El aula se abre a “Las libertades que nos faltan"
Florencia Aimar, la autora del libro, volvió a la ciudad para ser interpelada. Creó un "monstruo literario" que ahora generó muchas preguntas a las que contestó en un café literario entre sillitas de niños y adolescentes que irán a la universidad conquistada en 1918.
Por Ivana Acosta
La última vez que Florencia Aimar estuvo frente a un auditorio en San Francisco fue hace un año. Esta semana volvió a hacerlo pero delante de uno distinto, más inquieto y que entre sombras ya la conocía a través de su obra prima "Las libertades que nos faltan", una novela ambientada en el contexto de la Reforma Universitaria de 1918.
Ella no es la misma que fue entrevistada por LA VOZ DE SAN JUSTO sobre aquel paso gigante que la transformó definitivamente en una escritora en el circuito editorial.
Quizás no le parezca pero en realidad la que ahora se para frente a ese auditorio es otra Florencia, una que vive sorprendida porque su libro llegó a un público difícil de captar, el de los adolescentes.
A diferencia de lo que sucedió hace un año con su presentación en la 44º Feria del Libro, ahora caminó por los pasillos del Instituto San Francisco de Asís (Isfa) para entrar en una salita de reuniones donde la recibieron con una taza que lleva impresa en lila (un color que identifica la lucha de las mujeres) el nombre de su obra. Ella esperó ansiosa que inicie un café literario que marcó el encuentro con más de 60 chicos de 6º año que conocieron de cerca a la Florencia mujer, abogada y también escritora.
"Las libertades que nos faltan" trajo de nuevo a Aimar a San Francisco y sin que ninguno de los actores que estaban en esa sala se dieron cuenta revivieron en cierta forma a través del diálogo, el encuentro y el interés por la historia junto a la literatura un pedacito de aquello que ella escribió con una pluma lila y ribetes cartográficos de 1918.
Florencia Aimar: "Yo no pensaba en un lector ideal pero sí sabía que no era un texto de historia. Por eso lo convertí en ficción y que ahora así llegue al aula para mí es un sueño"
Pedagogía literaria
Hay más de 60 chicos en un aula. Sillas pequeñas que los esperan y todos entran con una taza o un termo. En 1918 nadie hubiera podido hacer esto pero ahora se ha formado un café literario con pequeños bocaditos para dar un contexto de libertad y recreación.
No es espontáneo. Todo el proceso intermedio estuvo coordinado por Carina Zinmino y Juliana Fernández, ambas profesoras de Lengua y Literatura que eligieron a "Las libertades que nos faltan" como obra para trabajar y reinventar porqué no.
En este marco surgieron textos, videos, láminas y el interés por un libro cuya pluma es del mismo lugar donde estos chicos próximos a decidir si van o no a la universidad nacieron y se criaron. Lo pensaron desde la Historia, Lengua, Geografía, las políticas inmigratorias y también podría decirse de esa trama romántica que atraviesa sutilmente - y a la vez no - la obra de Aimar.
Los chicos - dijeron sus profesoras - a través del trabajo se replantearon cuáles eran esas libertades que faltaban en 1918 y las de ahora a nivel social, literario, histórico y educativo.
"Aborda un tema que nos toca de lejos pero, a la vez, es cercano porque es la universidad de hoy en día la que depende de lo que sucedió en 1918", dijeron los chicos sobre el libro
Las historias se reinventan
En la obra de Aimar, ella creó a Elizabeth una mujer que estudió abogacía en la universidad desafiando los mandatos patriarcales de aquel momento. De nacionalidad inglesa apostó por su vocación hasta que en el camino encontró a Eugenio quien siempre - con idas y venidas - fue su amor. Los personajes se enamoraron durante la niñez, se separaron en la plenitud de la relación y se desafiaron así mismos siendo adultos.
Pero eso es lo que contó Florencia. Para los chicos las historias también surgieron como en el caso de Ulises que expresó: "Aborda un tema que nos toca de lejos pero, a la vez, es cercano porque es la universidad de hoy en día la que depende de lo que sucedió en 1918".
Por el mismo camino va Victoria, quien también se animó a alzar la voz para contar que el libro permite tener en claro cuáles eran las diferencias de género en ese contexto, lo que significaba caer en la desgracia económica (como le pasó a Eugenio) y también la inmigración.
Los dos chicos coincidieron armoniosamente en sus visiones sin caer en el romanticismo, apegándose al significado y la importancia de las luchas para llevar adelante los derechos sociales que ahora se defienden tras ser conquistados.
Más de 60 chicos formaron un auditorio particular, atento y que llevaron el libro para que la autora lo firmara
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Volver pero desde otro lugar
En el mientras tanto, cuando los chicos hablan Florencia no deja de escucharlos. Sus expresiones son el preludio al café literario que vivirán poco tiempo después donde ella será la entrevistada.
"Para mí esto es un sueño realizado. Yo no pensaba en un lector ideal pero sí sabía que no era un texto de historia porque sabía que los adolescentes no lo iban a leer. Por eso lo convertí en ficción y que ahora así llegue al aula para mí es un sueño", comentó ansiosa.
Lo que más disfruta ella es que la novela no es suya, sino que cada persona que la lee la hace propia, y que si bien "tiene un determinado sentido" no es el único y se enriquece "con el ojo del lector que lo hace suyo".
El café empieza y es momento de irse pero al transitar el pasillo hacia la salida uno se queda pensando. Florencia no escribió para ella, los chicos no hablaron para sí mismos, "Las libertades que nos faltan" ... las que se conquistaron tampoco fueron pensadas para ellos y será por eso que lo que sucedió en 1918 sigue se sigue defendiendo.