasan a ser moneda corriente”.
Finalmente, señala Aimar “la politización de la protesta sindical y obrera durante el período, surgida en el cuestionamiento de la “natural identificación entre los trabajadores y el movimiento liderado por Perón: este cuestionamiento –afirma el texto de Lucas Aimar- se dio a partir de la presencia de los movimientos clasistas, que, fundamentalmente desde Córdoba, aparecieron como “aberración” dentro del movimiento obrero” y que, según su mirada, “por primera vez permitió a las clases trabajadoras fijar objetivos de transformación social por fuera de los límites que le imponía el peronismo”.
En este marco económico y político complejo se desenvolvieron los hechos ocurridos en San Francisco, a partir de la movilización de protesta convocada por la CGT San Francisco para el 30 de julio de 1973. Episodios que perduran en el recuedo de los sanfrancisqueños, pese a que se trataron de hechos traumáticos y a que –según el estudio antes citado- se han mantenido “agazapados en la memoria colectiva con límites y tonalidades difusas”.
La crónica de un día trágico
Una joven vida perdida fue el saldo más doloroso de una jornada de pesadilla. El joven Oscar Molina, de 17 años, víctima de un artero disparo de un arma calibre 22, fue el lamentable corolario de aquel día en el que San Francisco fue escenario de episodios muy violentos.
La crónica de LA VOZ DE SAN JUSTO, publicada el 2 de agosto, es un relato que –a 50 años- permite tomar dimensión de lo ocurrido. El texto que figura en el archivo de este diario es el siguiente:
A las 10 del lunes se inició el paro activo dispuesto por la CGT Regional San Francisco debido a los problemas que vivía la fábrica Tampieri. Se plegaron a la medida de fuerza todas las agrupaciones sindicales en apoyo a las demandas del personal de la citada empresa.
Numerosas personas fueron convergiendo hacia el local de la delegación de la CGT, ubicada en bulevar 9 de Julio al 1700. Por otra parte, en la intersección de 25 de Mayo y Buenos Aires se concentró el grueso del personal de los establecimientos fabriles, estimándose el número de los allí reunidos en 2.500 personas.
La columna avanzó por 25 de Mayo, estando precedida por una bandera argentina, en tanto que se observaban carteles de las principales organizaciones obreras del medio. La manifestación era precedida por dos vehículos desde los cuales se propalaban consignas relacionadas al conflicto de la firma Tampieri y se exhortaba a la unidad de la clase trabajadora. Al llegar a 25 de Mayo y avenida del Libertador, la columna torció hacia 9 de Julio, cruzando la Plaza Cívica.
Tras congregarse frente al local de la CGT, los manifestantes se dirigieron hacia la fábrica Tampieri, al tiempo que se escuchaban estribillos y cánticos relacionados con el motivo del paro.
Al llegar frente al domicilio de la familia Tampieri –en cercanías de la fábrica- partieron numerosos petardos, los que hicieron explosión dentro de la finca. Asimismo, se arrojaron dos bombas de estruendo que estallaron en la pared frontal del edificio. Tras ello, los manifestantes continuaron su paso y en la cuadra siguiente se repitieron las escenas anteriores. En el lugar, vive otro de los integrantes de la firma en conflicto.
Finalmente, la manifestación llegó al establecimiento fideero, en el cual se observaban numerosos carteles con leyendas tales como “fábrica ocupada” y otras alusivas a la situación del personal.
Para referirse al conflicto planteado entre el personal y la empresa hicieron uso de la palabra el secretario general de los fideeros, Antonio Nebione. Luego el secretario general de la CGT, Oscar Liwacki, el titular del sindicato molinero, Oscar Álvarez y finalmente el de Luz y Fuerza en representación de las 62 Organizaciones, Hugo Chiavarini.
El último de los nombrados exhortó a los presentes, que en ese momento sumaban unas 5 a 6 mil personas a retornar al local de la CGT. A las 11.10, la manifestación emprendió el retorno por bulevar 9 de Julio.
Comienzan los desórdenes
Cuando los manifestantes pasaron nuevamente frente al domicilio de 9 de Julio 1379, se repitió la pedrea contra el frente, en tanto que otro grupo de manifestantes se dirigió al domicilio de 9 de Julio 1245, donde se vivieron las mismas escenas.
En el primer domicilio, algunos manifestantes rompieron la puerta del garaje, desde cuyo interior sacaron un automóvil Chevrolet, lo dieron vuelta y lo prendieron fuego. En esos momentos, se pudo observar que varios manifestantes arrancaron baldosas y ladrillos, los que eran arrojados contra la vivienda. La manifestación invadió la propiedad, rompiendo ventanas y entregándose al saqueo, retirando mobiliario, así como otros elementos.
En ese momento la policía comenzó a arrojar gases y a efectuar ráfagas de ametralladora para amedrentar a los exaltados. Eran las 12.15. Ardía también un automóvil Fiat de color azul, también de propiedad de la familia Tampieri.
