Sociedad
El legado salesiano en la región: evangelizar y educar con el corazón
Luego de 120 años, a partir de enero próximo ya no habrá sacerdotes de esa congregación en Colonia Vignaud.
El obispo diocesano, monseñor Sergio Buenanueva, en el comunicado reciente por el que anunció los traslados de sacerdotes en la región, reconoció, “en la persona de los padres Edgardo Zenklusen y Carlos Bosio, el fecundo servicio pastoral de los sacerdotes salesianos a lo largo de estos 120 años: animando la formación cristiana de generaciones de niños y jóvenes, compartiendo fraternalmente el ejercicio del ministerio junto al clero diocesano y difundiendo la devoción a María Auxiliadora”.
Desde mediados de año se conocía que la congregación fundada por Don Bosco había decidido dejar en manos de laicos la conducción del Instituto Agrotécnico Nuestra Señora del Rosario de Colonia Vignaud. De este modo, ya no habrá presencia física de sacerdotes salesianos en la región. Este dato es más que significativo, pues fueron numerosos los curas que, durante más de un siglo, trabajaron en pos de la evangelización y la educación de las nuevas generaciones. La impronta salesiana, especialmente en la región norte del departamento San Justo ha marcado huellas en la vida de miles de personas, hecho que es reconocido incluso por quienes no profesan la fe católica.
Cuando se anunció que partirían de esta zona los últimos misioneros, el padre Carlos Bosio admitió que la causa determinante fue la falta de vocaciones. “Es un proceso natural que se está dando en muchas congregaciones religiosas. No hay jóvenes que quieran ser sacerdotes y eso hace que tengamos que reorganizarnos”, sostuvo. De este modo la conducción del Instituto Agropecuario Salesiano (IAS) será, a partir de enero próximo, asumida por laicos, quienes afrontarán el desafío de mantener el carisma salesiano.
Vale señalar que el padre Zenklusen, de 87 años, fue alumno del colegio desde los 10, se desempeñó como director en dos períodos y todavía ejerce como párroco. Mientras, el padre Bosio fue alumno del colegio y cumplió numerosas funciones, entre ellas la de representante legal.
Una rica historia
La presencia de los salesianos en Colonia Vignaud se remonta a 120 años atrás. A fines de 1899 finalizó la construcción del primer templo que impulsó el matrimonio formado por Ernesto Vignaud y Ana Passadore. Cuatro años con la llegada del padre Antonio Chiroli, el 7 de abril de 1903, comenzó la obra de la congregación en aquella colonia.
En el libro de los 50 años de la Diócesis de San Francisco se relata que, “con el paso de los años y debido a la cantidad de personas que concurrían a las sagradas funciones ofrecidas por los padres salesianos y, sobre todo, al deseo de Don Ernesto de dar a la colonia un templo monumental, los esposos Vignaud pidieron al reconocido arquitecto salesiano, el sacerdote Ernesto Vespignani, la realización de los planos para materializar su deseo”.
Ernesto Vignaud no llegó a ver plasmado su anhelo, falleció en 1911. Pero la obra siguió siendo impulsada por su viuda. Fue así que en la noche de Navidad de 1914 se celebró la primera misa en el templo que hoy es monumento histórico provincial. El 3 de abril de 1924 se entregó la parroquia definitivamente a la congregación de los salesianos. El padre Luis Vaula fue nombrado cura párroco y el padre José Sottocasa, que cumplió su misión por más de 40 años en Colonia Vignaud, asumió como vicario cooperador.
En un artículo publicado hace algunos años en el denominado Boletín Salesiano, el padre Carlos Bosio afirmó que “uno de los legados más importantes que Don Bosco deja a la familia salesiana es la devoción por María Auxiliadora. Un sinnúmero de escuelas, capillas, plazas y barrios en todo el mundo llevan su nombre. Millones de niños, jóvenes y adultos se encuentran en torno a la Virgen y reciben el cobijo de su manto. Aunque la devoción ya existía previamente, fue Don Bosco quien le dio popularidad mundial, y quien la dejó como ejemplo, amparo y estímulo”. María Auxiliadora es la patrona del agro argentino.
