Vacunas, mensajes e intereses
La batalla final contra el virus tendrá éxito si la vacuna -cualquiera sea su origen- es aceptada por la población. Para ello, se necesita convencer con herramientas discursivas más parecidas a las que utiliza la pedagogía y no con mensajes propagandísticos cuya pretensión se aleja de los objetivos de salud pública, los únicos válidos luego de tantas aflicciones vividas a lo largo de este año.
El último anuncio de prórroga de las medidas de distanciamiento social a nivel nacional estableció que hasta el 20 de diciembre continuarán algunas restricciones. El mensaje del presidente de la Nación, esta vez en soledad, determinó un nuevo período aunque lo acontecido en las últimas semanas viene marcando que la única apuesta gubernamental es ahora la de la vacunación masiva.
Acostumbrado el gobierno nacional a darle épica a la mayoría de sus acciones aun cuando éstas puedan resultar en fracasos estrepitosos como el velatorio de Diego Maradona, la vacunación aparece como la nueva aventura en la que nos embarcaremos en el país para derrotar al virus y devolver algo de normalidad a nuestra vida. Esa cruzada, por cierto, tendrá sus bemoles, su uso político -que ya ha comenzado- y sus polémicas, como ocurre con casi todos los temas de interés público en la Argentina.
Las noticias que dan cuenta de los porcentajes de efectividad de las distintas vacunas que se están elaborando y los acuerdos que el gobierno dice haber alcanzado para la adquisición de millones de dosis de algunas de ellas han generado expectativas importantes. No solo aquí. En todo el mundo. No obstante, como afirmó en una entrevista el presidente del Consejo Científico de Francia, Jean-François Delfraissy, la perspectiva de una solución inmunológica contra la enfermedad constituye "un rayo de esperanza en un túnel".
En verdad, la cautela debería ser todavía la conducta que tendrían que utilizar los gobiernos de todo el mundo respecto a una cuestión tan sensible como la de las vacunas. Porque las investigaciones no han terminado y la desconfianza puede crecer ante la posibilidad de que existan errores en los operativos, fogoneada por algunos sectores que militan en movimientos que reniegan de esta solución. La necesidad de ganar la batalla a través de la vacuna exige seriedad política y no una postura demagógica.
La carrera por obtener la solución inmunológica contra el Covid 19 se ha acelerado de manera notable. Pero los juegos políticos de gobernantes pretenden escenificar ambientes en los que los relatos de epopeya formen parte de la habitualidad discursiva y los intereses económicos también jueguen un rol central, que se agudizará cuando llegue el momento de la verdad. Es decir, cuando se esté en condiciones de disponer la vacunación masiva.
En definitiva, el fin último que termine con el flagelo de la pandemia no puede ser menoscabado por intereses que no respondan a la necesidad de que la vacuna sea considerada un bien público en todo el mundo. Esto significa que hay que evidenciar transparencia en todos los procesos que desemboquen en los operativos de vacunación, que venzan las resistencias y disipen las sospechas no solo sobre potenciales riesgos para la salud, sino también las vinculadas a posibles maniobras que se alejen de aquel principio que obliga a actuar mostrando todas las cartas.
La batalla final contra el virus tendrá éxito si la vacuna -cualquiera sea su origen- es aceptada por la población. Para ello, se necesita convencer con herramientas discursivas más parecidas a las que utiliza la pedagogía y no con mensajes propagandísticos cuya pretensión se aleja de los objetivos de salud pública, los únicos válidos luego de tantas aflicciones vividas a lo largo de este año.