Cuentos reales de Navidad
Un milagro en las trincheras
En medio de la Primera Guerra Mundial, en medio de la balacera entre soldados alemanes y la tropa británica, ocurrió un milagro de Navidad: una pelota empezó a rodar y logró detener el fuego.
Por Manuel Montali l LVSJ
Volaban los tiros y caían los muertos. Era 1914 y había comenzado la Primera Gran Guerra. En un campo de batalla de Ypres, Bélgica, soldados alemanes se enfrentaban con tropas aliadas.
Fue en medio de ese horror, el 24 de diciembre, que algunos soldados alemanes tomaron una decisión que podría haberles costado la vida en un tribunal. Decidieron celebrar la Navidad, allí, en sus trincheras sucias de barro y sangre. Y decidieron no hacerlo solos, sino que invitaron también a los aliados.
Compartieron sus escasas pertenencias, algunos puros, whiskey, chocolate. Se enseñaron fotos de familiares y diarios de sus países. Se cuenta que hasta cantaron villancicos y decoraron sus trincheras. Enterraron a sus muertos. Rezaron.
El alto el fuego siguió al día siguiente, que fue cuando apareció una pelota de fútbol entre soldados del país que había inventado ese deporte. Los británicos invitaron a los alemanes a jugar.
Por un rato, el que vestía diferente volvió a ser un hombre como cualquier otro, un rival eventual en un juego deportivo, pero en definitiva, una persona.
Como Gary Lineker dijo alguna vez, el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania. Ésta no fue la excepción y los teutones se impusieron 3-2. Pero el resultado es lo menos importante de esta historia.
Jorge Luis Borges definió a este deporte diciendo que son sólo 22 tipos corriendo detrás de una pelota. Pero el mismo Borges, desde las líneas de un poema, dijo que dos soldados enfrentados en otra guerra, Juan López y John Ward, “hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel”.
Cuando terminó la tregua de Navidad, cuando la pelota dejó de rodar, los soldados se despidieron de sus enemigos y tuvieron que volver a sus trincheras a seguir matándose. El milagro no se repetiría nunca más.
“El fútbol es tierra de nadie”, escribió uno de los protagonistas del encuentro en una carta. Quizá, la frase que mejor lo definiría es: “El fútbol es tierra de todos”.
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