Cuando Tato censuró a Tato
Miguel Tato es un superhéroe de la censura. Fue canillita, fue dibujante y fue crítico. Realizó un filme que resultó un fiasco. Ahora enfrenta sus frustraciones transformado en el increíble Señor Tijeras. Saltando de gobiernos de facto a democráticos, se dedica a mutilar películas y programas de televisión. No se salva nadie. Ni Mirtha ni el bueno de su homónimo Bores.
Por Manuel Montali | LVSJ
Escondido atrás de su escritorio gris, un ser bajo, pequeño, correcto y gentil, atiende los teléfonos y nunca está. Mira a su secretaria imaginándola desnuda y en su cama, y vuelve a trabajar.
Se trata de una de las grandes descripciones de la prehistoria del rock nacional. En ese disco inobjetable llamado "Instituciones", que daba la hora con bastantes minutos de adelanto, Charly y Nito contaron las increíbles aventuras del Señor Tijeras, de las que ellos mismos y su disco fueron víctimas.
No, no se trataba del personaje del universo burtoniano al que le puso el cuerpo (y las manos) Johnny Depp. El hombre de carne y hueso se llamaba Miguel Paulino Tato. Era unself made mana mucha honra, con un ascenso de novela: nacido en total humildad en 1902, había empezado a trabajar como canillita, luego hizo dibujos para "Última Hora" y de allí pasó a los textos. Su formato favorito era el de las críticas. Puntualmente, las de cine y televisión, bajo el seudónimo de "Néstor".
El hombre se hizo nombre, y en los '70 pasó a desempeñarse como censor, siendo director desde 1974 del Ente de Calificaciones de Argentina. Como buen estereotipo de todo crítico, su blanco predilecto estaba en sus propias frustraciones. En 1952 se había dado el gusto de hacer su propia película: "Facundo, el tigre de los llanos". Pero había sido un fracaso. Replicando la fórmula de "El periodista que se muere por tocar", como canta Ricardo Mollo, sus dedos ahora eran tijeras y se dedicaba a mutilar y degollar centenares de películas, nacionales y extranjeras.
Sui Generis da en la tecla cuando acusa al Señor Tijeras de estar obsesionado con el sexo y los desnudos. El límite de la decencia, para este Tato, eran las cremalleras y broches de corpiños. La censura debía ser en esos casos "saludable como la cirugía". Por supuesto, muy buen conocedor de la industria, odiaba también otros géneros, como los filmes de Bruce Lee y artes marciales, por "violentos" y "malos". Pero lo feo feo era el sexo.
Tan bien blandía su poda a diestra y siniestra, que el fin de la proscripción y el retorno del peronismo al poder lo encontraron en la misma silla. La televisión no quedó exenta de sus artes de reina de corazones y en 1974 también hubo degüellos. Una Mirtha Legrand ya histórica se vio eyectada de la pantalla. Lo mismo le sucedió a su homónimo Tato Bores. Le pusieron como excusa el duelo nacional por la muerte de Juan Domingo Perón y lo borraron de la señal estatal. Pero quizá lo cierto era que le molestaba a "Isabelita" y José López Rega. Recién en 1978 sus monólogos volverían a escucharse desde la caja boba, coincidiendo con la época en que el Tato censor empezaba a colgar las tijeras y Charly se iba a Brasil para armar un nuevo grupo con el que alertaría: "Enciende los candiles que los brujos piensan en volver a nublarnos el camino".
Otro caso de antología, este Bores. Sería su primera pero no la última experiencia con los recortes. Para 1992, la jueza María Romilda Servini de Cubría protagonizaría un episodio de censura previa con uno de sus programas, al enterarse (por un anónimo "raro" mediante) de que se burlarían de una multa ridícula que había recibido por irregularidades en sus funciones. Sentando jurisprudencia en las narices de la jueza "Barú Budú Budía", acompañado por un coro con lo más renombrado del espectáculo argentino, Tato retornaría una vez más a la TV con la cabeza intacta.
Volviendo al primer Tato (que también había mantenido su cabeza en la pasaje de la Revolución Argentina a la democracia, y en la vuelta a las botas con el Proceso de Reorganización Nacional), se alejó del Ente de Calificación por razones de salud en 1978, pero el epílogo de su obra estuvo en el retorno a la democracia desde 1983.
En su canción sobre el Señor Tijeras, Charly y Nito aventuraban una profecía: "Te veré en 20 años en televisión, cortada y aburrida. A todo color". Esta conclusión también había sufrido un tijeretazo. La letra original rezaba: "Yo detesto a la gente que tiene el poder de decir lo que es bueno y lo que es malo también. Sólo el pueblo, mi amigo, es capaz de entender. Los censores de ideas temblarán de horror ante el hombre libre con su cuerpo al sol".
La censura cinematográfica es una etapa superada. El Señor Tijeras pasó al olvido. No hacen falta guardianes de las ropas, de la moral, ni de las películas de karatecas. El arte ya no inquieta ni ofende a nadie.