Historia
Blas Massafra, una vida iluminada por el arte de la danza
Marcó una impronta en la actividad cultural de San Francisco a mediados del siglo XX, liderando contra los preconceptos de la época un elenco y una prestigiosa academia de danzas.
Por Arturo A. Bienedell l LVSJ
Si hay un nombre en la historia de San Francisco que sea la identificación de la danza clásica, es el de Blas Massafra, quien en 1961 constituyó en nuestra ciudad el primer Ballet de Cámara y bregó desde entonces incansablemente para imponer el gusto por la danza en el público local.
Nació en 1936 en Villa María, hijo de padres italianos, Roque Massafra y Rosa Doguardi; la mamá era ama de casa y el papá “verdulero y comisionista que viajaba a los pueblos a buscar cosas y traerlas en tren a Villa María”.
En una entrevista que le realicé en 2006, recordó su incursión con el Ballet de Cámara y el entredicho planteado a través de LA VOZ DE SAN JUSTO en 1961 entre Mauricio Ferrari Nicolai -que por un lado elogiaba el empeño en concretar un Ballet de Cámara y por otro objetaba “errores” que había advertido en el estreno-, y Dionisio A. Cartes Urdaniz que defendía al elenco y alentaba a que la juventud “opté por el camino de la luz, la belleza y el arte como su expresión de máxima jerarquía”.
“La ansiedad por el baile se me despertó cuando vi una película muy importante de entonces que se llamaba “Las zapatillas rojas” que me dejó anonadado, lo sentí en el cuerpo y me dije “Esto es lo que quiero hacer yo”, reveló.
Se formó en Córdoba y ya con conocimientos y práctica, luego de bailar en Mar del Plata, en 1958 en Buenos Aires se sumó a un elenco integrado por bailarines del Teatro Colón, “eso me obligó a perfeccionarme y lo hice tomando clásico con María Ruanova, que era una gran docente y mujer, contemporánea con María Fux y Ada Hunicken.
Contó después que cuando llegó a San Francisco, conoció a Norma Navarro profesora de danza. “Fui a ver una clase y me gustó cómo enseñaba el baile folclórico. A mí el folclore no me gustaba, pero Norma me hizo ver una cosa que me agradó; por entonces no se hacía mucha danza estilizada, pero ella lo hacía en una forma que parecía todo estilizado y de esa relación y con algunos de sus alumnos formamos el Ballet de Cámara donde había más varones que mujeres, el “Negro” Carlos Bergesio fue bailarín mío”.
En 1973 surgió la Escuela Municipal de Danzas Clásicas y Contemporáneas que funcionó hasta 1976. Allí relató un momento tenso de su vida: “Cuando renuncié las nuevas autoridades se enojaron conmigo, entonces poco después cuando abrí una academia de danza en calle Iturraspe cerca del Hotel Americano, empezó una persecución policial por una falsa denuncia de estafa. Me seguían, me buscaban en mi casa a cualquier hora del día, a la noche, a la madrugada, me llevaban a la policía, me cerraron el estudio y, obviamente, yo estaba mal. Buscaron testigos entre chicos que eran alumnos, en lugar de citar a adultos y bueno, el doctor Jorge Martínez fue mi abogado y solucionó el asunto en un mes, me salvó de una situación muy fea porque yo lo veía así cuando iba a la Jefatura de Policía, donde había gente detenida y leyendo libros, caminado de punta a punta el patio porque seguramente no sabía qué le iba a pasar. Después de eso me levantaron la clausura de la academia y se desvirtuó la denuncia”.
“Lo que hice en el arte y en mi vida, lo hice conscientemente. Cuando volví a abrir una academia de danzas clásicas mi afán fue darles a los chicos la mejor formación básica para que cuando tuvieran estudios superiores en Córdoba, por ejemplo, vayan bien preparados y no se malogren sus vocaciones”, concluyó.