Elecciones 2023
De joven militante, a gobernador de una provincia desafiante
Martín Llaryora anotó otro triunfo en la cuenta del cordobesismo. Imprimió con el nombre de San Francisco un capítulo en las páginas de la historia política argentina. Aquello que siempre añoró, ocurrió, en una elección peleada hasta el final.
CORDOBA (Cecilia Castagno, enviada especial)-. El 25 de junio de 2023 no fue un domingo electoral más del calendario que se repite cada cuatro años. Será recordado por los sanfrancisqueños como el día que por primera vez en la historia un coterráneo llega a la gobernación de Córdoba por el voto popular. Para quienes ejercemos el periodismo, tampoco será una elección más.
Comunicar en primera persona el minuto a minuto de lo que terminaría siendo un hito de la política de San Francisco, no distó mucho de lo que pueden sentir aquellos colegas de la crónica deportiva que cubrieron un Mundial, y más si la victoria es agónica.
Antes del "medio tiempo" -con poco más del 40 % de las mesas escrutadas, en el búnker de Hacemos Unidos por Córdoba -montado en el centro de congresos Quórum-, el partido se daba vuelta a favor del oficialismo y encendía la ilusión de la militancia... porque como el fútbol, la política genera pasiones, aunque con la obligación de la razón como contrapunto.
Pero como esta columna no es ni pretende ser un análisis pragmático de un comicio provincial histórico para nuestra ciudad, que puso al país a mirar hacia estos pagos, voy a resumir lo que personalmente fue este "súperdomingo", y trataré de hacerlo con cuanta objetividad periodística me permita el sentimiento vanidoso de que los sanfrancisqueños, más allá de cualquier signo partidario, hicimos historia, le dimos a Córdoba su próximo gobernador.
La euforia del público animaba a predecir un festejo muchísimo más pomposo. Lo alcanzado por Martín Llaryora es su pase para jugar en el tablero nacional y soñar con sentarse en el sillón de Rivadavia, decían envalentonados los incipientes politólogos en el búnker. Sin embargo, su noche consagratoria fue madrugada y finalmente, mañana de lunes, cuando el Tribunal Electoral cerró el escrutinio primario y aventaja a Juntos por el Cambio.
Llaryora desde arriba del escenario parecía más ese joven que en 2007, para sorpresa de muchos y por poco más de 600 votos, dio el "batacazo" y saltó el Palacio Tampieri, aunque esta vez, el que buscaba dar el golpe era su rival directo, Luis Juez.
Si tiene un proyecto presidencialista, Llaryora no lo explicitó, habló como y para los cordobeses, y con el orgullo propio de quien está cumpliendo un sueño, quizá no de la forma que esperaba, pero cumplido al fin. Sí revalidó que su vocación de poder no tiene techo y que es un obsesivo de la política.
Podría decirse que en 2019, LLaryora "se recibió" de cordobés -de ese cordobés de "la docta" y el cuarteto que inspiró una popular canción- al convertirse en el primer peronista que conquistó la intendencia de la Capital después de 16 años. No obstante, este Llaryora, ya con otro triunfo (este, mucho más sufrido) en la mano, con vasto kilometraje recorrido en el mundo contradictorio de la política y con algunas canas más, también se asemejaba al Martín que comenzó su carrera política en 2003, cuando fue electo concejal, luego presidente del PJ de su ciudad y empezó a construir una identidad propia al punto que pronto, su tropa le apostó todas las fichas como un líder carismático.
Ese mismo Llaryora que más tarde, junto a otros intendentes, encabezó el `Grito de San Justo', con una idea de país asociada a la idea de interior, en una Argentina muy centralizada desde el punto de vista político. Algo -o mucho- de eso influenció para que en 2023 llegara a las urnas con un frente amplio para expresar un cambio de era en el oficialismo provincial, una promesa que incluso fue eje de su discurso en el que con lógica cautela por la demora en el escrutinio provisorio, se proclamaba vencedor ante una tendencia que llamó "clara" e "irreversible".
"Va a ganar. Siempre soñó con este momento. Si de niño entonaba de memoria la marcha peronista. Si la política es su vida'', comentaba un allegado al flamante gobernador presagiando el resultado mientras degustaba el tentador catering con el que HUxC agasajó a sus militantes y a la prensa en la espera del conteo de votos.
El comentario me recordó esa "cuna militante" que Llaryora mencionó en una de las oportunidades en que lo entrevisté, en una conversación distendida y con varias definiciones personales. Esa forma de expresarse más simple de la esperada para un mandatario también la noté en el trato cercano que tuvo hacia los periodistas en un mar micrófonos, celulares, cámaras, que lo recibió en el Santa Teresa de Jesús, el colegio de calle Obispo Trejo donde sufragó, a metros del monumento al fundador de la ciudad que gobierna.
Fue precisamente a los pies "del Jerónimo" que dialogó en exclusiva con este diario después de cumplir con el deber cívico y caminar como cualquier vecino por la Manzana Jesuítica, en un mediodía en el que se respiraba el aroma ahumado que salía de las coquetas parrillas de un paseo gastronómico sobre la 27 de Abril que lleva el sello de su gestión municipal. Pero nada como los tallarines a la boloñesa de su mamá que este domingo tanto extraño, una fija cada vez que fue a una elección, y no por cábala. "Yo no me olvido de dónde vengo", cerró la entrevista.
Pese a que confesó que de chico quería ser bombero, su vocación estaba definida. La atracción por la política y el peronismo lo determinó temprano, a comienzos de la década del '90 de la mano de su padre, Luis, un dirigente sindical de La Bancaria que fue detenido durante la dictadura, y que además, le inculcó el gusto por el folclore.
"En el centro de estudiantes de la escuela técnica Emilio Olmos y en la universidad dio sus primeros pasos en la militancia. Lo escuchaban", contaba otro colaborador, y aseguró que fue allí que Llaryora confirmó lo que ya sabía: su destino estaba en la galaxia de la política. No por casualidad la educación fue faro de sus gestiones. Se graduó como diplomado en Gestión Pública en la Universidad Católica de Córdoba y luego recibió el título de abogado en la UNC.
Dos mandatos al frente de la intendencia de San Francisco; ministro provincial de Industria, Comercio, Minería y Desarrollo Científico Tecnológico; vicegobernador; diputado; intendente de Córdoba y ahora, a los 50 años, gobernador de la segunda provincia del país; una provincia que mira provocadora a la Casa Rosada; que desafía a los de afuera y también a los de adentro.
La carrera que trajo a Martín Llaryora hasta acá lleva el ADN de San Francisco y el reto y la responsabilidad de honrar el significado y el significante de lo sucedido este 25J que fue histórico.