Una oportunidad para el futuro urbanístico
La ciudad del siglo XXI podría nacer luego de la triste experiencia vivida con la tormenta. El crecimiento planificado, la integración y la inclusión como conceptos urbanísticos y los consensos en torno a espacios funcionales para la población podrían ser disparadores de una discusión muy rica.
Tras el terrible vendaval que se abatió recientemente sobre la ciudad surgieron numerosas voces que hicieron referencia a la reconstrucción necesaria del arbolado urbano destruido. En ese marco, una entidad ambientalista sostuvo que la desgracia vivida se puede transformar en una oportunidad "para reforestar y diversificar los ejemplares con plantas nativas, que son muy resistentes a las condiciones climáticas adversas".
Como se conoce, algunos espacios verdes, en especial el Parque Cincuentenario y la Plaza Vélez Sársfield, sufrieron un daño enorme, observable a simple vista y seguramente el futuro inmediato mostrará allí un paisaje muy distinto, en virtud de que los árboles que daban característica propia a esos sitios ya no están. Por ello, la expresión de la Asociación para el Medio Ambiente y su Dinámica de nuestra ciudad puede ser el punto de partida para una discusión más amplia en la que se aborden aspectos centrales del perfil urbano de San Francisco para los años que vienen.
La historia de la ciudad conoce de este tipo de acuerdos y proyectos en los que se perfilan los trazos del diseño en el ejido urbano, que hoy vive una suerte de anarquía ante la explosión de la construcción en algunos sectores periféricos y la falta de cumplimiento de determinadas pautas arquitectónicas en espacios que debían respetar algunos parámetros previamente establecidos. La erradicación de la estación del ferrocarril obligó a un concurso nacional, que dio puntapié a lo que hoy es el Centro Cívico. Además, el eje longitudinal por el que corrían las vías del ex ferrocarril atravesando el área central se convirtió en espacios ciudadanos que dieron la actual fisonomía a la ciudad.
Al mismo tiempo, la consolidación del Parque Industrial y del Polo Educativo, por citar otros casos, sirvieron para otorgar a San Francisco características atractivas para la inversión y el estudio. Se ratificó así, por un lado, la vocación por los emprendimientos productivos que estuvo desde el comienzo de la ciudad y se fortaleció la idea de ser eje regional en materia de enseñanza superior, por el otro.
Estos ejemplos fueron consecuencia de una planificación urbana que miró hacia el futuro, que pensó la ciudad para las próximas generaciones y sentó las bases de cierta identidad. Transcurridos ya varios años de aquellos logros inmensos que refuncionalizaron la vida ciudadana, la desgracia del vendaval bien puede convertirse en una ocasión para volver a pensar alternativas hacia el futuro. No sólo en materia de arbolado urbano que será necesario reponer, sino también con diagnósticos e investigación de especialistas y con acuerdos que se transformen en políticas estratégicas de Estado para el diseño de la ciudad que se pretende para lo que resta del siglo XXI.
Ideas, proyectos y profesionales capaces de llevarlas adelante sobran. La ciudad del siglo XXI podría nacer luego de la triste experiencia vivida con la tormenta. El crecimiento planificado, la integración y la inclusión como conceptos urbanísticos y los consensos en torno a espacios funcionales para la población son, entre otros, algunos aspectos que bien podrían ser disparadores de una discusión muy rica, transformando la crisis originada por el vendaval en una oportunidad histórica para modelar el San Francisco de las próximas décadas.