El cyber ya no es lo que era: boom y ocaso de un negocio que fue furor
El boom de la banda ancha en el hogar; navegar seis veces más rápido que hace 10 años en el celular; una pandemia en el medio, los cybers entraron en la célebre lista de rubros comerciales que, una vez encumbrados por su propio boom, cayeron en la agonía y son (casi) parte del recuerdo.
Por Mauricio Argenti | LVSJ
"¿Tenés máquina?", "las tengo todas ocupadas". Ese diálogo era muy común cuando corrían los últimos años del siglo XX, en cualquier día de esas jornadas de gloria de los cybers, establecimientos que albergaban gran cantidad de computadoras donde el impacto cultural congregaba cada vez a más cantidad de personas y donde si tenías suerte la mejor respuesta a esa pregunta era un sí o que había una espera de 15 minutos.
Durante el año 1997 José Peralta tuvo la idea de fusionar en un mismo lugar dos actividades que a fines del siglo XX eran furor como un locutorio con el creciente servicio de computadoras con acceso a internet conectadas a una impresora, algo que en esa época no tenía nada de masivo tal como ocurre ahora.
En ese contexto nació José III, ubicado en la intersección de los bulevares Roca y Buenos Aires. Allí el atractivo del kiosco de diarios y revistas terminó cediendo lugar a la aparición de computadoras con acceso a internet, un servicio que luego se vio en la obligación de ampliar para ir acomodando cada vez un mayor número de computadoras mientras que en otro sector se ubicaban las cabinas telefónicas, permitiendo una ágil comunicación a todo aquel que lo necesitara hacia cualquier parte del país o el mundo.
Con el correr de los primeros años, era incesante la circulación de personas buscando 'una compu con impresora y acceso a internet' cuyo uso se medía por tiempo. En este caso, se cobraba por hora y en el caso de que el tiempo de ocupación fuera mayor, se fraccionaba por cada media hora adicional.
Pero esa "época de oro" de las computadoras con internet que se alquilaban por hora terminó.
El espacio que brindaba servicio de Internet mediante el alquiler temporal de computadoras. (Fotos: Marcelo Suppo | LVSJ)
Las computadoras para los hogares no era algo tan difícil de conseguir en ese momento, aunque no llegaba a todos lados. Lo que realmente justificaba la existencia de los cyber era el costo y las dificultades que representaba acceder a una conexión de internet hogareña. Con el tiempo eso cambió, los precios se volvieron accesibles, los servicios mejoraron y el último clavo en los ataúdes de los cyber fue la conexión de internet a los teléfonos.
"El cyber funcionó de manera normal hasta la pandemia aunque ahora es otra la historia porque ya no funcionan", explicó con nostalgia José Peralta mientras que en el caso de las cabinas telefónicas reconoció que "todavía andan, pero con muy poco rendimiento".
Con el lógico avance de la tecnología, la irrupción del wi fi en cualquier lugar y la facilidad para acceder a internet mediante el uso de un dispositivo móvil prácticamente se firmó el certificado de defunción para este tipo de sitios que anteriormente eran muy buscados por la gente.
Sin embargo, Peralta reconoce que "algunos todavía vienen a usar las cabinas telefónicas" mientras que "aún recibimos algunos clientes que nos piden utilizar una impresora porque necesitan tener una constancia escrita de algún documento o texto, pero es muy poco lo que se pide este servicio".
Con cierto dejo de nostalgia recordó que en plena década del '90, con el furor de los cybers, "tuvimos que ampliar el local y extendernos hacia el local de al lado donde colocamos unas 12 máquinas que funcionaban durante todo el día porque se usaba mucho. Hace años que esta situación cambió y estamos analizando darle otro uso a ese espacio porque ya no tiene sentido que eso siga ahí".
Como una referencia del costo que tenía el servicio cuando aún se prestaba a los clientes, en José III el valor de la hora de computadora con acceso a internet ascendía a $ 100; la media hora $ 50 y cada impresión en blanco y negro tenía un valor de $ 20.
Cuando llega algún nostálgico que aún recuerda que en José III se brindaba el servicio de computadora con acceso a internet José reconoce que "con mucho pesar les tenemos que decir que no funciona más" y si alguno pregunta dónde pueden ir a otro sitio similar "les tenemos que decir que no tenemos idea porque no creo que haya otro sitio en la ciudad donde todavía funcione este servicio".
Reconoció que entre los que más preguntan por este servicio "se cuentan chicos que van a la escuela que deben imprimir alguna tarea y en su casa no cuentan con una impresora o la que tienen se encuentra fuera de servicio y no tienen otra solución que buscar algún lugar para imprimir un trabajo".
EL testimonio de José Peralta, que recuerda con nostalgia la década del '90, cuando su negocio era furor.
Haciendo memoria de las mejores épocas del cyber recordó que "las computadoras nos representaban un ingreso importante porque venía mucha gente todos los días. De todas maneras, eso ya fue y es algo que no va a volver más".
A pesar de los múltiples intentos por sobrevivir -agregando variantes a la oferta original o mejorando el servicio- los locales que brindan internet sufren la amenaza implacable de la banda ancha en los hogares -cada vez más masiva, cada vez más barata- y la modalidad de conexión Wi-Fi gratis por todos lados. La decadencia de estos locales, que fueron furor y se multiplicaron, parece así inevitable. Ahora empiezan a surgir nuevos sitios donde los jóvenes van con su propia notebook.
De esta manera, el kiosco ofrece otros servicios como carga de saldo virtual de telefonía celular, quiniela, estacionamiento medido, librería, etc como una manera de continuar vigente en productos que hoy solicita la gente.
Mientras tanto, las butacas vacías ubicadas frente a las mesas sobre las cuales se encuentran los monitores de computadoras apagados y a su lado las cabinas telefónicas que rara vez reciben algún visitante marcan a las claras que el brillo de lo que en su momento representó el furor del cyber, apagó sus luces para siempre.