Análisis
CGT vs. Gobierno: otro portazo inoportuno
Nada cambia. Los mismos apellidos, las mismas caras, los cargos vitalicios, la sumisión a una corriente política y acciones gremiales que impiden cualquier modificación que pueda favorecer la creación de empleo registrado.
La dirigencia de la Confederación General del Trabajo decidió no concurrir a la reunión del diálogo social convocada por el gobierno nacional. Tras una deliberación que fue calificada como “intensa”, los gremialistas “duros” prevalecieron en esta ocasión y, de este modo, el intento de consensuar aspectos relacionados con la producción y el mundo del trabajo puede quedar en eso: solo intenciones.
La resolución de la CGT es un portazo inoportuno. Que revela la intransigencia habitual que adoptan algunos dirigentes cuando no gobierna el signo político al que adhieren. Que deja al desnudo las diferencias en el seno de la confederación sindical, más allá de las declaraciones de ocasión. Que forma parte de una repetida conducta de la dirigencia que solo procura mantener privilegios y prebendas. Y que no comprende que haciendo siempre lo mismo es imposible que se puedan conseguir resultados diferentes.
En una conferencia de prensa realizada tras la reunión, el cotitular cegetista Héctor Daer (Sanidad) afirmó que “el gobierno no ha dado una respuesta positiva a dos temas que para nosotros eran fundamentales”, que fueron el reclamo por la suba del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias y el pedido de que el Poder Ejecutivo retire la apelación ante la Corte Suprema contra la suspensión del capítulo laboral del DNU 70. Ambas exigencias fueron planteadas la semana pasada por la CGT ante el secretario de Trabajo, que se comprometió en dar una respuesta a los pedidos. “Ninguna de estas dos cosas tuvo significado positivo”, se quejó Daer, quien también criticó al gobierno porque “quedó en el medio un tema técnico para precisar en la reglamentación de la reforma laboral” y cuestionó el artículo que penaliza los bloqueos sindicales al considerarlos una injuria laboral grave.
Podrán ser atendibles algunos de los reclamos que se plantean. Podrán discutirse algunas actitudes del gobierno nacional, algunos de cuyos voceros esgrimen similares posturas intolerantes. Pero desperdiciar la oportunidad de incluirlos en la agenda del diálogo al que se convocó a sindicalistas y empresarios es una postura caprichosa que no tiene vinculación con la legítima defensa de los derechos de los trabajadores. Por el contrario, consolida una posición testaruda, reveladora de objetivos políticos que no se confiesan abiertamente para no agigantar el enorme desprestigio y la pésima imagen que la opinión pública tiene de los popes sindicales.
Otro portazo sindical que nada cambia. Porque el panorama es el de siempre. Los mismos apellidos, las mismas caras, los cargos vitalicios, los procedimientos de sucesión que solo involucran a familiares directos, la sumisión a una corriente política y las acciones gremiales que impiden cualquier modificación que pueda favorecer la creación de empleo registrado derivan en estas actitudes rupturistas solo expuestas en algunos períodos de gobierno. En otros, como es habitual, silencio, complacencia y complicidad frente evidente deterioro de la calidad de vida y al desbarranco económico, social y cultural que afecta, especialmente, a los sectores que afirman representar.