El sueño de la razón produce mártires de la Patria
Un buque inapropiado para aguas difíciles. La decisión de tomar en secreto y sin permiso una ruta internacional. Un naufragio, 77 víctimas, dos sanfrancisqueños. Días de intrigas y polémicas diplomáticas con Chile, que sin embargo prestó la ayuda fundamental para rescatar los pocos restos del Fournier y sus ocupantes, con los que se pudo reconstruir una tragedia quizá evitable. Una página negra en la historia naval argentina. "La quinta del Ñato", Capítulo 3: "El sueño de la razón produce mártires de la Patria".
Por Manuel Montali | LVSJ
El ARA Fournier era uno de los primeros buques de guerra construidos en nuestro país. Se había lanzado al agua en 1939 y desde 1949 había sido incorporado a la Armada Argentina para tareas de rastreo y minado.
Su nombre era homenaje a César Fournier, corsario italiano que participó en el bando argentino en la guerra contra Brasil, siendo un verdadero terror para el país vecino, al que le capturó una treintena de embarcaciones, y que luego desapareció en alta mar tras un naufragio en 1828.
En la noche del 21 y 22 de septiembre de 1949, habiendo partido de Río Gallegos, se internó aparentemente en aguas territoriales chilenas sin aviso, optando por esa vía para llegar a Ushuaia, con 77 personas a bordo (dos civiles) y al mando del capitán Carlos Negri. Por causas que se desconocen, aunque se presume que relacionadas con un temporal feroz, naufragó y se hundió, perdiendo la vida todos sus ocupantes.
Entre las víctimas había dos sanfrancisqueños: el cabo 1° Sixto Capdevilla y el marino 2° Milton Henry Silva. El primero tenía 27 años y venía realizando una carrera naval muy destacada, por lo que ya revestía título de oficial en el rastreador. Silva tenía 19 años. Había cumplido con 8 años de aprendizaje en la Escuela de Especialidades de la marina, para ingresar a la Armada Nacional el 1 de octubre de 1948, pasando a prestar servicio inmediato en el Fournier.
El monumento homenaje fue erigido por iniciativa de la Asociación de Reservistas "General José María Paz", siendo el primero en todo el país. La escultura, en piedra. con un ancla y una cadena cortada, fue ideada por el presidente honorario de esta entidad, mayor Tito Luciani, y fue realizada por el escultor Miguel Pablo Borgarello. Se inauguró con un gran acto el 31 de octubre de 1949, fecha destinada a la conmemoración de los muertos por la Patria, con la presencia de familiares de los jóvenes fallecidos, marinos, autoridades, estudiantes y público en general.
Decisiones fatales. La mayor ¿gloria? para un marino
Los discursos del homenaje hicieron hincapié en la valentía de los jóvenes marinos, en la voluntad de progreso, en la vocación de servicio y el sentido patriótico que llevó al Fournier a hundirse en los abismos helados del mar argentino. En nombre de la Marina de Guerra, el capitán Ricardo Anzorena aseguró: "Tuvieron la mayor gloria a la que pueda aspirar un marino: la de morir en su buque".
Se hizo hincapié justamente en la muerte de los jóvenes en aguas nacionales. No obstante, casi con seguridad, al momento de su hundimiento, el rastreador estaba navegando sin permiso por mares territoriales chilenos. Habría optado por esa ruta desde el Estrecho de Magallanes en lugar el mar abierto del lado argentino, ya que en principio era más sencilla para llegar a Ushuaia, sobre todo al avecinarse un fuerte temporal y por la poca estabilidad del Fournier (de características más proclives a zonas portuarias y aguas calmas).
En esa época, las comunicaciones estaban lejos de tener la agilidad de las actuales, por lo que hubo varios días de confusión hasta que los hechos se fueron aclarando y se reunió información sobre el último punto de contacto del Fournier y la ruta elegida, así como sobre el probable lugar del hundimiento, a las 5 del 22 de septiembre, unas 60 millas al sur del puerto chileno de Punta Arenas. El seguimiento de todas estas tareas durante los últimos días de ese mes y la primera mitad de octubre tuvo una amplia cobertura en los medios periodísticos de la época, movilizando a los ciudadanos de ambos países, con actos de sepelios multitudinarios, entre los que se inscribiría el homenaje en San Francisco.
El accidente despertó algunas críticas diplomáticas de parte del país trasandino. De todas maneras, se brindó una colaboración fundamental desde un principio en las tareas de búsqueda, incluyendo por ejemplo el testimonio de pobladores de las costas chilenas que acercaban información sobre el paso de elementos a la deriva e incluso cuerpos, gracias a lo cual finalmente se pudieron recuperar dos botes y restos del barco, junto a los cadáveres de nueve personas (todas al parecer muertas por hipotermia).
Como si se cumpliera una profecía autocumplida desde la elección del nombre de Fournier (el héroe italiano desaparecido en alta mar), de las demás víctimas del rastreador, entre ellas las dos sanfrancisqueñas, no se supo más nada.