Análisis
Dejan al país a la deriva
No sabemos qué le deparará al país la próxima gestión. Es mucha la incertidumbre. Pero una certeza existe: aquello de que habían vuelto “mejores” fue una farsa.
Tres noticias actuales pintan con elocuencia el panorama en el que se desenvuelve la vida de los argentinos a escasas horas del traspaso del poder. Reflejan el estado de deterioro de la calidad de vida, las dificultades que se deberán afrontar en el futuro cercano y la pesada hipoteca que heredarán las futuras generaciones.
Por un lado, la última encuesta la Deuda Social Argentina realizada por la Universidad Católica Argentina para el tercer trimestre de 2023 arrojó que el 44,7% de la población vive en condiciones de pobreza. Además, un tercio de los trabajadores no recibe ingresos suficientes para cubrir la canasta básica total. Uno de cada cinco habitantes del país vive en situación de inseguridad alimentaria, el peor registro desde 2005. Así también, seis de cada 10 menores de 17 años viven bajo la línea de la pobreza.
Por otra parte, siete de cada diez estudiantes de nuestro país no lograron el nivel mínimo de desempeño en matemática. En tanto, en lectura y ciencia, son cinco de cada diez alumnos los que no alcanzaron los niveles básicos, de acuerdo a los resultados de las pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), que impulsa la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde).
Además, cámaras médicas y de otras profesiones vinculadas con la salud alertaron días atrás que se están agotando las reservas disponibles de insumos importados, sales y cloruros entre otros, indispensables para la preparación de los concentrados con los que se efectúan las sesiones de diálisis, como así también jeringas, catéteres, stents, líquidos peritoneales, etc. Los tratamientos de diálisis y algunas intervenciones cardiovasculares podrían verse interrumpidas en poco tiempo, con las dramáticas lógicas consecuencias que esto acarrearía para la vida de los pacientes.
Las tres noticias grafican y le otorgan contenido humano a la seria crisis que se vive en prácticamente todos los ámbitos, azuzada por una inflación que ganó todas las batallas y un nivel de actividad que no crece desde hace más de una década. Pero también por la hipocresía y el cinismo de algunos miembros del gobierno, encabezados por las dos máximas autoridades del país, que no se hacen cargo del desconcierto que han generado con sus disputas internas, el loteo de las áreas de gestión, la eterna cuarentena, los largos meses de escuelas cerradas, los vacunatorios para privilegiados, los alienantes alineamientos de la política exterior, la fiesta clandestina de Olivos, los desvaríos ideológicos, el despilfarro de los recursos y las reservas con fines solo proselitistas, los intentos de colonización cultural y educativa, la inseguridad que abruma, los espionajes y la corrupción que siempre tiene adeptos, entre otras “virtudes” que se pueden enumerar para describir estos cuatro años en los que las justificaciones del desastre comenzaban siempre con una frase lamentable que terminó convirtiéndose en meme: “Ah, pero”.
No sabemos qué le deparará al país la próxima gestión. Es mucha la incertidumbre. Pero una certeza existe: vinculando la actual triste realidad con aquella insólita referencia presidencial que “tomaba nota” de que los argentinos venimos de los barcos, el estrepitoso fracaso del gobierno saliente deja al país navegando a la deriva. Aquello de que habían vuelto “mejores” fue una farsa.