El reconocido luthier falleció hoy a los 93 años
Aldo Merlino: las guitarras seguirán sonando en su honor
Creó instrumentos de cuerda apreciados por grandes figuras de la música nacional, como Jorge Cafrune y Los Nocheros. Su dedicación al arte de la luthería y su enfoque personalizado hicieron que sus guitarras fueran valoradas por su calidad sonora, que él mismo describía como un sonido que "no hace ruido".
“Sólo le importaba en la vida su guitarra. Ocupaba los días y las noches manipulando las claves, charolando el instrumento, aceitándolo. Vivía para su guitarra”. Tanto fue así que, cuando la tocaba, “la hacía suspirar, lagrimear, subir y bajar, ante ese público, de una manera que se había oído nunca”. Así describe Mario Vargas Llosa a Lalo Molfino, personaje de una de sus últimas novelas: “Le dedico mi silencio”.
El Premio Nobel peruano quizás no sintió nunca hablar de las guitarras que, dedicando horas de silencio, durante años, un artista construyó en su taller de calle Libertad. Pero la ficción y la realidad pueden unirse. Y ese retrato de un joven cantor que amaba su instrumento puede ajustarse a la obra del enorme artesano que falleció en la mañana de este viernes a los 93 años. Porque Aldo Merlino elegía maderas, las charolaba, manipulaba sus clavijas. Vivía para sus guitarras. Que son –y seguirán siendo- capaces de suspirar, lagrimear, subir y bajar con sonidos que no se habían oído nunca.
Nació en Miramar el 24 de julio de 1931. Se radicó en San Francisco en 1946. “En 1949 construí mi primera guitarra y en 1958 fundé la Fábrica de Guitarras 'Óptima', con mis hermanos Elvio e Ítalo, y mis cuñados Carlos y Celso, más algunos empleados. Se construían doscientas guitarras por mes, en ocho modelos distintos y en tantos años llegaron a ser más de 20.000”, relató don Aldo en una de las numerosas entrevistas que concedió a este medio.
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Nunca estudió música. Pero la llevó siempre en su espíritu, pues sus manos dieron vida a los instrumentos de cuerda reconocidos en el país y en el exterior. Guitarras, charangos, violines con una sonoridad sin igual, valorados y apetecidos por las más grandes figuras de la música nacional. Con algunas de ellas forjó una amistad que superó distancias y tiempos. Artistas cono Jorge Cafrune, Orlando Vera Cruz, Jorge Rojas, Rally Barrionuevo, Peteco Carabajal, Los Fronterizos y Los Nocheros, entre muchos otros, supieron de las virtudes de sus guitarras y de la bonhomía, la calidez y sencillez del artesano que las había creado.
“El trabajo de fabricar para los artistas es muy personal porque hay que interpretar lo que quiere cada uno y en base al conocimiento que uno tiene de la madera le va haciendo la guitarra, por eso duran tanto. Lo que tiene de particular la guitarra Merlino es que suena, no hace ruido. Porque cada variedad de madera tiene su espesor y hay que encontrar el espesor adecuado para que suene la madera. A eso lo aprendí con el banco de carpintero que fue mi maestro”, expresó tiempo atrás.
La vida de Aldo Merlino tuvo el espesor y la calidad de las mejores maderas. Pero su trabajo nunca fue estridente. Como el título del libro referido, a sus creaciones les dedicó su silencio. Sus guitarras, las que no hacen ruido, seguirán sonando en su honor.