Análisis
Dólar: el eterno “Día de la Marmota”
Las apariciones mediáticas de los más altos exponentes del gobierno nacional generaron la sensación de que la Argentina está atrapada en un ciclo interminable donde las crisis cambiarias se repiten con la misma lógica de siempre: incertidumbre, corrida al dólar y respuestas oficiales que intentan minimizar el impacto sin lograr disipar las dudas.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
El sociólogo Juan Carlos Torre relató las experiencias de su paso como funcionario del Ministerio de Economía del gobierno de Raúl Alfonsín. Llevó un registro de lo vivido y envió varias cartas a su hermana con sus impresiones, luego condensadas en el libro “Diario de una temporada en el quinto piso”, texto revelador de los dilemas y conflictos que se producen en el seno del poder político.
En abril de 1984, apenas recuperada la democracia, Torre escribía con inquietud: “La autoridad política todavía se mantiene alta, pero es dudoso que se conserve intacta si proliferan los conflictos y reaparece el viejo espíritu especulativo: la pérdida de confianza en la capacidad del gobierno para manejar la economía puede llevar a muchos a jugar en contra y salir a la compra de dólares esperando lo peor”. Y se preguntaba: “¿Es esta una perspectiva demasiado sombría? Sería bueno que no lo fuera, pero no estoy seguro de ello”.
Cuatro décadas después, la reflexión sigue vigente. Las encuestas aún reflejan una adhesión significativa a Javier Milei, pero en las últimas semanas -en especial a partir del denominado criptoescándalo- el entusiasmo inicial parece haber tropezado con una dosis de incertidumbre que ni las más afinadas estrategias comunicacionales del oficialismo logran disipar. Y otra vez el dólar en el centro de la escena. Película repetida.
Las crisis cambiarias son una tradición en la Argentina. Lo mismo sucede con las negativas oficiales de su impacto en la vida de la población. Todos los gobiernos pretendieron minimizar las sacudidas y esconder el riesgo que generan para la estabilidad de sus planes económicos. Pero la realidad se impone con la modalidad de siempre: ante la escalada de tensión en el mercado de divisas, el ministro de Economía, el vocero presidencial, el titular de la Comisión de Presupuesto en Diputados y hasta el propio presidente se vieron obligados a salir en cadena a intentar calmar las aguas.
Procurar que la tormenta se disipe con discursos también forma parte del déjà vu nacional. Los medios capitalinos reflejaron la incomodidad que se respiraba en los despachos oficiales tras el traspié de la estrategia comunicacional, mientras el propio Milei, en un intento de restarle importancia, aseguraba que todo era una cuestión “irrelevante”. Llama la atención que algo tan menor haya ameritado semejante despliegue mediático.
El calendario electoral acelera los tiempos y los errores no forzados atenúan las expectativas favorables. ¿Estamos ante una nueva versión del recordado “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”? ¿O es simplemente otra repetición del mismo guion que Torre intuía en 1984? La cuestión cambiaria es, quizás, la más saliente en el bucle temporal de un país atrapado en su propio Día de la Marmota, condenado a revivir, una y otra vez, las mismas crisis, con los mismos actores y las mismas frustraciones.
Como señala Byung-Chul Han en su libro La sociedad de la transparencia, “en una sociedad que descansa en la confianza no surge ninguna exigencia penetrante de transparencia”. Si bien el gobierno todavía capitaliza cada “che Milei” de Cristina Kirchner y la oposición sigue sin ofrecer alternativas confiables, la necesidad de transparencia es ineludible: ¿cuáles son, realmente, los términos del acuerdo con el FMI? ¿Cuándo y cómo se levantará el cepo cambiario? En la Argentina del eterno retorno, estas respuestas son imprescindibles.