Análisis
Cantos racistas y desmesuras varias
Enzo Fernández se disculpó por un cántico racista y xenófobo durante los festejos de la Copa América, pero el incidente se intensificó por la desmedida reacción de autoridades y la falta de postura de la AFA. La controversia ha resaltado una creciente intolerancia y desmesura en el debate público.
“Quiero pedir disculpas sinceramente por un video publicado en mi canal de Instagram durante las celebraciones de la selección nacional. La canción incluye un lenguaje muy ofensivo y no hay absolutamente ninguna excusa para estas palabras. Me opongo a la discriminación en todas sus formas y me disculpo por quedar atrapado en la euforia de nuestras celebraciones de la Copa América”. Quizás todo habría terminado con este texto de disculpa del jugador de la selección nacional, Enzo Fernández, luego de protagonizar un episodio lamentable en el que lidera un cántico con letra racista y xenófoba en medio de los festejos por la reciente obtención de la Copa América.
La naturaleza de la letra de esta mal llamada y utilizada “canción de cancha” determinó una inmediata reacción de la Federación Francesa de Fútbol y motivó que se abrieran expedientes disciplinarios tanto en el club inglés donde juega el volante argentino y en la Federación Internacional de Fútbol Asociado (Fifa). Pero más allá de estos trámites que se abren en todas las instancias similares –que son muchas, por cierto- el contenido de las disculpas ofrecidas por el futbolista debería haber fungido como un bálsamo para atenuar la discusión y dejar saldado el caso.
Ocurrió todo lo contrario. No por el descargo lógico frente a un error cuyas consecuencias debieran servir como aprendizaje para que los jóvenes –especialmente estos atletas de primer nivel- comprendan que no es admisible repetir la historia dramática signada por el racismo, la segregación y la xenofobia. Sí por la desmesura con que algunas autoridades del gobierno nacional asumieron el caso. Y también por la postura “oxímoron” de la dirigencia de la AFA, cuyo silencio estruendoso da cuenta de la vaguedad del compromiso en la lucha contra este mal de la humanidad que, lamentablemente, se manifiestan a menudo también en los estadios de nuestro país.
El despido del subsecretario de Deportes de la Nación, luego de asumir una supuesta corrección política y pedir la ampliación de los pedidos de disculpas a Francia por la difusión de aquel cántico, agresivo fue el comienzo de la desmesura. Agigantada luego por el mensaje “nacionalista” proferido por la vicepresidenta de la Nación que pretendió “bancar” al jugador protagonista de este suceso y terminó generando un entredicho con el país galo.
Tiene Villarruel todo el derecho a expresar su opinión y a argumentar como le plazca. Es más, se puede incluso coincidir con esa postura. Sin embargo, el tono de ese mensaje rompe la imagen de prudencia que supo crear la segunda máxima autoridad de la Nación. Paradoja: se asemeja al discurso “bolivariano” que –según se afirma- está en las antípodas de su pensamiento.
Hace un par de años más de un centenar de intelectuales de diversas extracciones ideológicas –entre ellos Margaret Atwood, Noam Chomsky y Salman Rushdie-, en una carta abierta “sobre justicia y debate abierto”, afirmaban que “necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la asunción de riesgos e incluso los errores. Debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias funestas”.
Siguiendo este razonamiento, no se trata de aplicar la política de la cancelación. Ni de asumir una equivocada corrección política que desestima el derecho a la libre expresión. Por el contrario, si se trata de un error propio de la irreflexión juvenil como parece ser este caso, rectificarlo y aceptar las disculpas deberían ser conductas habituales. Así también, la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias implica el respeto por la opinión contraria, pero en ningún caso puede aceptarse que el debate alcance tonos difamadores, agresivos o violentos.
Un episodio que podría calificarse como menor escaló a otro nivel, lamentablemente. Propio de un tiempo espeso y oscuro en el que la intolerancia y la desmesura se regodean.