Análisis
Diez años, la misma pregunta
Lentitud de la Justicia, maniobras sospechosas e indefiniciones políticas. La mancha sobre las instituciones democráticas persiste. Pasó una década y la pregunta es la misma: ¿quién mató a Nisman?
Pasó una década. Rumores, teorías conspirativas, polarización, sesgos de confirmación obstaculizadores de cualquier diálogo, idas y venidas judiciales, sospechas varias sobre los servicios de inteligencia, fueron –entre otras- constantes realidades. La política se metió en el barro como pocas veces. Haciendo honor a una frase que refleja la vida argentina, todo cambió en cinco minutos para que nada cambie en diez años.
La muerte violenta del fiscal federal Alberto Nisman fue uno de los hechos más traumáticos de la democracia. Luego de acusar de graves delitos a la entonces presidenta de la Nación y a su canciller por el polémico y desafortunado tratado con Irán que tenía la intención de “olvidar” a los responsables del atentado contra la Amia, se aprestaba a brindar su informe al Congreso de la Nación. Sin embargo, el funcionario judicial apareció muerto, en su apartamento, desplomado contra la puerta del baño en un charco de sangre. Tenía un orificio de bala en la cabeza y, en el suelo, junto a su mano, una pistola calibre 22 y el casquillo de una bala.
El grave suceso impactó de lleno en la escéptica opinión pública. La chapucería de quienes llegaron al lugar del hecho y alteraron, se supone que aviesamente, la escena del crimen es uno de los sucesos más insólitos que se recuerden. La contaminación de todas las posibles pruebas agigantó las sospechas. Varios ex funcionarios están imputados por estas acciones. Pese a ello, el caso se convirtió en un festival de teorías conspirativas que involucraban espías, gobiernos extranjeros y políticos intrigantes. Más que una bofetada, un misil sobre la línea de flotación de la confianza ciudadana.
Para la Cámara Federal, el caso aún no resuelto fue un homicidio. Un asesinato planificado para evitar que Nisman diera su informe en el Congreso. La prensa nacional informó recientemente que,a diez años del hecho, la Justicia reúne indicios que apuntan al exjefe del Ejército César Milani, exfuncionarios del kirchnerismo y espías relacionados con ese gobierno. Los investigadores basan sus sospechas en acciones que tuvieron lugar en los momentos previos a la muerte del fiscal, ocurrida el domingo 18 de enero de 2015, antes de que se conociera que fue asesinado, y en acciones que determinaron que en la madrugada del 19 de enero se estropeara la escena del crimen, pisoteando evidencia o levantando rastros de manera defectuosa. Los investigadores sospechan que todo eso pudo haber sido una maniobra dolosa, intencional.
Lentitud exasperante de la Justicia, maniobras sospechosas e indefiniciones políticas son variables que han abierto debates, teorías y especulaciones disparadas hacia todas las direcciones. La mancha sobre las instituciones democráticas persiste, más allá de los que pretenden dar vuelta esta página oscura. Pasaron diez años y la pregunta es la misma: ¿quién mató a Nisman?