Análisis
Democracia: límites y entendimiento
La fotografía uruguaya, un ejemplo de cultura democrática cada vez más lejos de la Argentina.
Cuatro presidentes, uno en actividad y tres de sus antecesores fueron protagonistas de un ejemplo de cordura cívica y madurez democrática. Hubiesen sido cinco. Pero uno de ellos, lamentablemente, falleció tiempo atrás. Pertenecen a un país pequeño, recostado sobre una margen del Río de la Plata. Una Nación con lazos de fraternidad inquebrantables con la Argentina, aunque a veces la histeria y la estupidez desaten discusiones diplomáticas inauditas entre sus gobiernos.
El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou junto a los ex mandatarios Luis Lacalle Herrera, Julio María Sanguinetti y José Mujica se mostraron juntos en los actos que en los que se recordó el aniversario número 50 del último golpe de Estado en ese país. Evocaron la figura del fallecido Tabaré Vázquez, también ex presidente en este período democrático. Exhibieron una cultura democrática que provoca envidia. Porque han sido capaces de restañar las heridas del pasado aun manteniendo sus diferentes visiones ideológicas.
Así, dos liberales como Lacalle padre y su hijo, un socialdemócrata (Sanguinetti) y un peculiar pero muy respetado hombre de izquierda (Mujica) celebraron una fiesta de la democracia en la el antagonismo y la intolerancia quedaron sepultados por una cultura cívica que respeta las instituciones, no reniega del pasado pero hace severa autocrítica sobre determinados procesos (sobre todo los que incluyeron violencia y muerte) y reconoce las fronteras que no deben cruzarse en la lucha por el poder.
Bien lo dijo Mujica, ex líder del movimiento Tupamaros, una de las primeras fuerzas guerrilleras urbanas que existieron en el continente: “La dirigencia política tiene que asumir que la lucha política llega hasta cierto punto”. Y lo ratificó Julio María Sanguinetti, cuando habló del “triunfo del entendimiento” por sobre los antagonismos. Límites y entendimiento, conceptos que buena parte de la dirigencia política argentina desprecia o, al menos, ignora.
Nuestro país se apresta a vivir un hecho que no puede pasar inadvertido. En octubre se cumplirán 40 años del retorno a la democracia. Se trata de un acontecimiento similar al que motivó el referido encuentro de los cuatro presidentes uruguayos. Su trascendencia histórica es innegable. Sin embargo, prácticamente no existe ninguna posibilidad de que algo similar se produzca por aquí. En medio del alborotado proceso electoral, de la inveterada costumbre de transformar cualquier tema en motivo de disputa, de insultos e ironías desplegadas por doquier, de los malos ejemplos del pasado reciente y del tembladeral socioeconómico, ¿alguien puede suponer que Eduardo Duhalde, Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner, tres ex mandatarios, se sumen a Alberto Fernández para evocar las figuras de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa, reconocer los límites de la discusión democrática, mostrar que son capaces de algún mínimo entendimiento y dar a la sociedad el ejemplo de cultura democrática que ofrecieron sus pares uruguayos?
En su “Diario de una temporada en el quinto piso”, libro esclarecedor que relata todas las tensiones de los primeros tiempos de la transición democrática, el sociólogo Juan Carlos Torre –que formó parte del equipo de trabajo del ex ministro Juan Vital Sourrouille- reflexiona de la siguiente manera: “La democracia es un ámbito donde si la participación ciudadana no produce una torre de Babel o una plaza anárquica, es porque quienes viven en ella se comportan con una actitud de auto-restricción que se traduce sea en reglas de deliberación compartidas, sea en símbolos que son respetados y colocados fuera de las batallas políticas. Sin esas reglas, sin esos símbolos, la participación conduce naturalmente hacia una democracia sin frenos, en la que se oye sólo un gran ruido disonante”. Y manifestó su pesimismo sobre la capacidad de los políticos para lograr los límites y el entendimiento: “No entreveo una salida: escucho a quienes sostienen que desde algún recóndito lugar de esta sociedad habrá de resurgir la sensatez y no puedo acompañarlos”.
Coincidiendo con el autor de esta obra tan reveladora de los entresijos de la política nacional, a cuarenta años de la vuelta de las instituciones democráticas “todavía queda mucho por hacer en las prácticas políticas para que se consiga llegar a buen puerto”.