Sociedad
Barrio Acapulco, 50 años: del sueño residencial a una dura realidad
En medio siglo, el sector experimentó una drástica trasformación, a la sombra de la violencia y el narcotráfico que han marcado su historia reciente. Del proyecto original, apenas sobreviven algunas palmeras. ¿Cómo nació el loteo que se inspiró en México?
Se cumplen 50 años de la creación oficial de los barrios Acapulco y Veracruz, ubicados en el conglomerado urbano de San Francisco – Frontera. Aunque administrativamente dependen de la comuna de Josefina, situada a unos 10 kilómetros, estos barrios han forjado su propia identidad a lo largo de las décadas.
Las primeras familias comenzaron a asentarse en 1974. Si bien el proyecto original de loteo aspiraba a un sector residencial, éste nunca existió y desde hace muchos años enfrenta una dura realidad marcada por la violencia, el negocio de la droga y el crimen organizado que le valió el mote de la “otra triple frontera”.
Los vecinos del barrio, que en sus inicios representaba los sueños de una comunidad trabajadora y honesta, lidian con una creciente estigmatización, al punto que muchos lo describen como “tierra de nadie”. Esta transformación llevó a que los residentes se sientan desprotegidos en su propio hogar.
¿Cómo pasó de la idea de ser un barrio residencial, con casas con pileta y palmeras en las calles, a convertirse en un botín en disputa entre bandas dedicadas al narcomenudeo? La respuesta es compleja y materia de análisis sobre cómo el narcotráfico ha calado en las culturas de las sociedades en las que penetró. En esta nota, nos centramos en la concepción de barrio Acapulco y para ello, LA VOZ DE SAN JUSTO dialogó con Rafael ‘Lino’ Macchieraldo, uno de los arquitectos detrás del proyecto original.
“Fue un proyecto muy importante en mi carrera” y para “aquella época de la ciudad”, afirmó.
Macchieraldo explicó que Bartolo Baudino, entonces presidente de los centros vecinales, lo contactó para desarrollar la idea. “Me comentó que tenían un terreno en jurisdicción santafesina y que querían construir un barrio residencial”, recordó.
“Junto a Raúl Paolasso (padre) me llamaron, me citaron en unas oficinas de calle Mitre. No había ninguna construcción en aquel terreno. En ese momento, Frontera no era tan grande y la ruta 19 dividía claramente los sectores -agregó el reconocido arquitecto-. Además, estaba bien cerca de San Francisco y 50 años atrás, esta ciudad representaba todo un futuro”.
“El proyecto inicial contemplaba lotes muy grandes, superaban los mil metros cada uno, pensados para viviendas urbanas, pero con piscina y parque”, detalló Macchieraldo.
Con la aprobación de la Dirección General de Catastro de Santa Fe, “arrancamos con un letrero para anunciar el loteo. Lo hicimos hacer por un pintor de aquel tiempo, Ocaña. En éste se observaba la imagen de una pileta de natación, del tipo ‘riñón’, que eran las que estaban de moda, con una familia disfrutando del patio”, recordó.
Depender de Frontera o de Josefina implicó un trámite de muchos años. En tanto, a partir de 1982, la comuna de Josefina comenzó a ofrecer servicios básicos, como alumbrado público y apertura de calles. Ese mismo año se inauguró una capilla dedicada a la Virgen del Rosario. “Las familias trabajadoras que adquirían los lotes soñaban con construir su casa”, señaló Macchieraldo.
“El proyecto se transformó completamente”, aseguró. De la intención de ser un sector integrado por desperdigadas construcciones se pasó a un barrio más, con los servicios mínimos que un conglomerado urbano necesariamente debe tener. “Hasta se contempló la idea de colocar palmeras para darle un aspecto más residencial; creo que se plantaron algunas para atraer a inversionistas, pero el proyecto original no resultó y de éste no quedó absolutamente nada”, reiteró el entrevistado.
“Muchas familias trabajadoras apostaron al lugar y construyeron su casa. Fueron muchos años prósperos para el barrio, de tranquilidad, hasta que explotó la problemática de la droga y la delincuencia, pero eso vino mucho después –siguió Macchieraldo-. En aquella época, era un barrio de trabajadores. A la mañana veías mucha gente en bicicleta y hasta un tren -tren obrero creo que se llamaba- que salía todas las mañanas de Frontera hasta la estación de San Francisco y de ahí la gente se distribuía hacia los lugares de trabajo”.
Con el tiempo, el barrio se fue transformando. Acapulco y Veracruz se convirtieron en comunidades más integradas, aunque la problemática de la violencia y el narcotráfico comenzó a hacer mella en la calidad de vida.
A pesar de los desafíos actuales, la memoria de aquellos primeros pobladores, las familias trabajadoras que luchan para salir adelante y su anhelo de un futuro mejor persisten.
La elección del nombre
“Mirando a México, medio siglo atrás, la ciudad de Acapulco estaba de moda, la ‘perla del Pacífico, supo atraer a estrellas de Hollywood y a numerosas personalidades del mundo de la política y la cultura, el destino predilecto para turistas nacionales e internacionales; y en aquel momento tampoco tenía nada que ver con la droga. Entonces, dijimos ‘pongámosle el nombre de un balneario famoso’ -relató Macchieraldo-. Cuando se hablaba de Acapulco, aparecía también otra ciudad mexicana, de allí el nombre de Veracruz”.
Sin embargo, las ventas no comenzaron de inmediato. “Pasó un tiempo y no se vendió ni un solo lote”, comentó. La percepción negativa de Frontera jugó un papel crucial. “No se acercó nadie a preguntar ni cuánto valía un terreno, que por su superficie, costaban sus buenos pesos. Baudino me dijo que teníamos que cambiar de criterio para poder vender”, manifestó. Con ajustes en el sistema de loteo, finalmente los terrenos comenzaron a ser adquiridos, siendo Passamonte el primero en instalar una venta de materiales de construcción.