Testimonio
ACV en jóvenes: la historia de Virginia que quiere concientizar para prevenir
Hace seis años, a sus 35, Virginia sufrió un ACV isquémico. De golpe una parte de su cuerpo quedó paralizada, pero con atención inmediata pudo superarlo sin secuelas. No se rindió, después de estudios descubrió la causa, un problema de nacimiento en su corazón que resolvió con una cirugía.
Por Isabel Fernández | LVSJ
María Virginia Casalis no olvida el día en el que sufrió, a los 35 años, un accidente cerebrovascular (ACV) que marcó un punto de inflexión en su vida. Una mañana, en 2018, estaba jugando con su hijita y de repente se cayó al piso y no pudo volver a incorporarse. Tenía la mitad de su cuerpo paralizado.
Si bien el ACV se asocia comúnmente con personas mayores, los jóvenes también son vulnerables a sufrirlo y en los últimos años se ha observado un aumento preocupante en su incidencia. Las estadísticas revelan que entre el 10% y el 15% de los ACV ocurren en personas menores de 50 años.
Se trata de un evento repentino que altera el flujo sanguíneo al cerebro, privando a las células de oxígeno y nutrientes esenciales. Esta interrupción vital puede causar daños neurológicos irreversibles, dejando secuelas que varían según la gravedad y la zona afectada.
Por eso, reconocer los síntomas y dirigirse de inmediato a un centro médico es fundamental para recibir el tratamiento adecuado, evitando secuelas más graves o incluso la muerte.
Afortunadamente Virginia, acudió rápidamente a una guardia médica donde la atendieron y pudo superarlo sin secuelas ya que fue muy leve. Pero no se quedó solo con ese diagnóstico sino que decidió investigar qué lo había causado.
La mayoría de los casos de ACV en jóvenes se relaciona con enfermedades congénitas y los factores de riesgo son diferentes a los de los pacientes mayores. En el caso de Virginia, una cardiopatía congénita no detectada fue la causante del evento, foramen oval permeable, una abertura natural entre las dos cavidades superiores del corazón que tienen los bebés antes de nacer y suele cerrarse entre los 6 meses y el año de vida.
Al detectarla, tuvo que someterse a una cirugía para cerrar la abertura y hoy se encuentra muy bien, sin ningún problema de salud y sin secuelas por el ACV.
Una mañana inolvidable
“Antes del ACV nunca había tenido ningún síntoma o algo que me haya llamado la atención. Una mañana me levanto, preparo el desayuno y voy a buscar a mi hija que me esperaba en su cuna. Estaba jugando con ella, le hacía monerías y doy un salto, cuando quiero saltar de nuevo no pude, me caí al suelo, no perdí el conocimiento, pero sentí que tenía la mitad del cuerpo paralizado”, contó Virginia a LA VOZ DE SAN JUSTO al recordar su experiencia.
Agregó: “Fue todo muy raro. Como pude me vestí y en ese momento gracias a Dios llegó mi marido y enseguida llamamos al servicio de emergencias. Yo no me vi en el espejo, pero mi marido me dijo que tenía la boca torcida, como paralizada. Me llevaron al sanatorio y enseguida me atendieron y me hicieron varios estudios, tomografía y resonancia. El ACV me ocurrió en el lado derecho del cerebro, pero se me paralizó el lado izquierdo del cuerpo, fue un susto tremendo”.
Contó que los médicos “dijeron que lo que había sufrido era un ACV isquémico muy leve, de hecho, a medida que fue pasando el tiempo cuando estaba internada fui recuperando la movilidad. Me advirtieron que era muy joven para sufrir eso y me aconsejaron que consulte a un neurólogo y otros especialistas para determinar el porqué de ese evento”.
“Así fue que consulté a la doctora María Inés Ballarino y me explicó que fue un ACV muy chico, se interrumpió por muy poquito tiempo el flujo de sangre al cerebro. Entonces empezamos a buscar cuál fue la causa y comencé a hacer muchos estudios entre ellos del corazón, todo el mundo me decía que lo bueno es que logré sobrevivir al evento y podía investigar qué lo causó”, continuó relatando.
La causa, una cardiopatía congénita
En esa búsqueda finalmente descubrió la causa y tomó la decisión de solucionarla. “Cuando me hacen la ecografía del corazón detectaron que tenía una cardiopatía congénita, foramen oval permeable, cuando nacemos todos tenemos una abertura normal entre las dos cavidades del corazón que se cierra al año de vida, pero a mí no se me cerró, nunca lo detectaron y eso es lo que causó el ACV”, dijo.
Aseguró que nunca tuvo una señal de ese problema en su corazón. “Toda mi vida hice deportes, danza clásica y nunca me pasó nada, nunca sentí que me falte el aire o que no pueda correr, pero tampoco antes se hacían estudios como ahora a los chicos”.
“Investigando sobre ese diagnóstico encontré un pediatra en el Hospital Privado de Córdoba especialista en cardiopatías congénitas y tenía que consultarlo porque mi problema era de nacimiento. Finalmente tuve que operarme del corazón para resolver el problema y lo que hicieron fue colocarme una prótesis por medio de un cateterismo que tapa esa abertura natural”, afirmó.
Explicó que entonces, “ese agujerito en mi corazón, hizo que mi sangre no coagule bien y entonces un coágulo llegó hasta el cerebro y me provocó el ACV. Después de la operación tuve que controlarme durante un año y tomar medicación, actualmente estoy bien y no tomo nada”.
