Farmacéutico de título y corazón
Ambrogio, con la humanidad puesta en la salud
El farmacéutico cumplió 66 años y decidió cerrar su etapa como profesional. Sin embargo, le llueve las propuestas para continuar aportando su experiencia y conocimiento al servicio de la humanidad
Por Stefanía Musso | LVSJ
La plaza General Paz, la heladería, la Catedral y la Farmacia Ambrogio son los clásicos de este tradicional rincón de la ciudad. Pero algo pronto cambiará cuando terminen las vacaciones. A Fernando Amilcar Ambrogio le llegó su jubilación y posiblemente cierre su farmacia.
Con cuarenta años de servicio ininterrumpido, el farmacéutico decidió “cerrar por vacaciones” por un tiempo hasta reacomodarse pero ya anunció que no estará más al frente de este emblemático comercio, ubicado en la esquina de Bulevar Roque Sáenz Peña.
“Aun no puse llave, pedí vacaciones. Recién a fin de mes estaría cerrando las puertas. Desarmé el laboratorio, los medicamentos están en cajas para ser devueltas a droguerías y otros están listos para donar lo que no se puede devolver”, agregó Fernando.
Para él, “estos son días raros. De todas maneras, me fui preparando, pensando en mi jubilación. Eso no parece mucho pero te hace sentir sensaciones que no había sentido antes. Hoy, estoy del otro lado; en la fila de los jubilados, pasé a ser el grupo más 65”.
En lo profesional, “me siento en el mejor momento pero con menos fuerza. Siento más experiencia, tengo más conocimiento, más humanidad”.
La farmacia, hoy
Como palabra autorizada, el farmacéutico habló sobre la actualidad del rubro farmacia. “Si algo nos caracterizó a lo largo de este tiempo es agregarle humanidad al paciente no solo en la entrega de medicamento sino también la palabra de aliento, acomodar el presupuesto, no hacerlo sentir mal ante la imposibilidad de pagar tal o cual cosa”.
“Hoy la profesión esta vapuleada ya que muchos creen que lo único que hacemos es entregar el medicamento, pero se olvidan que detrás de cada medicamento hay un farmacéutico que responde por ese producto farmacológico, que comprobó su eficacia y tiene palabra para participar en la salud junto a todos los médicos porque tenemos la formación que nos permite”, agregó Ambrogio.
Otra cuestión que se debate hoy es la venta libre de medicamentos. “San Francisco cuenta con una ordenanza que prohíbe su venta pero todos sabemos que sí hay quienes lo venden”.
“En países organizados –comentó Ambrogio - sí se venden de manera libre pero el problema en la Argentina radica en que somos exagerados para todo y eso pasa en el consumo de medicamentos. Chile y España son dos países avanzados en la materia y para ellos, un ibuprofeno 600 es una bomba, mientras que para nosotros es como un bombocito de frutas y no lo es”.
“Si el DNU permite vender de venta libre en dosis pequeñas, puede funcionar pero me preocupa que ya se está haciendo y no solo de eso”, confió.
Con sus años de experiencia, Ambrogio señaló que “veo complicada a la farmacia porque es una profesión en la que invertimos, porque tratamos de pagar los medicamentos de contado en pocos días pero recuperamos el dinero con mucho tiempo de demora”.
Sin embargo, “eso tampoco nos quita el ánimo. Estoy en un grupo de WhatsApp con colegas jóvenes y yo me deleito de las garras que le pone la juventud. Ante no existían las obras sociales, pero en mi tiempo, aparecieron como una necesidad. Los farmacéuticos somos el grupo más afectado por la burocracia de las mismas”.
Entre la Fe y la Ciencia
Ambrogio trabajó toda su vida en el laboratorio o en el mostrador de farmacia pero también es una persona aferrada a la fe y a la empatía. “Yo vengo de una línea hospitalaria, donde se trabaja para la gente hasta la hora que fuese necesaria; de tener que preparar un medicamento para un niño que sufrió un envenenamiento y había que salvarlo y nadie ponía en tela de juicio si había que levantarse a fabricar algo”.
