Análisis
Caballos: la responsabilidad humana
Tener un caballo en la ciudad requiere de humanos que breguen por la salud del animal y la seguridad de toda la comunidad.
Por Leandro Dutruel (Médico veterinario - M.P: 3816)
El año pasado, los caballos fueron noticia por la encefalomielitis equina, una enfermedad letal que afectó a miles de ejemplares en todo el país. Este brote, además de causar un enorme impacto en la salud de los animales, paralizó la industria ecuestre en un momento clave de los calendarios deportivos y expuso la falta de controles, vacunación obligatoria y compromiso por parte de algunos propietarios.
Con el tiempo, gracias a las vacunas y al esfuerzo de los responsables, el tema dejó de ser urgente y desapareció de la conversación pública. Los caballos volvieron a ser parte del paisaje habitual, como siempre, pero esa normalización encubre una problemática más amplia: la falta de regulación y cuidado adecuado de estos animales, que pone en riesgo tanto su bienestar como la seguridad de las personas.
En nuestra ciudad y en localidades vecinas, es cada vez más frecuente ver caballos en condiciones inadecuadas: atados con soga a una estaca en lotes o plazas, algunos en patios de casas, o peor aún, deambulando sueltos por la vía pública, lo que representa un grave peligro para conductores y peatones.
Estos animales, que deberían ser una responsabilidad asumida por sus propietarios, terminan siendo un riesgo tanto sanitario como vial debido a la falta de controles efectivos y de compromiso de algunos cuidadores.
La normativa actual de Senasa, en su resolución 278/2022, establece que todos los equinos deben ser identificados mediante un microchip que permita garantizar la trazabilidad, localizar al responsable y contribuir al bienestar del animal. Sin embargo, en la práctica, esta medida enfrenta obstáculos debido a la falta de información, la resistencia de algunos propietarios y la escasa fiscalización en ciertas áreas.
El problema no radica solo en la normativa, sino también en la falta de conciencia sobre lo que implica tener un caballo. Adquirir un equino es más que una simple transacción económica; requiere un compromiso constante con su salud, alimentación y manejo. Sin embargo, muchas personas compran un caballo sin comprender plenamente sus necesidades básicas. Es más fácil gastar en una soga para atarlo que en asesoramiento profesional para garantizar su bienestar. Este descuido se agrava en casos donde los caballos son utilizados exclusivamente con fines recreativos o deportivos, sin preocuparse por las condiciones en que viven. Más allá del aspecto ético, el mal manejo de los caballos representa un riesgo sanitario para la comunidad.
La encefalomielitis equina es una enfermedad viral grave que afecta al sistema nervioso central y puede transmitirse al ser humano. El brote del año pasado demostró cómo la falta de vacunación expone no solo a los animales, sino también a toda la población. Por eso, es fundamental que la vacunación sea una práctica obligatoria y accesible, especialmente en áreas vulnerables, donde la población de caballos precarizados es mayor. La prevención de enfermedades zoonóticas como esta no es solo una cuestión individual, sino un acto de responsabilidad colectiva que protege a toda la sociedad.
Por otro lado, los caballos sueltos en la vía pública representan un peligro latente para la seguridad vial. Los accidentes causados por la presencia de equinos en calles y rutas son cada vez más comunes, con consecuencias muchas veces fatales tanto para los animales como para las personas.
La solución a esta problemática pasa necesariamente por un cambio cultural y una mayor fiscalización. La implementación de microchips no solo permite identificar a los propietarios, sino también generar conciencia sobre la importancia de asumir responsabilidades.
No se trata solo de regular, sino de promover un cambio de actitud hacia los caballos, entendiendo que son seres vivos que requieren atención constante. Los caballos siempre han sido compañeros inseparables de nuestra historia y cultura. Sin embargo, ese vínculo especial también implica un compromiso. No podemos seguir viéndolos únicamente como parte del paisaje o como herramientas para el trabajo o el ocio. Es necesario actuar con responsabilidad y asegurar su bienestar, no solo por ellos, sino también por nuestra seguridad y salud.
Los cambios más profundos comienzan desde las personas responsables, los profesionales que debemos aconsejar y educar a estos propietarios, los organismos de regulación y por último las políticas públicas que acompañen las soluciones a estos problemas, cada día más comunes.
La importancia de los microchips en caballos
El microchip debe ser colocado por un médico veterinario matriculado y habilitado por el Senasa para sanidad equina. El objetivo de la colocación de este dispositivo transpondedor electrónico (microchip) es lograr identificar individualmente cada animal, su dueño, el registro sanitario y su geolocalización.
Su implementación en razas como el sangre pura de carrera, silla argentino y polo argentino, es obligatorio desde hace muchos para identificar a los equinos con este sistema desde la inscripción de los mismos al sistema registral de “studbook” y fomento equino.
El sistema de identificación aporta mayor solidez y garantías sanitarias, incrementa el control de los movimientos de equinos y, en consecuencia, minimiza el riesgo de propagación de enfermedades.
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¿Qué dice la normativa local?
La problemática de los caballos sueltos dentro del ejido urbano de San Francisco es un conflicto que tiene larga data y se actualiza constantemente. Normalmente está vinculado a la lógica peligrosidad que genera un equino cabalgando o pastando por las calles de San Francisco, para con automovilistas, motociclistas y ciclistas, pero rara vez se analiza como una posible fuente de inconvenientes sanitarios.
La necesaria intervención y regulación de la problemática por parte del Estado municipal al respecto cuenta con la ordenanza N° 7118, sancionada el 26 de septiembre de 2019.
Esta, modifica y agrega una serie de artículos del Código de Faltas municipal sancionado en 2013 por el Concejo Deliberante, para dotar a la normativa de más especificidad al respecto de los animales de gran porte dentro de la ciudad, sobre su ubicación y cuidados, para el bien del animal y de la sociedad en su conjunto.
“Se sancionará con una multa de 20 U.M. (veinte unidades de multa) a 40 U.M. (cuarenta unidades de multa), por animal, a quien, sin estar facultado por autoridad competente, tenga animales peligrosos o que puedan causar daño, o que, estando autorizado, no los custodie con la debida cautela”, reza la modificación del artículo 67 bis del Código de Faltas de la ciudad.
Y agrega, con la creación de un artículo al respecto “Se sancionará con multa… al responsable que dejare equinos, bovinos, ovinos, porcinos, caprinos u otros de similar porte, sean ganado mayor o menor, sueltos y/o atados en rutas, calles, caminos y espacios o lugares públicos, y en los predios privados, donde su estadía no sea permitida, que no se encuentren debidamente alambrados y/o cerrados”.
Además, incorpora que en el caso de comprobarse algunas de las faltas antes descriptas se procederá a la captura del animal para refugiarlo en un predio dispuesto por el municipio.
Hoy, esos lugares de resguardo, donde el municipio debe velar por la salud integral del animal capturado, son dos: uno está ubicado en las proximidades del vivero municipal, camino a Plaza San Francisco; y el otro, en un predio dispuesto dentro del relleno sanitario.