Italia y Chubut, la esquina donde las papas fritas tenían su casa y le dieron identidad a un barrio
La década del '80 fue un boom gastronómico para la ciudad. Y en esta mítica esquina sanfrancisqueña funcionó un comedor exitoso. Tan importante fue que hasta bautizó a un sector que no figura en los planos de San Francisco.
Para contar esta historia es necesario retroceder más de 30 años en el tiempo. La dirección sigue siendo la misma, solo que en ese entonces las casas eran menos y la ciudad era otra. En la intersección de las calles Italia y Chubut había un comedor donde se leía en el frente sobre un cartel "La casa de las papas fritas". La fórmula gastronómica, que se combinaba con el chopp, se abrió paso en la localidad aun con el pesimismo de algunas personas.
La familia Rodríguez fue la propietaria del lugar que se desarrolló durante la década del '80 y que cultivó su etapa más exitosa.
"Cuando nosotros fuimos pusimos un comedor, ahí había solo las casitas del barrio y la panadería. Todos los que veían a mi marido le decían 'Gordo' - lo apodaban así - '¿Vas a alimentar a los caballos?' Porque ahí había campo. De a poquito pusimos las sillas y mesas y las heladeras. Se trabajaba mucho", recuerdan animadamente Carina Rodríguez y su mamá María Teresa Corti.
"Mi marido (por José Rodríguez) cada dos por tres encontraba a los que le dijeron si iba a servir a las vacas; él los invitaba a que les dieran de comer. Nos habían desanimado mucho al principio. Pero lo pusimos ahí porque era el lugar que encontramos en ese momento", destacó María Teresa.
En ese momento el sector era conocido como "barrio Macchieraldo" porque eran propietarios de varios de los terrenos allí ubicados. Lo que nadie sabía era que con la llegada del comedor la cosa cambiaría.
"Hasta el día de hoy vos hablás con alguien y te dicen 'vos sabés que tengo que ir para el barrio de las papas fritas'. Mi nieto me decía que tenía que hacerme famosa y 'cobrar' por el nombre", dijo entre risas.
El negocio fue absolutamente familiar, de un lado estaba el restaurante y sobre el mismo terreno, pero a la vuelta, se abrió la rotisería. "Los fines de semana se pelaban de 7 a 10 bolsas de papas, trabajábamos de lunes a lunes", comentó la mujer.
Visionarios
María Teresa Corti
No solo la ubicación del lugar fue un boom, sino también su variedad gastronómica siempre precedida de las papas fritas. "Teníamos las tablas de fiambre, arrollados, matambres de pollo, carne, patitas en escabeche, pollo al spiedo; todo bien artesanal", enumeran madre e hija con cierta nostalgia.
Antes, el matrimonio Rodríguez había trabajado en el comedor "San Remo", y luego de irse -sostienen- la gente los volvió a elegir. "Venían colectivos, camiones porque para ellos era cómodo por la ruta. Incluso vinieron contingentes de los equipos de Belgrano y Talleres. La gente hacía cola, incluso en días de invierno que hacía mucho frío. Era ver gente y autos de otras zonas que llegaban al barrio", rememoraron.
Las reglas de papá
Carina Rodríguez
La mujer es hija única y reconoció emocionada que debido al éxito del negocio "fue criada por sus abuelos". Sin embargo, ella fue parte importante del negocio, tanto en la cocina como en el comedor: "Me ponían un cajoncito y yo empanaba las milanesas. Cuando había mucha gente por la rotisería yo me encargaba de atender el comedor, a todos les llamaba la atención que una chica tan pequeña estuviera al frente".
Un barrio que no está en los planos
La esquina en la actualidad. El lugar fue emblemático en la década del ochenta
El negocio de la familia Rodríguez dejó el barrio a finales de la década del '80 pero el nombre siempre fue el sinónimo perfecto para designar aquel cúmulo de casas iguales. Sin embargo, el barrio de las "Papas Fritas" no es tal, en realidad pertenece a la zona de Cottolengo de acuerdo a los planos de la ciudad.
"En algún momento lo llamaban San Carlos también, fue por un plan de todas casas iguales, era una parte aislada, separada del otro sector de barrio Cottolengo", informó Carlos Giordano, actual presidente del Centro Vecinal.
Los caminos de la vida llevaron a "Los Rodríguez" por otros lados. El matrimonio dejó su negocio para alquilarlo "pero nunca más fue lo mismo", aseguraron. Así, la esquina fue perdiendo el atractivo que supo tener. Era momento de dejar el negocio, aunque la impronta, el sello del lugar sigue vigente tres décadas después.