Análisis
Amenaza narco: los límites se están corriendo
El camino recorrido por los países en los que los narcos tuvieron poder está plagado de episodios como este. Ese mismo camino está atravesando hoy la Argentina y esa peligrosa senda se ha trazado también en la frontera interprovincial que habitamos.
Constituye un hecho de gravedad la amenaza pública que recibió el fiscal de Delitos Complejos de San Francisco, Bernardo Alberione, a través de carteles que aparecieron pegados al frente del edificio municipal de la vecina ciudad de Frontera. En ese sitio aparecieron cartones escritos con frases intimidantes: “Acá no se vende Coca Cola, se vende cocaína. Frontera es nuestra”. A este se le agregaron otros dos: “Frontera es nuestra, el que avisa no traiciona” y “Alberione metete en tus cosas si querés a tu familia”.
Este suceso exige una investigación exhaustiva que esclarezca las responsabilidades del caso. Y, lamentablemente, demuestra que el narcotráfico se ha asentado con fuerza en el conglomerado urbano que conforman San Francisco, Frontera y Josefina en el límite interprovincial, amenazando de muchas maneras a todos los vecinos, haciéndose visible en intimidaciones dirigidas a los que tienen responsabilidades en el combate contra estos mercaderes de la muerte.
Se trata de un modus operandi habitual entre las bandas de narcos. Cada tanto, algún exitoso operativo desbarata el accionar de algunas organizaciones criminales dedicadas a la venta de drogas y, ante ellos, sintiéndose todavía impunes, profieren amenazas de este tipo. Conocen la repercusión pública de estas acciones y tienen la intención de generar un clima de desasosiego y preocupación que les permita continuar con sus actividades ilegales. Claro que, si sus objetivos no se concretan, no trepidan en utilizar métodos más violentos. Lo que viene sucediendo, tanto en Rosario como en otras poblaciones, ha ocurrido ya en varios otros países y es clara demostración del poder que pueden llegar a manejar estas bandas.
Una frase contenida en las amenazas es reveladora de la idea que subyace en la mente criminal de los narcotraficantes. Escribieron que “Frontera es nuestra”. Por cierto, no lo es. Si lo fuera, todo estaría perdido. Sin embargo, se trata de un concepto arraigado entre las organizaciones dedicadas al narcotráfico: deben garantizarse algún grado de libertad para cumplir su cometido. No trepidan, entonces, en desplegar acciones que les garanticen la impunidad. Lo harán a través de la imposición del miedo a través de las amenazas. Del terror, incluso, bajo el accionar de los sicarios. La experiencia afirma que han conseguido incluso la complicidad o la indiferencia social y, con ello, alcanzan a manejar el territorio que pasa a ser de “su propiedad”.
Podrá señalarse que “perro que ladra no muerde”. Sin embargo, el refranero popular no aplica para el accionar del narcotráfico. Más allá de los esfuerzos de las fuerzas de seguridad y la Justicia, que corren de atrás en materia de recursos y de sistemas de inteligencia, la impunidad con la que se mueven los narcos determina que no se puede tomar a la ligera una intimidación como la que tuvo como destinatario al fiscal de Delitos Complejos y a su familia. El camino recorrido por los países en los que los narcos tuvieron poder está plagado de episodios como este. Triste resulta comprobar que ese mismo camino está atravesando hoy nuestro país. Más doloroso aún: la peligrosa senda se ha trazado también en la frontera interprovincial que habitamos.
No suena exagerado, por ende, señalar el peligro que significa el hecho de que los límites se están corriendo.