Análisis
¿Condena que abre un nuevo tiempo?
La sentencia que recibió José Alperovich es un hecho que devuelve algo de salud a una realidad acatarrada que, cada tanto, tose para expulsar a quienes van perdiendo poder. Y eleva a la élite política a nuevos personajes que, es de esperar, no gocen de la impunidad que la Justicia les ha otorgado durante mucho tiempo.
El historiador británico Ian Kershaw, en su libro “Personalidad y poder” –en el que retrata a varios líderes europeos democráticos y totalitarios del siglo pasado- se formula una pregunta que debería ser respondida en nuestro país: “¿Cuáles son las condiciones sociales y políticas que determinan el tipo de poder que encarnan determinados gobernantes y qué es lo que define que un dirigente, autoritario o demócrata, pueda medrar o no?”.
En la Argentina, es casi seguro que palabras como impunidad, autoritarismo, corrupción e injusticia serían parte de cualquier discusión que procure responder aquel interrogante. En este contexto, la condena del exgobernador de Tucumán, José Alperovich, por graves delitos de violencia de género y abusos sexuales, que ha tenido gran repercusión en el país, podría ser un ejemplo claro de cómo varios dirigentes mejoran su fortuna, incrementan sus bienes, obligan a otros a venerarlos y destruyen la dignidad de las personas, aprovechando su poder y utilizando artimañas ilegales para asegurarse no ser alcanzados por la Justicia.
Las pantallas de televisión mostraron la última 'función' de un personaje que dominó la política de su provincia durante más de una década y se convirtió en el símbolo de la arbitrariedad y el despotismo. Este tipo de líderes feudales históricamente manejaron el poder con mano de hierro y se sintieron autorizados a cometer cualquier abuso.
Tal vez usar el tiempo pasado en el párrafo anterior sea un error. Es posible que el presente sea más adecuado, ya que todavía hay figuras en el poder que se consideran caudillos de su provincia y no dudan en usar todos los métodos a su alcance para disciplinar a sus seguidores y desterrar a quienes se oponen a ellos
De todos modos, aunque la frase suene a una mera expresión de deseos, la sentencia referida puede convertirse en el hecho inicial de una nueva etapa. Un período que deje atrás la impunidad como norma para estos personajes nefastos que se creen con derecho a todo. Incluso el de ultrajar la dignidad de las personas a través del acoso, la violación, la violencia de género y el sometimiento psicológico.
En las últimas décadas, la hipocresía y falsedad de los dirigentes políticos han sido constantes. Estos políticos hablan frecuentemente sobre atender las necesidades del pueblo, mientras se vuelven multimillonarios a costa del erario público y acumulan un poder casi absoluto mediante la corrupción en todos los niveles. Son parte de un sistema que exhibe porciones putrefactas en donde se puede presenciar, no sin estupefacción, la distancia enorme entre lo que la vida pública debería ser y lo que realmente es.
La sentencia que recibió el ex gobernador de Tucumán llegó cuando su figura ya había caído en el ostracismo. Sin embargo, es un hecho que devuelve algo de salud a una realidad acatarrada que, cada tanto, tose para expulsar a quienes van perdiendo poder. Y, al mismo tiempo, eleva a la élite política a nuevos personajes que, es de esperar, no gocen de la impunidad que la Justicia les ha otorgado durante mucho tiempo.