Luis Taverna, el buscador de luz
El consagrado artista plástico de nuestra ciudad, recién recuperado de un ACV, se encuentra exponiendo obras de
Por Manuel Montali
Luis "Pijuí" Taverna suele contar una historia, irreproducible en su gracia, pero cuyo argumento principal es el siguiente: un día fue a despedir a un ser querido al cementerio y, a la salida, se quedó fumando en la vereda. En ese momento pasó un conocido frente a él y le preguntó asombrado qué hacía allí, a lo que respondió: "¿Qué voy a estar haciendo? Me morí". El conocido, con los ojos como platos, replicó: "¿En serio?". Taverna cuenta que le contestó: "Sí, pero estaba tan aburrido que salí a fumar un pucho".
La realidad es que no cuesta imaginar a Luis con esa vitalidad, incluso haciéndose pasar por muerto. El consagrado artista plástico de nuestra ciudad, recién recuperado de un accidente cerebrovascular (ACV), se encuentra presentando una muestra retrospectiva de su obra en el Museo de la Ciudad. Mientras tanto, remodela La Casa de los Artistas que dirige junto a su hijo Franco y planea un proyecto similar para su ciudad natal, La Francia. En el marco de una charla que brindó a alumnos de la Escuela Bilingüe Bicultural "Dante Alighieri", dialogó sobre su trabajo con este medio.
"El arte es importantísimo en mi vida, y en la vida de cualquier persona. Se puede vivir sin religión, pero no sin arte, la prueba está en que este se manifiesta desde diez mil años antes de Cristo. Siempre el hombre sintió la necesidad de manifestarse. Así fueron surgiendo las distintas escuelas, que van ligadas una a la otra, porque se suben a la espalda de quien estuvo antes", explicó.
Consultado sobre la evolución que se puede observar en esta muestra retrospectiva, que recorre obras de las últimas cuatro décadas, reflexionó: "Picasso, a los 16 años, dibujaba tan bien como Rafael. Él luego diría que le tomó toda la vida aprender a dibujar como niño. Yo creo que hoy estoy en el mismo proceso: lo nuevo es mucho más simple, pero mejor, más despojado".
Taverna aseguró que constantemente encuentra nuevas fuentes de inspiración para sus cuadros y que el único "blanco" que le causó dificultades fue... el ACV. "Cada cuadro me lleva toda la vida, por más que sea pintado en veinte minutos, porque lo que se vuelca sobre la tela es justamente eso: la vida misma. Romper el lienzo no es complicado para mí. La primera pincelada de óleo ya comienza a hablarme. El verdadero desafío es saber cuándo una pintura está terminada".
M'hijo el pintor
Antes de ser el pintor de hábitos nocturnos que es hoy, antes incluso de formarse en la Escuela Municipal de Bellas Artes de nuestra ciudad y en la Universidad Nacional de Córdoba, Pijuí recordó que sus primeros pasos artísticos fueron en la carpintería de su padre: "Le ensucié con pintura todo el terciado que encontré. El viejo aguantó hasta que terminé el secundario y me preguntó qué quería estudiar. Le dije que arte, en la época de 'M'hijo el dotor'. Respondió que eso no era una carrera, sino pavada. Un poco de razón tenía, pero me respetó la decisión. Eso sí, cuando me mandó a Córdoba, me aclaró que no me iba a dar un peso. Tuve entonces la suerte de que entré a trabajar con un alumno de Alberto Cognigni, de la revista Hortensia, para la que hice algunos trabajos, en la época en que Roberto Fontanarrosa estaba ahí".
Al respecto de su etapa de formación, manifestó que el aprendizaje más importante fue "ser respetuoso con los demás, saber escuchar y que no siempre uno tiene la razón". Lo demás vino por oficio: "Hace tantos años que uno hace esto, que ya no necesito buscar en la paleta y experimentar para encontrar el color que necesito... Sé que a un cielo le pongo un poco de tierra y ya no me queda frío, azul".
