Análisis
El “cálido hogar” que cumplió 30 años
Que San Francisco albergue hogares de ancianos públicos es un signo positivo. Porque en una era en la que lo “viejo” es descartado, por aquí se valora el aporte de quienes han vivido ya muchos años y se respeta su dignidad.
El Hogar de Ancianos Diehl de Sienra cumplió 30 años el pasado 22 de mayo. Días antes se llevó a cabo una celebración en la que las autoridades municipales destacaron su función social y el compromiso de continuar apoyando esta obra que satisface una necesidad de la comunidad sanfrancisqueña y aloja a numerosos adultos mayores, brindándoles asistencia y mejorando su calidad de vida.
Vale recordar que el origen del hogar se remonta a 1979, cuando Josefina Diehl de Sienra donó 26 hectáreas de terreno a la municipalidad para la construcción de un hogar de ancianos. En 1994, finalmente se concretó la primera etapa de la construcción de la infraestructura, habilitándola para prestar servicios de los que hoy gozan los ancianos allí residentes.
El intendente municipal sintetizó en ocasión del acto la visión que puede ser compartida por los vecinos de nuestra ciudad. Dijo que "no es común que una municipalidad tenga una residencia para sus adultos mayores. Ha sido una decisión visionaria que hoy ratificamos, esperando que nuestra ciudad les devuelva a ustedes parte de todo lo que han aportado para que San Francisco sea la hermosa ciudad que es. Si San Francisco es una ciudad próspera, que progresa aún en momentos complicados del país, se debe a lo que ustedes generaron para nuestra querida ciudad", expresó Damián Bernarte.
El reconocimiento al aporte que los adultos mayores han hecho a nuestra comunidad es un gesto necesario. Mucho más en tiempos en los que la vulnerabilidad es la norma en una vasta proporción de este sector social. Su desprotección tiene variadas causas. Algunas de ellas vinculadas a la costumbre de la política de tomar a los organismos de previsión social como cajas de financiación de sus actividades. Otras, surgen de modificaciones culturales como los cambios en las composiciones familiares, la nueva distribución de roles a que obliga el mercado laboral y la falta de valoración de la ancianidad por parte de una sociedad consumista y poco caritativa. Nuestros viejos sufren las actitudes negativas que se reflejan tanto en los medios de comunicación como en los ambientes más diversos, pues el rechazo al envejecimiento es una constante en el mundo tecnificado, consumista y posmoderno.
Por todo ello, que San Francisco albergue hogares de ancianos públicos –sean provinciales o municipales- es un signo positivo que debe reconocerse. Porque en una era en la que lo “viejo” es descartado, por aquí se valora el aporte de quienes han vivido ya muchos años y se respeta su dignidad. Celebramos, pues, con emoción y satisfacción, los 30 años de vida de este “cálido hogar” como lo definiera una de las religiosas que estuvo a cargo de su conducción años atrás.