Mientras esos sucesos tenían lugar en bulevar 9 de Julio, algunos manifestantes se desprendieron del grupo y avanzando por la arteria mencionada y por calle Libertad, llegaron al domicilio del doctor Joaquín Greogrio Martínez, en General Paz 172. Allí penetró un grupo de unas 50 personas, las que de inmediato comenzaron a destruir e incendiar la vivienda y el estudio jurídico. En ese momento, llegó personal policial por calle Libertad, el que arrojó gases lacrimógenos para dispersar a los revoltosos.
A las 14.30, los manifestantes seguían frente al domicilio de 9 de Julio 1245. Se observó la explosión de algunas bombas “Molotov” y se volvieron a escuchar detonaciones de armas de fuego. En esos instantes se vio caer a un joven herido de un balazo, que fue llevado al sanatorio Cruz Azul, cercano al lugar.
Pero cuando el joven llegó al sanatorio, había dejado de existir. Oscar Alberto Molina, de 17 años fue la única víctima fatal de los hechos. Según el informe del medio policial, la bala tuvo la siguiente trayectoria: “De atrás hacia adelante, de derecha a izquierda y muy ligeramente de abajo hacia arriba”.
Mientras la agresión contra los domicilios de la familia Tampieri continuaba y cuando se escuchaban expresiones que tenían la intención de linchar a sus integrantes, alguien sugirió tomar por asalto una armería, para así poder enfrentar a la policía. Fue de esta manera que varias personas jóvenes llegaron a la armería Curtino y penetraron por los fondos del negocio, violentando puertas y, desde el interior, rompieron la vidriera. Del comercio citado se llevaron armas de diversos tipos, así como otros artículos expuestos para la venta.
En el lugar, actuó la policía y detuvo a cinco personas, todas menores de edad, rescatando parte de lo robado. También se pudo observar que se rompió una vidriera de la tienda Heredia Funcional, ubicada a pocos metros de la armería.
A las 17, llegó a San Francisco una dotación de la guardia de Infantería de la policía. El personal uniformado logró entonces dispersar a los manifestantes, utilizando bastones y gases lacrimógenos. Solo allí, la familia Tampieri pudo ser rescatada y conducida a la jefatura de policía.
La calma se restableció a las 18.30, quedando solamente un grupo de personas en el local de la CGT, cuyo frente estaba cubierto de vidrios rotos y restos de una fogata. El saldo fue de 18 personas heridas, dos de ellas de gravedad.
La presencia del vicegobernador
Al caer la tarde, llegó a San Francisco el entonces vicegobernador de la provincia, Atilio López, acompañado del ministro de Gobierno, Erio Bonetto. Luego de reunirse con los sectores interesados en el conflicto y atender a los periodistas, dirigió un mensaje radial a la población.
Su primera manifestación fue la expresión de “su doloroso sentimiento frente a la joven vida tronchada, cuyo valor excede en mucho a los intereses económicos que están en juego en la emergencia”.
“La tarea de reconstrucción nacional en que nos hallamos empeñados –dijo- exige de una serena reflexión de los protagonistas de estos acontecimientos. Y el gobierno de la provincia, sin declinar un ápice su claro sentido de autoridad, basado en la legitimidad de su origen, asegura al pueblo de San Francisco que las causas que originaron estos acontecimientos, sean de vieja data o de reciente origen, sean provocadas por presuntos vaciamientos de empresa o por motivos coyunturales de orden económico – financiero, serán extirpadas, previos los estudios que exige nuestra responsabilidad de gobernantes”. López sostuvo que “los puntos de vitas en este serio problema de la fábrica Tampieri serán analizados cuidadosamente teniendo interés prioritario el mantenimiento de la fuente de trabajo”.
Añadió: “Es necesario que el pueblo de San Francisco sepa que, en la medida que estos episodios sean protagonizados por ellos mismos, una será la forma de su tratamiento y otro será el criterio en la medida que estos episodios sean instrumentados por gente extraña al medio que, aprovechando la legítima lucha reivindicatoria protagonizada por los obreros de esta ciudad, se infiltran provocando desorden y atentando contra los ideales que en estos momentos guían la acción del pueblo y del gobierno, que no son otros que la reconstrucción nacional paralela a la liberación”. Por ello, finalizó diciendo que “no se tolerarán intromisiones extrañas que lo desvíen de sus grandes objetivos y también estoy seguro que no lo tolerará la clase obrera, firmemente aunada en torno de sus ideales peronistas”.
Cabe señalar que el 31 de julio por la tarde, los obreros de la fábrica Tampieri cobraron sus salarios adeudados, en virtud de que así lo dispuso el gobierno de Córdoba, luego de un pedido expreso de un subsidio por parte del gremio fideero.
Después de la pesadilla
El jueves 1 de agosto, LA VOZ DE SAN JUSTO editorializó sobre la violenta jornada. “La ciudad despierta de una horrible pesadilla. Y le cuesta creer que está despierta. Ayer retomó su ritmo de labor como arrastrando el peso de una culpa que no tiene, que no le alcanza. Que es la consecuencia de propósitos elaborados y encaminados fuera de ella. Y que se consumaron con la intervención de gente foránea en connivencia con agentes locales más o menos visibles, no cabe duda”.