Los estudios artísticos universitarios se vieron interrumpidos en 1974, cuando el rector en persona "nos rajó porque la situación política se había puesto complicada". De Córdoba fue a Buenos Aires, luego pasaría por Rafaela y finalmente se instalaría en San Francisco. Lo que ya nunca se interrumpió fue el largo viaje de este artista en busca de la luz y de otros cielos: "Soy de la vieja escuela, soy pintor impresionista y me gustan también los posimpresionistas, sobre todo Vincent Van Gogh y Paul Gauguin, así como Fernando Fader en nuestro país. Es una escuela que buscó la luz y rompió con el arte clásico y romántico".
En poco tiempo llegarían los éxitos en Argentina, en los demás países de Sudamérica y Europa. Sobre sus mayores hitos, comentó: "Hubo un 'click' cuando hice una muestra en el Congreso de la Nación Argentina (1995). Ahí me sentí bien por los reconocimientos. Después me sentí mal porque hacía poco tiempo había fallecido mi papá y me faltó eso... Pero no se dan todas las cosas juntas. Igualmente, en mi modo de sentirme realizado, lo principal tiene que ver con la vida misma, con los hijos, con verlos crecer y transformarse en buena gente".
En el camino del éxito, para Taverna se entrecruzan varios factores: "Mi papá, que criaba perros, una vez vendió un animal en dos millones de dólares. Le entregaron cuatro gatos de 500 mil dólares cada uno... Y con la venta de obras y los museos pasa lo mismo. También es una cuestión de suerte, de estar parado en el lugar y momento indicados en que pasa el tren".
La interpretación de las obras de arte, no es menos incierta. El artista trajo a colación una anécdota que le ocurrió al presentar un paisaje de pampa, con un cielo gris y el detalle de un horno de campo: "Una señora me dijo que lo mejor del cuadro era la mirada del perrito dentro del horno... Si ella vio eso, lo vio: eso es lo grandioso del arte".
"Hay que hacer la manzanita"
Más allá de esta muestra retrospectiva, que sucede a la importante presentación que concretó el año pasado en la Legislatura de Córdoba, la energía de Taverna se enfoca en los últimos tiempos también en otro emprendimiento personal, La Casa de los Artistas, una asociación civil y verdadero molino quijotesco, que funciona como sede de distintos talleres artísticos y presentaciones culturales. Actualmente, la misma se encuentra en plena remodelación.
"San Francisco fue muy generosa conmigo, acá debe haber unos 300 cuadros dando vueltas en museos, casas particulares, restaurantes, hoteles... Quería devolverle a la ciudad algo de lo mucho que me dio. Quiero hacer algo similar además en La Francia, ya tengo en mira una casa que me está esperando. Es un lindo punto de encuentro para artistas, y ayuda a generar proyectos como fue la edición de un disco doble con artistas locales de tango y folclore, producido por La Casa", manifestó.
Taverna tiene otro refrán célebre: "Si el joven supiera y el viejo pudiera...". Hablando con los estudiantes de la Escuela Dante Alighieri, algunos de ellos con inquietudes artísticas, dijo: "Con el escultor Oscar Bolaño teníamos una frase para los jóvenes artistas emergentes: 'Hay que hacer la manzanita'. Nos referíamos a que primero tenían que esforzarse por aprender la base, dibujando naturaleza muerta, con sus luces, sombras y perspectivas. Hasta que un alumno cayó un día con una manzana, pero la fruta, pintada, y ahí dejamos de usar esta metáfora. De cualquier manera, la idea es la misma: empezar por la base y esforzarse, hasta que pase el tren. Lo importante es que hagan lo que realmente sientan".
Para él (y para quienes disfrutan de su arte), este tren y su viaje siguen. Pijuí, el que una noche se hizo pasar por muerto y se aburrió del cementerio, tiene que volver a su casa, a su estudio, porque la oscuridad, cuando la ciudad duerme y todo está más tranquilo, es el mejor momento para continuar buscando la luz.