135 años de vecindad
Construir ciudadanía es un modo de hacer honor al espíritu de aquellos pioneros, fortalecer la propia identidad y proyectarla hacia el futuro con el mismo entusiasmo. Porque ser vecino de esta bendita ciudad es un orgullo, ¡feliz cumpleaños San Francisco!
En el ingreso a la ciudad, expectante y enhiesto, el monumento a San Francisco de Asís recibe al visitante y lo predispone a adentrarse en una comunidad que, a lo largo de las décadas, ha sabido progresar, capear temporales, volver a empezar y sembrar esperanza en una porción bendita de territorio ubicada en un extremo del suelo cordobés.
La "maravillosa ciudad del este", como reza el himno, ubicada frente al "cercano motivo agreste" de la Pampa y que desde sus inicios fue un "canto al progreso y al porvenir", cumple 135 años de existencia. Como en cada aniversario, se impone una pausa para la reflexión. Para hacer introspección. Para preguntarnos qué significa ser sanfrancisqueño, sea por nacimiento o por adopción. Para mirarse como comunidad. Como vecinos que somos de una población que lleva, orgullosa, el nombre del santo que supo reconocer a Dios en cada ser humano.
La vecindad es un concepto que en nuestro idioma es diferente. En inglés, el término "neighbour" hace referencia a la espacialidad. A la cercanía geográfica. Ser vecino en una ciudad pequeña o mediana supone no solo vivir cerca. Implica una relación de comunidad, de pertenencia a un grupo, de usos y costumbres compartidos. Habitamos un mismo espacio. Pero al mismo tiempo, la vecindad es una construcción con los demás. Nos transformamos en habitantes de un lugar, nos adueñamos en el mejor sentido de él, lo hacemos propio, fraguamos identidad.
A 135 años de la fundación de San Francisco, contemplar el recorrido implicará reconocerse sinceramente. Encontrando virtudes y también mezquindades. Reformulando esa creación humana que la cercanía geográfica permitió, pero que se sustenta en valores que rigen la convivencia fraterna, que son raíces de una comunidad y dotan de sentido y simbolismo propio a la existencia. En definitiva, una suerte de introspección que refuerce la propia identidad y la proyecte hacia el futuro con el mismo entusiasmo que demostraron nuestros antecesores.
Entender a la vecindad como un concepto que va más allá de la mera referencia al espacio geográfico permite construir ciudadanía, comprender las potencialidades de un grupo, de un barrio, de todos, descubrir una manera de vivir y reconocernos en la forja de nuestra propia historia. Es un modo de hacer honor a aquellos pioneros que se esforzaron para que el espíritu se exteriorice, las relaciones humanas se fortalezcan, el grano germine y las fábricas crezcan. Desde lo alto, el santo de Asís, en vigilia permanente, divisa el horizonte de nuestra comunidad e invita a recrear el concepto de vecindad, viendo al otro como un semejante cuya dignidad no puede ser pisoteada, valorando cada rincón de la ciudad y protegiendo la naturaleza y el medioambiente.
Ser vecino de esta bendita ciudad es un orgullo. Entonces, vale la pena celebrar estos 135 años de vecindad.