“Muchas veces la gente se fue de mi farmacia sin pagar un medicamento porque me tocaron el corazón ya que considero que somos algo más que vendedores o comerciantes, somos personas porque cuando vienen papás desde el hospital con necesidades para sus hijos o cualquier momento difícil, sale a la luz lo humanitario de los farmacéuticos”.
Pero la pasión de este farmacéutico trasciende el mostrador. “Me gusta mucho seguir lo que consume un paciente. Nuestra profesión se puede expender el medicamento, venderlo y olvidarme, pero también es bueno saber qué toma, por qué, cómo está con esa droga”.
Hablando de momentos difíciles en 40 años de carrera, Ambrogio recordó los tiempos de Coronavirus. “En épocas de covid nuestro trabajo era intenso. Cuando era de noche y estábamos de turno, la gente nos hablaba a tres metros de distancia, la gente venía a comprar algo que no sabía qué para curarse como la ivermectina, insistían con eso. Conocí gente de Venezuela, Colombia y otros que nunca atendí en mi farmacia que venía a buscar cura. Terminaba cansadísimo y humildemente llegué a detestar el dinero, porque solo quería resolver esto y que se terminara”.
Aunque adora la farmacología, su esencia, su forma y estar actualizado, asegura que su libro favorito es la Biblia. “Soy un agradecido a Dios y un ávido lector de la Biblia, libro que amo y aunque estoy relacionado con la ciencia encuentro en Dios el sostén, la persona de Cristo el ejemplo a seguir. Es un libro que me llena, me hace bien y ahora cuando me jubile seguramente sumaré otros libros”.
Formador
Con muchos años de experiencia, Ambrogio fue impulsor de carreras de muchos de los farmacéuticos que hoy nos atienden en la ciudad. “Tengo el orgullo de decir que muchos colegas empezaron a hacer sus primeros pasos en mi farmacia y hoy están trabajando muy bien y mejor que yo. Eso te llena el alma”
Y con esa experiencia, hace a un lado los avances tecnológicos. “Con lo que no me llevo bien es con la tecnología y cuando no llegué a aprender algo, lo dejé de lado de hecho, hay obras sociales complicadas que dejé de atenderlas. Trato de hacer lo mío con excelencia y lo demás se lo dejo a los más jóvenes por eso, cuando hablo de la tarea del farmacéutico, hay que hacerlo de un equipo porque uno no puede estar solo. Yo siempre me sentí acompañado y sostenido”.
Siempre en la misma esquina
Ambrogio trabaja en la farmacia que perteneció al doctor Carrara, la misma de la que era cliente cuanto apenas era un niño hasta que 38 años atrás se convirtió en propietario. De todos modos, aunque siempre en la misma esquina, también trabajó en la Asistencia Pública, fue docente en la facultad y en el nivel medio. “La farmacia tiene seguro 100 años como mínimo, aún tengo frascos antiguos con drogas que caducaron y aprendí a hacer el medicamento como un trabajo de orfebre. Este siempre fue mi lugar”.
“Siempre entendí que farmacia era sinónimo de medicamento, nunca vendí carteras, nunca puse góndolas y ni pinté todo en blanco. Siempre fui en contra de lo que uno concebiría como farmacia y puedo decir que me fue bien siendo distinto así”.
Aunque la jubilación tocó a su puerta, hay propuestas que tal vez lo hagan seguir, pero ya está derivando a clientes o haciendo las últimas entregas de ungüentos o pedidos. “Tengo ofertas para mantener mi matricula las recetas magistrales de medicamentos, cremas, ungüentos para lesiones de piel, colágeno, y más. La idea maduró con el tiempo y son 40 años de abrir y cerrar la misma puerta. Seguramente volveré a ese lugar, pero no sé. Veremos”.