El nazi exiliado que terminó como concejal en Villa María
Ludolf Emmanuel Georg Kurt Werner von Alvensleben se unió al partido nazi en 1924. A su llegada a la Argentina vivió en muchas ciudades y falleció en Santa Rosa de Calamuchita en 1970.
Había nacido en la ciudad de Halle, en la provincia de Sajonia, por entonces territorio prusiano, el 17 de marzo de 1901. Lo bautizaron con el kilométrico nombre de Ludolf Emmanuel Georg Kurt Werner von Alvensleben.
Venía de una familia noble, y tanto su abuelo como su padre habían sido militares. A la muerte de su abuelo, heredaron el castillo medieval de Schochwitz, que pertenecía a la familia desde 1783.
El castillo, que pasaría a su poder a la muerte de su padre, supo albergar en varias oportunidades a la máxima cúpula nazi, entre ellos al propio Hitler.
Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, quedó en manos del Estado. Con el tiempo se vendió y actualmente es un hotel y la principal atracción del lugar.
En 1911, el joven Ludolf se enlistó en el cuerpo prusiano de cadetes y en 1918 revistaba en el 10 Regimiento de Húsares, aunque no llegó a combatir en la Primera Guerra Mundial. Paralelamente estudió Agronomía. Se graduó con honores y comenzó a militar en organizaciones nacionalistas.
El 3 de mayo de 1924 se casó con Melina Sophie Julie Mila Carola von Guaita, con quien tendría cuatro hijos: Ludovica, Constantino, Busso y Gertrudis; posteriormente tendría un hijo natural.
Ese año se unió al Partido Nazi y a las SA, el brazo armando del nazismo. Llamadas "camisas pardas" por el color del uniforme que usaban, una década después serían absorbidas por las igualmente temibles SS, a las que Alvensleben accedería en 1934.
Prontamente ascendería hasta formar parte del estado mayor de Heinrich Himmler, quien había transformado a las SS en un ejército de un millón de hombres, además de controlar la Gestapo y los campos de concentración y exterminio. Durante la Segunda Guerra Mundial, Alvensleben alcanzaría el grado de teniente general de las SS.
Cuando estalló la conflagración mundial, fue enviado a Polonia, donde, al mando de efectivos de las SS, llevó adelante verdaderas masacres y atrocidades contra la comunidad judía en distintos puntos del país, como la de Bydgoszcz. También ejecutaría el plan de exterminio de judíos en Crimea.
En comunicaciones a su jefe Himmler, se vanagloriaba de sus acciones y al mismo tiempo se quejaba del carácter blando y de los escrúpulos de algunos oficiales alemanes a la hora de llevar a cabo las ejecuciones masivas.
Estando en Polonia envió a la muerte a un primo suyo, al que tildó de "traidor a la raza", por haberse casado con una mujer judía.
En el libro La orden de la calavera su autor, Heinz Höhne, se refiere a él como "un fanático nacionalsocialista, en su área ha instituido un régimen tiránico; es el dueño de la vida y la muerte en la región". Se calcula que fue el responsable de alrededor de treinta mil muertes.
Aprovechó la guerra para beneficio propio. Cuando se vio cercado por las deudas que le generaba el castillo familiar, usó el fallido atentado contra Adolf Hitler, del 20 de julio de 1944, para denunciar a su principal acreedor como partícipe del complot. Y el pobre desgraciado terminó en la cárcel. También se apropió de los valores de los judíos a los que enviaba a ejecutar.
La finalización de la guerra lo sorprendió en la ciudad de Dresden, adonde lo habían enviado por la difteria que había contraído en Rusia. Fue prisionero de los británicos y estuvo recluido en el campo de Neuengamme, en Hamburgo.
Permaneció un poco más de un año hasta que, el 11 de septiembre de 1946, pudo fugarse escondido en un camión. Volvió a su castillo listo para comenzar una nueva vida, alejado de Europa.
Tal como lo hacían la mayoría de sus camaradas, en Génova se embarcó hacia Argentina, donde llegó a fines de 1949. En un principio vivió en la ciudad de Buenos Aires con su familia, que se sumaría meses después. En 1952, durante el gobierno de Juan Perón, lograría la ciudadanía argentina con un nombre falso de Carlos Lüecke.
En 1956, se trasladó a la ciudad cordobesa de Villa María, donde se dedicó a la explotación agropecuaria. En esos tiempos, el hijo de su capataz dejó embarazada a una de sus hijas, a la que envió a Alemania.
Luego de residir por un tiempo en Villa General Belgrano, se radicó en Santa Rosa de Calamuchita, una localidad ubicada a casi cien kilómetros de la capital provincial, en una vivienda en lo que entones eran las afueras del pueblo. Y se adaptó perfectamente bien al medio local.
Su porte -medía casi dos metros-, su calvicie, su bigote siempre cuidado, su carácter afable aunque no simpático y la distancia que imponía a su interlocutor, pronto le ganó el apodo de "don Ludolfo".
Nadie sospechaba quién había sido verdaderamente este alemán que hablaba correctamente el español, que se llevaba bien con todos pero que tenía escasos amigos.
Entre sus ocupaciones, compraba y vendía terrenos en la zona. En algunos de ellos, según reveló en su momento el periodista Jorge Camarasa, fue el primero en buscar uranio en la zona de Yacanto.
Pasaba parte de su tiempo como presidente del Club Atlético Unión, y en los partidos de fútbol de veteranos jugaba de arquero.
Cuando residió en Villa María, había hecho contactos con políticos del radicalismo cordobés y así fue como, en las elecciones del 7 de julio de 1963, apareció en las listas como concejal suplente por ese partido.
En enero de 1964 una corte de justicia polaca lo condenó en ausencia por el asesinato, en el otoño de 1939, de 4247 judíos en Polonia.
Era acusado de matanzas de judíos en los campos de concentración polacos de Resvin y Karolewo. Pero von Alvensleben continuó su vida normalmente.
Tan normal que el 22 de julio de ese año, por el fallecimiento del presidente del Concejo Deliberante, le tocó asumir la vicepresidencia primera del cuerpo.
Durante el tiempo que le tocó ocupar su banca, hacía cumplir a rajatabla el reglamento y era especialmente puntilloso con la asistencia de los ediles a las sesiones.
También se desempeñaría como Inspector de Caza y Pesca en Embalse Río Tercero. Era una época en la que recuerdan verlo armado, ya que recorría el embalse en busca de infractores.
Y quedaron las dudas sobre la muerte de dos pescadores al volcar el auto en el que viajaban y que Alvensleben perseguía con su jeep.
Estaba al corriente de que Interpol lo buscaba y que tanto en Europa como en Estados Unidos sabían dónde vivía. Sin embargo, era consciente de que no llegaría a ser atrapado porque ya los médicos lo habían desahuciado por el cáncer que padecía. Falleció el 1º de abril de 1970, en Santa Rosa de Calamuchita.
A su entierro en el cementerio local llamó la atención un pequeño grupo de personas que no eran del lugar. Luego de dejar una ofrenda floral que decía "tus camaradas", hicieron el saludo nazi y desaparecieron con el mismo sigilo con el que habían llegado.
En su lápida se grabó en alemán "Señor de Schochwitz, Krimpe y Wils". Luego de su muerte, su esposa dejó Calamuchita. En el 2000 uno de sus nietos, Hubertus, hizo un documental, De regreso a la patria con Bubi.
Y la que también regresó fue una nieta interesada en reconstruir la vida de ese abuelo respetable y apegado a la ley que le gustaba jugar de arquero en los partidos del Club Unión.
Radio Mitre