Sociedad
El adoquinado de San Francisco: una historia de esfuerzo, conflicto y persistencia
Los adoquines forman parte de la fisonomía de la ciudad. Muchas veces los transitamos sin conocer mucho de su historia.
El adoquinado de la ciudad de San Francisco no solo representa una obra de infraestructura esencial, sino también un testimonio de la perseverancia y los conflictos políticos que marcaron su ejecución a lo largo de décadas. La historia de este proceso, que comenzó a gestarse en 1910 y culminó en 1934, refleja los desafíos enfrentados por la comunidad para mejorar las condiciones de vida en una ciudad que, en aquel entonces, lidiaba con calles de tierra y las constantes inundaciones que paralizaban la actividad económica.
Arturo Bienedell, presidente del Archivo Gráfico y Museo Histórico, hizo un repaso de los orígenes y devenir de este singular sello arquitectónico de la ciudad. Con su amplio conocimiento y el respaldo de los registros que la entidad atesora, nos invita a un viaje hacia el pasado.
El contexto inicial: las calles de tierra y el barrial
A principios del siglo XX, San Francisco era una ciudad con calles de tierra que se convertían en verdaderos lodazales cada vez que llovía. Este fenómeno generaba problemas graves no solo para el tránsito de personas y vehículos, sino también para la economía local, particularmente para los molinos que dependían del transporte de trigo y harina. En aquel tiempo, la ciudad contaba con pocos automóviles, y la mayoría del transporte se realizaba en carruajes tirados por caballos. Las lluvias intensas podían paralizar la ciudad por días, afectando a los comercios y dificultando la vida cotidiana.
La necesidad del adoquinado: primeras iniciativas
Ante este panorama, surgió la necesidad de pavimentar las calles para evitar los problemas causados por el barro y mejorar la circulación. Sin embargo, en aquella época, el pavimento de concreto aún no era una opción viable, por lo que se optó por el adoquinado como la mejor solución disponible. No obstante, cualquier obra pública, aunque fuera municipal, requería la supervisión del gobierno nacional. Los ingenieros de obras públicas de la Nación eran convocados para asesorar en los proyectos, y en San Francisco, se realizaron varios estudios de nivelación de calles para abordar el problema de las inundaciones.
El casco céntrico de la ciudad se construyó sobre antiguas zonas de lagunas, lo que agravaba el problema de las inundaciones. A pesar de los estudios y proyectos, la falta de apoyo económico y la presencia de la estación ferroviaria inglesa, exenta de pagar impuestos y contribuciones, retrasaron el inicio de las obras.
El conflicto político y las licitaciones frustradas
En 1926, bajo la intendencia de Serafín Trigueros de Godoy, se convocó a una licitación para adoquinar el entorno de la estación de trenes y el sector céntrico de la ciudad. La licitación fue ganada por la empresa santafesina Bugnone y Guida, pero el proceso desató un conflicto político dentro del Concejo Deliberante, con acusaciones de corrupción y manifestaciones que llevaron a la exoneración temporal del intendente.
El conflicto político se intensificó, y la obra quedó paralizada. Trigueros de Godoy apeló su exoneración ante el Superior Tribunal de Justicia en Córdoba y, tras ser repuesto en su cargo, intentó retomar el proyecto, pero la obra nunca llegó a concretarse.
Retoma del proyecto y la larga ejecución
En 1930, ya bajo la intendencia de César Ferrero, se llamó a una nueva licitación, ganada por la Empresa Santafesina de Inmuebles y Construcciones. Sin embargo, el golpe de Estado de septiembre de ese año generó incertidumbre sobre la continuidad del proyecto. A pesar de los temores, las fuerzas productivas de San Francisco lograron que las nuevas autoridades respetaran la licitación, y en 1931 comenzaron los trabajos, no sin enfrentar numerosos conflictos y paralizaciones.
La obra de adoquinado fue un proceso lento y laborioso que implicó un trabajo artesanal meticuloso, colocando adoquines uno por uno. A pesar de las dificultades, incluyendo las lluvias que volvían a inundar las calles durante la construcción, la obra finalmente se completó en 1934.
Un legado duradero
El adoquinado de San Francisco, terminado por el propio Trigueros de Godoy en su segunda gestión como intendente, se mantiene como un legado duradero que ha resistido el paso del tiempo. Aunque algunas zonas han cedido debido al tráfico pesado actual, la obra original sigue siendo un testimonio de la calidad y el esfuerzo invertido en su realización.
El conflicto con la estación ferroviaria inglesa, que no pagó por el adoquinado, se prolongó hasta los años 40, cuando el Estado argentino asumió la deuda tras la nacionalización de los ferrocarriles en 1947. Hoy, más de 80 años después, los habitantes de San Francisco continúan beneficiándose de esta obra que transformó la ciudad y mejoró significativamente la vida de sus ciudadanos.
El valor de la persistencia
La historia del adoquinado en San Francisco es un claro ejemplo de cómo la determinación y la persistencia pueden superar incluso los obstáculos más formidables. A través de conflictos políticos, paralizaciones y desafíos técnicos, la comunidad de San Francisco logró finalmente realizar una obra que no solo resolvió un problema urgente, sino que también dejó una marca indeleble en la historia urbana de la ciudad.