Análisis
Brazos armados con celulares
La agresividad con la que se aborda al periodismo y la paradoja entre el discurso de libertad y las posturas autoritarias se vuelve un tema central en el debate actual.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
La revolución tecnológica ha originado cambios sustanciales en las sociedades de las últimas décadas. El impacto de los volúmenes inconmensurables de información que circulan destrozó los paradigmas comunicacionales de lo que se llamó la era de los medios de comunicación de masas. En el tiempo de auge de las redes sociales, una masa de medios de comunicación domina la escena y el debate público. En el tiempo que murió, la responsabilidad de la difusión de la información tenía carácter institucional. Hoy son los algoritmos los que determinan el flujo de la información e invitan a cada usuario a utilizar las materias primas básicas de la información –palabra e imágenes- para que se conviertan en las armas de la contienda por el poder.
Por ejemplo, parece una ingenuidad considerar hoy a los medios tradicionales como el “cuarto poder”, cuando cualquier persona, algoritmos mediante, ha adquirido la potestad de relatar su visión de la realidad. En este marco, todos los populismos, sin importar el sesgo ideológico que posean, “instan a la gente a desconfiar de toda institución”, afirma el filósofo Yuval Noah Harari en su último libro. Agrega que, en este tiempo, cada uno “debe llevar a cabo su propia investigación y confiar solo en lo que puede ver con sus propios ojos. Esta postura empírica radical implica que, dado que las instituciones no son de fiar, los individuos que persistan aún podrán encontrar la verdad por sí mismos”. Posverdad, desinformación, fake news y varios otros términos similares son manifestaciones que dan cuenta del resultado de esta transformación.
Este es el fondo de la cuestión que, creemos, enmarca las exageraciones, los exabruptos, las descalificaciones y las auto alabanzas que se leen y escuchan, encarnadas en personajes que reniegan de cualquier atisbo de institucionalidad. Lo cual, por cierto, está a años luz del difuminado espíritu republicano, también en franca decadencia.
Los párrafos anteriores explican, creemos, el modo cómo se agravia hoy al periodismo. Con matices, lo mismo ocurrió durante los años del kirchnerismo. Con similar y hasta mayor agresividad, se acusa a los hombres de prensa de corruptos, ensobrados. Hasta de “torturadores profesionales”, que “todas las semanas, hablan pestes, quieren mentir calumniar, ensuciar, decir cualquier aberración y pretenden que yo ni siquiera les conteste”, según afirmó el presidente de la Nación.
Redoblando la apuesta que ya hizo y perdió el kirchnerismo, convencidos, él y sus militantes más fervorosos, de que la provocación es el medio más idóneo para delimitar el “nosotros” y “ellos”, no escatiman adjetivos negativos para lanzar a furibundos ataques, sin reparar en la contradicción flagrante entre estas posturas sustentadas en una mirada hegemónica y autoritaria y el discurso que alaba la libertad del hombre como principio rector de la vida social. Y lo hacen magnetizados por el poder de las redes sociales para moldear el pensamiento de la gente.
No sorprende entonces que los voceros de la agrupación “Las Fuerzas del Cielo” se autodenominen el “brazo armado de la Libertad Avanza” y la “guardia pretoriana” del presidente de la Nación. Repasando los conceptos iniciales de esta columna, se comprende que, viéndose en la obligación de aclarar el alcance de estas oscuras expresiones, sostengan que el celular es el arma que utilizan.