A todo esto, la misión educativa de la orden fundada por Don Bosco se inició apenas el primer salesiano llegó a Colonia Vignaud. Con el padre Antonio Chiroli y el joven aspirante Tomás Young comenzó la historia del Instituto Agropecuario Salesiano Nuestra Señora del Rosario. En los primeros tiempos se dictaba clases solamente a los varones y durante tres meses. En marzo de 1909 se abrió el internado –que aún hoy funciona- lo que solucionó un problema a numerosas familias que residían en colonias vecinas, a considerable distancia.
Se relata en el libro del cincuentenario de la Diócesis que “en 1927 el colegio, hasta entonces privado, se incorporó al Consejo de Educación de Córdoba. Ese mismo año la Casa de Vignaud se declaró Casa de Formación con Aspirantado, Noviciado y Acolitado o Filosofado. En 1929, se añadió el Teologado. La dirección se le confió al padre Tomás Gelat. Este período es considerado como los años de oro de Vignaud, por el clima de inmensa espiritualidad y piedad; hasta 1966, año en que dejó de funcionar para trasladarse a la ciudad de Córdoba”.
Cuando las hermanas de María Auxliadora se hicieron cargo de la educación primaria en Colonia Vignaud, el Instituto Nuestra Señora del Rosario comenzó a adquirir su fisonomía actual, reconocida por su calidad educativa y su aporte al conocimiento en las principales áreas de la actividad agropecuaria.
Los nombres de algunos de los sacerdotes que fueron directores u ocuparon diversos cargos en el colegio permiten establecer un corolario acorde a la trascendencia de la misión que desempeñaron los salesianos en Colonia Vignaud: Antonio Chiroli, Félix Caprioglio, Juan Cecotto, Luis Vaula, Tomás Gelat, Santiago Musante, Luis Parodi, Pedro Garnero, José Brissio, Juan Giomba, Pedro Ronchino, Francisco Tessarolo, Ángel Butto, Miguel Festini, Ernesto Di Bárbora, Mario Gallenca, Edgardo Zenklusen, Héctor Ellena, Alejandro Pujalski y Carlos Bosio, entre otros.
La pedagogía salesiana
Reconocido en el mundo entero, el modo de educación salesiano, llamado usualmente “sistema preventivo”, basa su particular pedagogía en tres pilares: la razón, la religión y la “amorevolezza”. San Juan Bosco insistía a los jóvenes que se dejen guiar por la razón y no por la pasión. A partir de esta premisa la labor salesiana entiende que todo tiene sus motivos y que los estudiantes deben conocerlos para poder racionalizarlos y aceptarlos. “La educación debe ser personalizada, no hay que poner metas inalcanzables, siempre dando mucha importancia al esfuerzo y al compromiso. Se busca corregir y persuadir más que castigar”, se puede leer en los portales de la congregación.
Asimismo, en tiempos de Don Bosco no se podía entender una educación separada de la formación religiosa. Por ello, esta particular pedagogía se basa en los valores del Evangelio y ayuda a los jóvenes a descubrir el sentido de su vida.
Finalmente, la educación incorpora un término que resulta central en el modo particular de enseñanza: la “amorevolezza”. Implica un acercamiento fraterno con los niños y jóvenes, procura que se sientan seguros de sí mismos y se conviertan en sujetos activos de su propia formación. El educador acompaña no solo en el proceso académico, sino también en el desarrollo personal. Este principio hace realidad aquella frase del fundador de la congregación: “La base de toda educación es cosa del corazón”.
Cada pueblo, cada comunidad, se nutre de su pasado y, a partir de su propia historia, asume valores, representaciones y símbolos que forjan su identidad. Estos principios salesianos marcaron la vida de Colonia Vignaud y de una gran región del norte de San Justo que también abarca a las zonas cercanas de Santa Fe y Santiago del Estero. Durante 120 años, la obra de los padres salesianos en esta pequeña localidad ha contribuido a la formación de varias generaciones, así como también al desarrollo regional, a la transformación cultural de la producción y a la construcción de una sociedad más fraterna.
Los sacerdotes salesianos ya no estarán el año próximo en Colonia Vignaud. Pero su legado perdurará, puesto que la vida de varias comunidades está impregnada de su identidad singular y de su particular huella.