Análisis
Dos años de guerra en Ucrania
Se cumplieron dos años de la invasión de Rusia a Ucrania, una guerra que demuestra lo peor de la condición del hombre y manifiesta conductas irracionales que son difíciles de asumir.
Se cumplieron dos años de la invasión de Rusia a Ucrania, que desató un conflicto tan doloroso como vigente. Hay coincidencia entre los analistas en señalar que las consecuencias económicas y, fundamentalmente, geopolíticas del mundo del futuro dependen de cómo se desarrollará esta guerra en los meses que vienen.
Una guerra es una calamidad para el ser humano. Demuestra lo peor de la condición del hombre y manifiesta conductas irracionales que son difíciles de asumir, en cualquier tiempo y en cualquier sitio. En el caso de la que ocurre desde hace dos años en territorio ucraniano, existen diferencias en sus causas respecto de las que hoy se esparcen por el planeta y siembran muerte y terror en varios pueblos.
El grave conflicto entre Israel y el grupo Hamás en Palestina –hoy prioridad en la preocupación mundial por las atrocidades que se cometen- ha sido provocado por el terrorismo y la respuesta brutal que acometió el país que fue agredido el pasado 7 de octubre. También se suceden hoy guerras por disputas por recursos de todo tipo, especialmente naturales. Varias regiones del continente africano las están sufriendo. En el mismo sentido, las razones étnicas y religiosas siempre han sido un buen caldo de cultivo para fricciones entre pueblos que terminan en catastróficos enfrentamientos armados. El caso de Yemen, Irán y la guerra de los Balcanes se inscriben en este apartado.
Sin embargo, la contienda que desangra a Ucrania tiene su razón de ser en una visión nacionalista extrema de un líder autocrático que tiene el convencimiento de que el territorio ucraniano es parte de Rusia. Y, por ello, para salvar el honor de su Patria y así contentar a una élite que lo sostiene en el poder, encaró una “operación militar especial” dramática e inhumana que, desde hace dos años, destroza la idea de una convivencia pacífica en el viejo continente y hace rememorar episodios pasados que, se pensaba, no se iban a repetir.
En septiembre de 1938, Gran Bretaña y Francia cedieron una región de Checoslovaquia al régimen nazi alemán. El primer ministro británico, Neville Chamberlain dijo que se trataba de “una disputa en un país lejano entre personas de las que no sabemos nada”. Un año después, se desataba la Segunda Mundial. Las derivaciones de esta posición política ingenua fueron fatales y provocaron la más espantosa de las guerras del siglo XX.
El recuerdo tiene importancia a dos años de la invasión a Ucrania. Occidente afirma apoyar al país agredido. Ha enviado ayuda militar para evitar el avance de las tropas rusas. Pero el apoyo declamado no ha sido contundente. Pareciera estimarse en algunas naciones europeas y también en Estados Unidos que la disputa es lejana, que ya existe fatiga y que en algún momento debería el gobierno de Kiev ponerse a negociar la cesión de una parte de su territorio.
Lamentablemente, las enseñanzas de la historia demuestran que los hechos pueden repetirse si se presentan patrones similares a la hora de las tomas de posición de los actores involucrados en un conflicto.