Sociedad
Cenizas que abren un interrogante
El emblemático bar "Mis Amigos", que ha sido un punto de encuentro en San Francisco por más de un siglo, fue consumido por un incendio el pasado miércoles. Sin embargo, la comunidad se une con el firme propósito de reconstruirlo, preservando su rica historia y tradición.
Por Arturo A. Bienedell | LVSJ
El ave fénix es una figura mitológica que popularmente se cita para significar que algo se puede reconstruir desde sus cenizas. En términos más elaborados se lo define como “una criatura de fuego que es capaz de elevarse majestuosamente desde las cenizas de su propia destrucción y simboliza el poder de resiliencia para salir fortalecido de los problemas”.
Esta semana San Francisco y la región despertaron un día con la ingrata noticia del incendio que consumió las instalaciones del tradicional bar “Mis Amigos” de la familia Gamo Rossi y, de inmediato, en un tácito acuerdo vecinal fue denominador común el propósito de que ese lugar, que fue bar por más de cien años, debía seguir siéndolo y que para ello se debía trabajar para conseguirlo.
Allí están las cenizas de “Mis Amigos”, pero en el ánimo de sus propietarios y una mayoría del pueblo sanfrancisqueño está el entusiasmo manifiesto de su recuperación tan pronto como sea posible.
Ya en estos días se lamentó lo suficiente y se mostró la solidaridad con los damnificados, por lo que este artículo no lo escribo para seguir hurgando la dolorosa herida, sino para poner en evidencia cuánto de la historia de San Francisco ocurrió en ese inmueble y que no se puede borrar por un incendio. Tampoco es un repaso erudito, sino una mención de nombres y actividades que marcaron época que pretende que todos los que tienen que ver con el cuidado patrimonial, se sensibilicen en pro de la recuperación de la identidad de la emblemática esquina de Libertador (S) y Paraguay.
Los orígenes del bar eterno
Cuando se planificó el pueblo Estación San Francisco, a partir de 1888, la primera urbanización se dio a partir de 1889, entre la estación del Central Córdoba en el actual Centro Cívico y la Plaza Sur (actual General Paz). Fue un proceso lento que cobró impulso a partir de 1900, cuando ya estaba avanzada la primera parte de la obra de la vieja iglesia parroquial.
Entre aquellas construcciones de la primera década del siglo XX, se contó la obra de un local para bar en la esquina que luego sería de Paraguay y Humberto Primero. Sobre la misma vereda, en la esquina oeste, el gobierno provincial construyó su segundo edificio escolar en San Francisco, el que en 1912 se cedió a la Nación que lo destinó a la recién creada Escuela Normal y donde, desde 1935, está la escuela “Rafael Núñez”.
Se puede saber que, si no fue el primer “bolichero”, sí estuvo entre los primeros don Juan Delprete, que nació en 1889 y alrededor de sus 30 años, se hizo cargo del bar. Contaban antiguos vecinos que Juan atendía a sus parroquianos con particular deferencia y, en especial, los domingos a quienes eran fieles tanto al Señor, cuando asistían a las misas de la iglesia allende la plaza, como al ajenjo bien preparado por Delprete; un premio a su semana de trabajo.
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Ya en la década de 1930 fueron responsables de su atención los hermanos Morandi. Uno de ellos Leonel atendía, además del bar, la boletería de pasajes de ómnibus cuando allá por 1934, San Francisco empezó a tener servicios de colectivos interurbanos. Los coches estacionaban frente al bar, mientras los pasajeros usaban su interior como sala de espera. Esto fue hasta 1940, cuando se inauguró una verdadera Terminal de Ómnibus en Iturraspe y Alberdi (actual playa de estacionamiento de la Cooperadora Policial).
Cuando la avenida pasó a llamarse Cervantes, en la década de 1940 el local pasó a ser conocido como café y bar de Bartolo Bordesio. Su descendiente, “Mema” Bordesio apegada al lugar sintiéndolo como parte de su vida, lo frecuentó hasta años recientes para dialogar con amigos y clientes de la familia Gamo Rossi.
Las paralelas pueden unirse
San Francisco tuvo decenas de despachos de bebidas en aquellos años y esto tiene que ver porque hay una historia paralela a la de este bar.
En 1956, en cercanía de las vías del ferrocarril Belgrano, en Pellegrini y Larrea, se destacaba el Bar “Rossi”, de Juan Esteban Rossi, que ese año lo vendió a Domingo Tórtolo.
Pero, como quien atiende una barra no puede estar lejos de ella mucho tiempo, Rossi puso su capital y conocimientos en la compra del Bar “Santa Rosa”, en General Paz y Dante Alighieri que era propiedad de Geraldo Haride y Guido Vidal. Rossi tuvo como socios a Aníbal Deolindo Tórtolo y Josefa Tomasa Rossi.
En simultáneo, el despacho de Libertador Sur y Paraguay figuraba como “Bar Avenida San Martín” y en agosto de 1961 fue vendido a Omar María Olivero y Bartolomé Beltramo, quienes en octubre lo vendieron a Adolfo Genero.
El 11 de mayo de 1963, Genero lo anunció como comedor bar “San Francisco” y recibía pensionistas. Un mes después lo compró José Garetto quien en diciembre lo vendió a Bartolomé Raspo. La venta siempre fue del negocio de bar, no del inmueble.
A todo esto, a pocas cuadras de allí seguía su curso comercial el Bar “Santa Rosa”, atendido por Josefina Rossi y su esposo Roberto Gamo. En la década de 1970, se sumó como socio el campeón mundial de fútbol 1950, Ernesto “Patrullero” Vidal, hasta su prematuro fallecimiento en 1974.
Josefina y Roberto continuaron en el “Santa Rosa” hasta cuando concretaron su proyecto de administrar el viejo bar frente a la plaza “General Paz”, donde comenzaron su nueva etapa en la gastronomía el 1 de junio de 1978. Las historias paralelas al fin se unieron para dar paso a nuevas experiencias.
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Los últimos años
Los mayores somos testigos de la continuidad que tuvo “Mis Amigos”, con la atención de “Fina” y “el Gallego”, mientras los vástagos, niños entonces, correteaban en las dependencias del bar que pocos años después empezaron a atender con igual diligencia que sus padres.
Como muchos sitios, la mayoría de los vecinos no llamó al bar con su “nombre oficial”, sino nada más ni nada menos que como “el bar de la Fina”. Todo un homenaje a quien desde adolescente se vinculó al servicio gastronómico y lo dominó con nobleza singular.
Luego de la sentida partida de Roberto (03/01/2004), “Fina” permaneció firme en la conducción de su bar hasta que también su familia y amigos (todos sus clientes), lamentaron su ausencia para siempre el 15 de setiembre de 2010.
Así como el mérito y el legado profesional es para los descendientes de Roberto y “Fina”, la virtual pertenencia del más antiguo espacio gastronómico de San Francisco es de la ciudad toda. De los que lo frecuentaron y de quienes no lo hicieron.
Nos preguntamos ahora si “Mis Amigos” podrá resurgir de las cenizas o si entró en el terreno de las leyendas.
Siempre atendiendo legítimos intereses, procurar su recuperación sería prolongar una tradición popular. Esa que admiramos de otros lugares y que pronto sabremos si se puede hacerlo aquí también.