Agregó el editorial que “el conflicto laboral determinante del paro del lunes último, es lamentable. Y muy respetables los intereses en conflicto, en especial los de numerosas familias trabajadoras que no reclamaban otra cosa que lo más natural: cobrar sus sueldos –considerablemente atrasado su pago-, para enfrentar las exigencias de la subsistencia familiar, en momentos en que cobrando bien y al día es muy difícil vivir sin angustia económica”.
Sin embargo, “ese conflicto pudo y debió resolverse sin llevar las cosas al extremo a que llegaron. Como pretexto para llegar a lo que se llegó: al desborde, al ensañamiento, al desvío, en fin, de la cuestión estrictamente gremial para ponerla al servicio de ideologías extrañas a la sensibilidad y al interés nacional, partidarias del caos y la violencia. Ahí están las consecuencias. Sobre todo, una irreparable, como lo es la pérdida de una vida joven, que importa en su hogar un tremendo drama que, sin embargo, vivirán de espaldas, indiferentes ahora, aquellos mismos que de manera indirecta lo provocaron. Desgraciado saldo que, sin embargo, es de temer que no sea suficiente para llamar a la reflexión. Ni a los responsables como actores y factores del desorden, ni a los responsables que en función de gobierno no supieron prever todo esto. Es decir, lo que todos veían llegar, menos ellos. La ciudad lo advirtió. Instituciones del medio manifestaron su preocupación y temores a la autoridad policial, frente a la presencia de gente extraña y sospechosa, ya entre nosotros con más de 48 horas de anticipación al paro y el anuncio de la llegada de otras personas con iguales intenciones de agitación. No se supieron adoptar las providencias que correspondían. Sólo se reaccionó cuando la autoridad estaba desbordada”.
El texto finalizó expresando el anhelo de que se produzca también una “reflexión de la autoridad, de un gobierno culpable de imprevisión, frente al deber imperioso de aprender, de una vez por todas, la lección. Sacudamos de sobre sí esta dolorosa impresión que San Francisco ha sentido y sufrido y que no merecía”.
La “venta” de la firma
Los numerosos problemas económico – financieros que arrastraba desde hacía tiempo la fábrica Tampieri eclosionaron a mediados de 1973. De acuerdo al relato de Ricardo Miguel Ángel Tampieri en su libro “Crónicas de un inmigrante boloñés”, semanas antes de la jornada violenta, hubo negociaciones para vender la firma. El 19 de junio de 1973 “hicieron presentes en la firma los compradores, que resultaron ser Damby López y Jorge Dragotto. Luego de varias alternativas en cuanto a las opciones de compra, allí mismo se preparó un boleto, el cual, por desdicha, firmé, apurado por las circunstancias apremiantes”, según el autor.
En el libro se relata que la venta se la hizo conocer al gremio fideero de inmediato. “Los compradores se comprometían a poner en funcionamiento el complejo”, afirma. Mientras durase el proceso de traspaso “nosotros seguíamos al frente de la empresa hasta efectuar la transferencia definitiva. Es decir, hasta el cobro del primer valor dado como parte de pago de la operación, que debía hacerse efectivo en la Capital Federal el 15 de julio de 1973”.
“El cheque entregado no poseía fondos” afirmó Tampieri. Y concluyó en que “las cláusulas atinentes al pago jamás fueron cumplida por estos estafadores”.
Luego de los sucesos del “Tampierazo”, el 3 de agosto este diario publicó la noticia de que Damby López, uno de los supuestos compradores, acudió al ministerio de Hacienda y Finanzas para solicitar una entrevista con su titular José Ber Gelbard y solicitar que se active la concesión de los créditos bancarios que eran indispensables para la rehabilitación del establecimiento. López señaló en esa ocasión que el establecimiento no era más propiedad de la familia Tampieri, puesto ques desde el 19 de junio se había hecho cargo de él junto con su socio Jorge Dragotto. Manifestó que su primera preocupación fue liquidar los sueldos pendientes de mayo y asumió el compromiso ante la delegación local del Departamento Provincial del Trabajo de pagar los salarios de junio el 27 de julio. Dijo que en la primera fecha no se pudo cumplir con lo estipulado en virtud de que todavía estaban pendientes las gestiones de crédito desarrolladas ante numerosos bancos. López puso de relieve que con algo más de cien millones de pesos viejos quedaría arreglada la situación financiera actual de la empresa”.
Sin embargo, el 4 de agosto, LA VOZ DE SAN JUSTO publicó declaraciones de Raúl Tampieri, quien confirmó que López y Dragotto no habían cumplido con los compromisos contraídos, quedando en consecuencia la empresa en manos de sus primitivos propietarios.
A mediados de ese mes, según el relato de Ricardo Miguel Tampieri, el gobierno de Córdoba entregó un crédito al gremio fideero para la adquisición de trigo para poner en marcha la fábrica y nombró administrador al contador Oscar Bosso, de la Dirección General de Rentas.
Vale recordar que la fábrica Tampieri cerró definitivamente en la década de 1990, siendo propiedad de la firma Tres Molinos.