Cuidarse siempre
Hace seis años que Virginia pasó por todo esto y recuerda la importancia de cuidarse para prevenir. “Es fundamental priorizarse, el autocuidado, el éxito de uno en la vida tiene que ser estar sano y poder disfrutar. Es importante estar atentos a los síntomas y hacerse los chequeos médicos para prevenir, también alimentarse saludablemente, descansar, no fumar, hacer actividad física e intentar llevar una vida equilibrada en lo emocional y espiritual. Cuando sucede y si se tiene la suerte de superarlo sin problemas, creo que no hay que quedarse con el miedo y buscar la solución y la causa del ACV”, dijo.
Finalmente añadió: “Agradezco a mi familia porque me acompañaron y siempre me acompañan, en cuanto a lo que ocurrió con mi salud, agradezco haber encontrado siempre profesionales excelentes que me guiaron por el camino correcto”.
Controlarse para prevenir
A pesar del aumento de casos de ACV en los jóvenes, la buena noticia es que muchos de los factores de riesgo en estos pacientes son modificables. Adquirir hábitos de vida saludables, controlar las enfermedades crónicas y evitar conductas de riesgo son medidas fundamentales para prevenir esta enfermedad.
La médica especialista en Neurología, María Inés Ballarino (MP-37766/5; ME-17055) de la Clínica "Enrique J. Carrá (h)", explicó que en neurología, se considera pacientes jóvenes a los menores de 55 años que sufren un ACV. “Los factores de riesgo o las causas o enfermedades que los producen en estos pacientes, suelen ser diferentes que en los pacientes más grandes. En los jóvenes hay más prevalencia de algunos tipos de arritmias, de malformaciones congénitas ya sea en el corazón o en las paredes de las arterias que predisponen a que se tapen o se rompan, también el consumo de anticonceptivos, enfermedades de la coagulación como la trombofilia, el tabaquismo y el consumo de drogas”.
Añadió que a todas estas situaciones que aumentan el riesgo en los jóvenes, “tenemos que sumar los factores de riesgo clásicos como la hipertensión, diabetes, colesterol, obesidad, sobrepeso, sedentarismo y también algunas arritmias. Estos factores de riesgo son comunes a todas las edades pero son más frecuentes en los mayores de 55 años”.
“El tiempo es cerebro”
En neurología existe la frase: “el tiempo es cerebro”, cada minuto que pasa, mientras va transcurriendo un ACV, muchísimas neuronas mueren y ya no se podrán recuperar, por lo tanto, la secuela será mayor, la rehabilitación o el riesgo de muerte serán mayores, dependiendo la gravedad del cuadro.
La doctora Ballarino remarcó que, por eso, “ante los síntomas hay que actuar rápidamente, acudir a un centro asistencial para que los médicos empiecen a tomar todas las medidas, estabilizar al paciente, diferenciar si lo que sufre es un ACV isquémico o hemorrágico y actuar en consecuencia con todas las medidas terapéuticas necesarias y los cuidados estrictos”.
“En las primeras horas después del evento se pueden instaurar ciertos tratamientos que más allá de las primeras 24 horas será imposible aplicarlos. Entonces la actuación y el diagnóstico rápido permitirán aplicar algunos tratamientos y de esta manera se podrán disminuir las secuelas y la discapacidad posterior”, afirmó.
Ballarino aseguró que si bien “hay un porcentaje de pacientes que sufren un ACV a los cuales nunca se les encuentra la causa, el 90% sí tiene una causa clara por lo tanto en la mayoría se puede actuar para prevenir el primer evento o evitar posteriores si ya ha tenido un ACV”.
“Para eso son fundamentales los controles médicos periódicos –remarcó-, control de los factores de riesgo de distintas enfermedades crónicas, llevar una vida saludable, toma de medicación adecuada y en los pacientes jóvenes es importante conocer la historia familiar de ciertas enfermedades porque muchas que aumentan el riesgo tienen un carácter genético, hay condiciones que se pueden tratar antes de que se produzca un ACV”.
No existe el “principio de ACV”
Muchas veces escuchamos decir: “tuvo un principio de ACV”. La doctora María Inés Ballarino aclaró que en la terminología médica “no existe el ‘principio de ACV’, lo que sí existe es el ataque isquémico transitorio (AIT), que es la presentación súbita de un síntoma neurológico específico que revierte tan rápidamente que no deja secuelas visibles en el paciente ni lesiones evidentes en la resonancia de cerebro”.
Explicó que existen dos tipos de ACV: los isquémicos que forman parte del 80% de los casos y los hemorrágicos. “El isquémico ocurre cuando se obstruye una arteria que lleva sangre al cerebro y el hemorrágico se produce cuando se rompe una arteria”.
Atención a los síntomas
Como su nombre lo dice el ACV es un ataque, es decir, que el síntoma se produce bruscamente de forma inesperada. Los síntomas a los que tenemos que prestar atención son:
• Inicio súbito de una debilidad, alteración de la sensibilidad o percepción en la cara, brazo o una pierna; un trastorno visual o un mareo súbito fuerte o un trastorno del lenguaje, ya sea una imposibilidad de expresarse adecuadamente o comprender lo que otra persona dice.
• Otro síntoma más frecuente en el ACV hemorrágico puede ser un fuerte dolor de cabeza, seguido incluso de un desmayo con pérdida de conciencia.