Día del Panadero
Carlos Torrione, 25 años disfrutando de la pasión de ser panadero
“Para mí ser panadero es una forma de vivir”, confesó y revindicó un oficio esencial que hoy celebra su día.
En el Día del Panadero, LA VOZ DE SAN JUSTO rescata la historia de Carlos Torrione, quien hace 26 años descubrió en la panadería un oficio que aprendió a desempeñar con mucha pasión. Oriundo de San Francisco, desde muy pequeño se mudó a Sastre con su familia desde donde llegó luego de renunciar a su trabajo como empleado en una fábrica de embragues. Al llegar a la ciudad comenzó a trabajar en La Casa del Alfajor “porque necesitaba trabajo”.
Sus primeros pasos en la actividad los dio en “La Casa del Alfajor”, mientras que los últimos 20 años los pasó en Panadería San Francisco, donde permanece hasta la fecha y sostiene que “en esta panadería aprendí el oficio”.
“Para mí ser panadero es una forma de vivir”, dijo con mucho convencimiento Carlos quien sostiene que va a trabajar con alegría “porque todos los días se aprende algo nuevo, aún luego de más de 25 años de trabajo”.
“Me encanta estar en la cuadra”, dice mientras explicó que la incorporación de la tecnología en la elaboración del pan “no cambió demasiado nuestro trabajo” ya que “los ingredientes son los mismos y la manera de elaborar el producto también. Si bien ahora han surgido muchas pre mezclas, la calidad del producto no es la misma. Es mejor inclinarse por la modalidad tradicional en la panificación porque, a mi criterio, queda más rico”.
En estos últimos veinte años dijo que “he tenido muchos maestros que me enseñaron el oficio” que “el trabajo de panadero se tiene que realizar en equipo donde cada integrante tiene una función en la cuadra para que todo salga de la mejor manera”.
Cada día acude a la panadería donde se coloca su ropa de trabajo, color blanco inmaculado, y desde las 9 empieza ‘la magia’ que se produce con la combinación de los elementos para elaborar los diferentes productos de panificación. A partir de allí surgen las exquisiteces que todos los días engalanan la vitrina de la panadería.
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“Nosotros producimos pan, facturas y bizcochos durante todo el día. Para eso dejamos todo listo y por la noche viene un cocinero y cocina lo que le pide el encargado en una lista” explicó como una manera de dar a conocer cómo se desempeña en la rutina diaria dentro del oficio.
Con un fuerte sentido de superación por lo que hace, Torrione asegura que “como panaderos tenemos la obligación de intentar mejorar todos los días en lo que hacemos” ya que “el producto que elaboramos entra primero por la vista y luego, por supuesto, por el sabor. Una buena factura, un budín, una torta o un bizcocho tiene que tener una presentación impecable y para eso tenemos que ser delicados en lo que hacemos”.
Además, aseguró que “cuando veo un producto mío terminado me doy cuenta enseguida si salió bien o mal. Todos nos podemos equivocar, pero en nuestro trabajo tenemos que tener la capacidad de darnos cuenta cuando hacemos algo mal para que eso no llegue al cliente”.
En todo este tiempo desplegando su talento en la cuadra de la panadería no dudó en señalar que “estoy muy contento con ser panadero” ya que “me encanta venir todos los días a trabajar acá. Me siento muy bien en la cuadra, haciendo los bizcochos y facturas”.
Apenas empieza la jornada su trabajo comienza “con una evaluación de lo que ya está hecho y a partir de allí calcular bien los ingredientes para lo que necesitamos producir. Después vemos si hay pedidos de pan tomate o pan de campo, luego hacemos las facturas. A veces hacemos pizza y otros elementos. En definitiva, vamos viendo lo que necesitamos todos los días”.
Al momento de destacar el secreto para un buen pan dijo que “tiene que estar bien amasado, bien sobado, buena cortada y buena cocción, pero por sobre todas las cosas el panadero tiene que poner toda la disposición para hacer las cosas bien. Si uno no tiene ganas, es mejor quedarse en casa”.