Sociedad
Día del Trabajador Maderero: el recuerdo de Luis Alberto, respetado referente del sector
La historia de la familia Alberto en el rubro del mueble se remonta a más de medio siglo atrás.
Por Manuel Montali | LVSJ
El pasado fin de semana se llevó a cabo en la capital provincial la edición número 17 de la Feria Internacional del Mueble Argentino (Fimar). El evento incluyó una serie de reconocimientos especiales hacia Luis Alberto, reconocido empresario de la ciudad que falleció el pasado mes de enero, quien fuera uno de los ideadores de esta exposición, además de uno de los principales referentes de la Cámara de la Madera y Afines de San Francisco. En el marco de estos emotivos homenajes, se lanzó además el Corredor del Mueble Argentino (CMA), otro proyecto en cuya génesis participó el dirigente local hasta sus últimos días.
Teniendo en cuenta la reciente celebración, el 1 de agosto, del Día del Trabajador Maderero, recordamos especialmente a Alberto, quien se formó en este rubro junto a su padre, en el seno de una empresa familiar que hoy integra con su propia hija a la tercera generación.
Los primeros años
La historia de la familia Alberto en el rubro del mueble se remonta a más de medio siglo atrás. Fue en 1966 cuando Alfredo Domingo Alberto inició la fabricación y comercialización de muebles para el hogar. Se trataba de un inquieto comerciante y viajante que venía ensayando la fabricación de diversos productos y extendiendo su red de ventas. Con este nuevo proyecto apuntaba a lograr una completa línea de “Muebles combinados” de alta calidad y diferenciados por su exclusividad.
Algunos años y mudanzas más tarde, la fábrica se instaló en la que terminaría siendo su ubicación actual, en terrenos sobre la ruta nacional Nº 19 (Av. Rosario de Santa Fe 980) que en ese momento pertenecían a Atilio Godino, a quien luego se los adquirieron.
La refundación
Para comienzos de la década del ochenta, Alfredo decidió retirarse de esta actividad, pero sus hijos Luis y Roberto tomaron el desafío de darle un nuevo giro a la fábrica, orientándola hacia la construcción con madera. De ese modo, la empresa cambió radicalmente, conservando de sus maquinarias originales tan solo un balancín a modo de símbolo.
Surgiría así en 1984 la firma que actualmente lleva el nombre de “Adamobili”, como un homenaje a las iniciales de su fundador, quien acompañó a los hijos en la dirección y comercialización de la empresa hasta su retiro definitivo ya con el nuevo milenio.
Con Luis enfocado en las compras y finanzas, y Roberto en la producción y venta, la firma fue logrando diferentes metas y encarando continuamente nuevos desafíos en materia de diseño. Aunando fuerzas con empresas del interior, lograron visibilizar la producción local a lo largo y ancho de la Argentina, así como en países extranjeros, llegando a mercados de muy difícil acceso como Estados Unidos y Canadá. A modo de anécdota, al momento de producirse en 2001 el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, funcionaba en su noveno piso el Córdoba Trade Center, que lucía muebles de la firma local.
Un dirigente con visión
El fin de semana pasado, en Fimar, con la presencia de su familia, se reconoció especialmente la labor de este dirigente local.
Heredando el espíritu inquieto y asociativo del padre (histórico dirigente de diversas entidades empresariales y civiles), Luis, nacido en 1959 y formado como contador público en la Universidad Nacional de Córdoba, fue justamente un gran propulsor de ideas para el sector del mueble, participando en la ya mencionada génesis de Firmar y del CMA, también de la Asociación del Mueble Argentino (Asoma), organizadora de esta exposición, e integrando la presidencia y diferentes roles dentro de la Cámara de la Madera y Afines de San Francisco.
En la última edición de Fimar, el pasado fin de semana, se realizó por todo ello un emotivo homenaje especial a este emprendedor, en donde se entregaron reconocimientos a su familia y se compartieron diferentes testimonios de referentes del sector, quienes lo destacaron como un dirigente gremial ejemplar, ético, cálido, con visión y convicciones.
Su empresa, Adamobili, se mantiene asentada en estas raíces familiares. Conserva el balancín como símbolo de la primera era, antes del ingreso de la segunda generación. María Florencia, hija de Luis, representa hoy a la tercera línea familiar que mantiene vivo el sueño de don Alfredo, de lograr un producto exclusivo, potenciado por el diseño y la investigación permanente, ese sueño que comenzó hace más de medio siglo, en 1966.
Los mismos valores, en el trabajo y en la casa
Junto a su esposa Silvana, Luis tuvo cinco hijos: María Florencia, María Cecilia, María Eugenia, Daniel y Joaquín.
En el homenaje del pasado fin de semana en Fimar, los oradores le pidieron una disculpa especial a la familia por las horas que le “robaron” sobre todo en el último tiempo, ya que Luis no dejó de participar en reuniones y gestiones ni siquiera cuando su salud se vio afectada.
Su familia destacó en este sentido que “todo lo que hizo, fue siempre con mucha convicción. Nunca dejó de ser él ni dejó de lado sus valores. Fue un hombre que como era en casa, era como amigo y dirigente. Un hombre muy sincero, de principios arraigados, que tenía una escala de valores que no la cambiaba por nada, y que todo por lo que luchó fue siguiendo su impronta y su religiosidad”.
Destacaron su pasión por el mueble y que “siempre mantuvo la expectativa de poder generar algo más, de innovar y poder seguir creciendo, sin pisar cabezas, tratando de consensuar, encontrar equilibrio, facilitando el crecimiento de otros incluso muchas veces quedándose él en el mismo lugar. Vimos que se puede ser un dirigente sin necesidad de ir en contra de lo que se piensa. Trabajó hasta sus últimos días por el crecimiento del mueble, que hoy se puede ver. Es una lástima que no haya podido seguir haciendo esto que tanto le gustaba, pero se fue rodeando de la gente como para que se pudiera continuar con su impronta”.
Su legado, también desde la docencia
Luis fue además un reconocido y querido profesor en distintos institutos de nivel secundario y universitario (Colegio “Sagrado Corazón” de los Hermanos Maristas, Ipem N° 145 “Doctor Francisco Ravetti”, Uces San Francisco).
Quien firma esta nota, además de contar el privilegio de haberlo tenido de tío, lo tuvo de profesor en el secundario. Mi primera experiencia con él al frente del aula la compartí con un primo, también sobrino de Luis. Por ende, todo nuestro curso llamaba “Tío” Luis al profesor de Economía.
Cursábamos esta materia en horario de contraturno, de modo que al mediodía nos íbamos con mi primo a almorzar de nuestros abuelos (los padres de Luis), y luego retornábamos al colegio.
La primera clase para la que nos anunció examen oral, las temidas “lecciones” de Economía, mi primo y yo ya sabíamos lo que nos esperaba. Sabíamos que íbamos a ser los primeros en pasar al frente. Ese era el modo en que Luis demostraba que en su curso no había preferidos. El mediodía previo a esa lección le pedimos a nuestra abuela que llamara personalmente a su hijo para rogarle que no nos hiciera pasar por eso. Ella nos siguió la corriente divertida. Nunca escuchamos la respuesta. Pero, cuando estuvimos sentados en el aula, y el profesor anunció el inicio de la ronda de lecciones orales, sí escuchamos nuestros nombres, bien claritos. Ni siquiera su madre nos salvó de ser los primeros en pasar.
Esa declaración de principios también marcó toda la trayectoria del “Tío” Luis.