De la Armada al Aconcagua
Horacio Fiore es sanfrancisqueño, tiene 47 años y una prolífica carrera dentro de la Armada Argentina. Nunca olvidó sus orígenes, ni siquiera cuando escaló en su primera experiencia en montañismo el Aconcagua. Acaba de bajar de allá y volver a su trabajo en aguas argentinas.
Por Ivana Acosta | LVSJ
Las cámaras de televisión giran hacia Guillermo Tibaldi, el hombre que logró escalar el Aconcagua y rendir homenaje a sus 44 camaradas que perdieron la vida en el submarino ARA San Juan.
Al mismo tiempo, por esos azares de la vida y coincidencias del destino, también llegó Horacio Fiore, un sanfrancisqueño de 47 años que pertenece a la Armada Argentina y trabaja en la base naval de Mar del Plata con el grado de Suboficial Principal.
Los dos se conocían, tanto así que el hecho de que Tibaldi lo haya ayudado a recomponerse y encarar el tramo final del escalamiento en el Aconcagua no es algo que sucedió al azar. Ambos antes habían ingresado al mismo tiempo al Parque previo a escalar.
Sin embargo, las motivaciones por las que lo hicieron son diferentes aunque la emoción en aquel momento fue idéntica porque lograr llegar a la cima de esa montaña, la más alta de nuestro país, no es algo que se pueda hacer fácilmente ni todos los días.
Fueron 15 días cuesta arriba que para Horacio significaron una aclimatación rigurosa considerando que donde hoy vive se encuentra al mismo nivel del mar y en el Aconcagua iba a llegar a una cumbre de 6.960 metros.
Lo primero que Horacio respondió a LA VOZ DE SAN JUSTO fue ¿por qué decidió escalar el Aconcagua? Su motivación, explicó, radicaba en que toda su vida realizó distintos deportes. Pasó por las carreras, triatlones e incluso alcanzó la cumbre con un Ironman. Sin embargo, ya habiendo agotado todas esas experiencias aún tenía sed de más.
Ahí fue que eligió, aun sin tener experiencia de montaña, encarar este desafío y comenzó a integrarse a grupos de personas que tuvieran esta misma inquietud hasta que de ese colectivo quedaron cuatro. Él y tres amigos más encararon el desafío rumbo al Aconcagua.
Horacio llegó a la cumbre con otros tres compañeros y uno que hizo en el camino, Guillermo Tibaldi, que homenajeó a los submarinistas fallecidos en el ARA San Juan.
Subida fortuita
El 16 de enero por la tarde, Horacio hizo cumbre en el Aconcagua. Las lágrimas corrían por sus mejillas y el cansancio se convirtió en fuerza porque había logrado cumplir el objetivo. Muchos a su alrededor que lo intentaban no podían entender cómo alguien sin experiencia en montañismo podía lograr al primer intento semejante hazaña. Y un poco de certeza hay.
Seguramente su fuerza de voluntad fue mucho mayor, tanta como la que tuvo a los 17 años después de terminar el secundario para inscribirse en la Marina y forjar su futuro entre los hombres que defienden a nuestro país.
Por supuesto que ese ascenso no estuvo libre de problemas. Hubo una parte del trayecto en que todos le decían que "abandonara" por temor a que se desencadenara en él lo que se llama "Mal de la montaña" (o de altura).
"Me quedé tirado un rato y todos los que me veían de otras expediciones intentaron socorrerme. Me preguntaban qué me pasó y que bajara. Había leído bastante sobre el mal de altura pero no tenía todos los síntomas y por eso me resistía", relató Horacio al conversar con este diario.
Este sanfrancisqueño iba con otros tres hombres que lograron hacer cumbre con él pero al sentirse mal les dijo que siguieran camino. En esa inmensidad y soledad se encontró con Tibaldi - igual que cuando entraron al Parque - y ahí se puso de nuevo de pie.
"Guillermo me encontró y después de preguntarme me dijo que tenía baja presión. Con azúcar y caramelos me sentí mejor y cerca de La Canaleta alcancé a mis compañeros. Ahí es donde muchos abandonan porque es muy inclinado para subir y no hay terreno firme", siguió narrando.
El último tramo
Sumado a la peligrosidad y lentitud con que hay que ir en ese trayecto, también hay una falta de oxígeno permanente: "Implica una subida de aproximadamente tres horas, además, los que están más arriba gritan '¡piedra!' porque empiezan a caer y ahí te asustás un poco pero no tenés alternativa para esquivarlas porque estás parado en un lugar incómodo como haciendo equilibrio siempre".
Los últimos metros fueron a pura emoción. Él sabía que aun estando cansado podía llorar tranquilamente porque acariciaba la cumbre. A su lado estaba Guillermo que también lo hacía porque iba a flamear la bandera en el punto más alto de "Los 44", es decir, los submarinistas que murieron en el Ara San Juan hace dos años.
"Incluso - especificó - lo ayudé a subir en algunas partes para ayudarlo a subir piedras grandes porque para él era tremendo".
Al volver era casi una celebridad, todos le preguntaban "qué había hecho" para poder hacer cumbre siendo la primera vez que adquiría experiencia en una montaña. Al final sí lo había logrado y sus palabras para otros eran una suerte de inspiración. Por supuesto que ese descenso no fue inmediato, le tomó dos días para volver.
Un marino todo terreno
Horacio trabaja actualmente en la base naval de Mar del Plata de la Armada Argentina. A los 17 años se fue de San Francisco para anotarse en la Marina. Su inquietud nació porque en aquella época el papá de su novia trabajaba como marino mercante.
Actualmente está en el Arsenal de Mar del Plata donde realiza mantenimiento de los submarinos (no estaba allí cuando sucedió lo del ARA San Juan) y se especializa en el área de Sistemas de Control que combinan electricidad, electrónica y cuando se trata de barcos militares también todos aquellos mecanismos asociados que se manejan de esta forma.
Su trayectoria incluye también un paso por el Puerto Belgrano, la Escuela Naval Militar, ser nadador de rescate durante 8 años, tres expediciones (durante 5 meses) a la Antártida en la patrulla antártica naval combinada con Chile. Asimismo fue elegido entre los argentinos que colaboraron con Francia en la reconstrucción del Faro del Fin del Mundo.
Su paso en una carrera prolífica cuyo rango actual es de suboficial principal también incluye haber trabajado en el Destructor Hércules y sus pares Santísima Trinidad, Almirante Brown, ARA Francisco de Gurruchaga, Destructor Suboficial Castillo; en la Lancha patrullera Ara Punta Mogotes y Agrupación Militar de Buzos Tácticos.
La vida de Horacio fue un ir y venir de un lugar a otro pero en todo ese tiempo siempre hizo un lugar para poder hacer deportes y ahora incursionar en el montañismo, empezando nada más ni nada menos que en el Aconcagua. No obstante, después de conocerlo, él sigue estando tan o más orgulloso de ser aquel chico que iba a la Escuela José María Paz y que su educación secundaria la realizó en el ex Ipet Nº 3 pero también el que llegaba a esas aulas desde su casa familiar en calle 3 al 657 de Frontera.